Resulta difícil comprender la situación política argentina;
solo si se la analiza bajo la influencia de lo que podríamos denominar el
síndrome del poder podría ser parcialmente comprensible. Lo que
acontece, hoy día, con la postura adoptada por el titular del Gremio de
Camioneros, Hugo Moyano, es una muestra más de lo que estamos afirmando.
En un mundo donde lo que se visualiza es la instrumentación de
políticas neoliberales y la variable de ajuste es, esencialmente, el salario; es
por demás ininteligible observar como, en nuestro país, uno de los sectores mejor remunerados de la economía, decide realizar un paro en aras de reclamar un aumento mayor al ofrecido oportunamente. Si bien, ahora acordada la mejora, se mantiene de todos modos la medida en reclamo a la supresión del impuesto a las ganancias.
Nadie, que siga con detenimiento las vicisitudes del proceso
político argentino, ignora que “el conflicto salarial" es, en los hechos, el velo que cubre la encarnizada
embestida de Moyano contra el gobierno nacional.
El problema tuvo su origen en la denominada “causa de los medicamentos” que salpicó al hombre de camioneros y arrojo como resultado la detención de algún sindicalista histórico por manejos fraudulentos, luego continuó con el pedido de informes de la justicia suiza que a través de un exhorto intento indagar sobre la persona y el patrimonio del líder sindical; y finalmente, con los roces surgidos como consecuencia de la imposibilidad de colocar más hombres de su confianza (ver nota del 16/12/2011) en las listas de candidatos a legisladores nacionales.
El problema tuvo su origen en la denominada “causa de los medicamentos” que salpicó al hombre de camioneros y arrojo como resultado la detención de algún sindicalista histórico por manejos fraudulentos, luego continuó con el pedido de informes de la justicia suiza que a través de un exhorto intento indagar sobre la persona y el patrimonio del líder sindical; y finalmente, con los roces surgidos como consecuencia de la imposibilidad de colocar más hombres de su confianza (ver nota del 16/12/2011) en las listas de candidatos a legisladores nacionales.
Posteriormente la acusación de Moyano -con ciertas aristas
de verosimilitud-, haciendo referencia a que algunos miembros del gobierno
intentaban desplazarlo de la Secretaría General de la CGT, fue enrareciendo el
clima hasta llegar a la actual situación; donde el líder de camioneros, en su
irrefrenable propósito de pretender acumular poder, se pone en sintonía con la tenebrosa
lógica de las corporaciones. Esto es: intentar condicionar al gobierno en
ejercicio de sus funciones para preservar sus intereses.
Alarma observar como alguien que tiene aspiraciones políticas
(no olvidemos que Moyano dejo entrever sus deseos presidenciales y anunció la formación
de un nuevo partido político) actúa tan irresponsablemente.
Cuesta entender -y más allá de los errores del gobierno para
tender puentes en su debido tiempo- que quien fuera uno de los pocos dirigentes
gremiales que se opuso al modelo neoliberal, ahora se abrace con quienes hasta
no hace mucho han sido sus más enfáticos detractores y que gozan en su haber
todo un historial al servicio de las políticas de ajuste.
Pero mucho más incomprensible es que se empeñe en desatar
una crisis para perjudicar a un gobierno, que guste o no, ha sido el que más
beneficios le aportó a la clase trabajadora durante las últimas cuatro décadas.
Cuando un dirigente de cualquier índole hace prevalecer
sus intereses por encima de los intereses del país; en ese preciso momento ha
dejado de ser dirigente para convertirse en un espurio representante sectorial
o individual.
Es dable reparar que las acciones no se miden simplemente por
la audacia o por el valor que puedan simbolizar; sino por las consecuencias que
han de producir sobre el conjunto de la población que constituye la esencia de
un país. No basta reclamar un mejor salario para mejorar el bolsillo de los
representados; sino se tiene en cuenta el contexto nacional e internacional en
que se transita. De ahí que quien desconoce estos aspectos no tiene fibra de
dirigente; tampoco la prepotencia es un rasgo digno de elogio.
No es cuestión de jactarse como lo hizo uno de sus hijos: “Nosotros no vamos a acatar las resoluciones del Ministerio de Trabajo”; cuanta similitud con el proceder de otra corporación que se niega a adaptarse a las disposiciones de la ley en materia de medios.
No es esa una actitud muy democrática a decir verdad; sin embargo, el gobierno no esta exento de errores al respecto. No debería haberse llegado a esta instancia; por acción o por omisión algunos fogonearon las divergencias.
No es cuestión de jactarse como lo hizo uno de sus hijos: “Nosotros no vamos a acatar las resoluciones del Ministerio de Trabajo”; cuanta similitud con el proceder de otra corporación que se niega a adaptarse a las disposiciones de la ley en materia de medios.
No es esa una actitud muy democrática a decir verdad; sin embargo, el gobierno no esta exento de errores al respecto. No debería haberse llegado a esta instancia; por acción o por omisión algunos fogonearon las divergencias.
Lo decíamos en el artículo del año pasado cuando vislumbrábamos
el rumbo de una posible confrontación, y la imperiosa necesidad de atemperar
las aguas:
“Por eso debemos ser muy prudentes en nuestro
accionar y en nuestras opiniones y no prestarnos a satisfacer a quienes, con
extremado deleite, saborearían un recrudecimiento de las posiciones, especulando
con una virtual ruptura a futuro entre la
CGT y el gobierno.
No es casualidad que los más enconados opositores al
gobierno ahora se encuentren “respaldando” con sus declaraciones, en la mayoría
de los medios privados de radio y televisión, la figura de Moyano”.
Hoy las aguas están por demás agitadas, será preciso
aplacarlas. Pero evidentemente es muy complicado hacerlo, máxime si observamos
que la respuesta de Moyano, al enterarse en un estudio de televisión (TN) que el
gobierno recurriría a la justicia para evitar el bloqueo forzado que están
ejecutando los adjuntos a su gremio, fue automática: haremos un paro general. Al parecer, ni necesito consultarlo con sus bases; tal vez lo haya hecho con los voceros del grupo Clarín que, en ese instante, eran los encargados de entrevistarlo; y dicho sea de paso es notorio observar como se ha convertido en el invitado habitual en todas las emisoras del Grupo. Si hasta podríamos afirmar que; lejos de representar fielmente a los trabajadores, ésta mucho más próximo a coincidir con quienes intentan -al igual que el multimedio y los notorios "dirigentes" del agro- destituír al gobierno; sino, como explicar su triste frase "parece que estaríamos en una dictadura militar".
La historia universal esta plagada de ejemplos donde la irracionalidad de
unos pocos hace retroceder los logros alcanzados por una comunidad luego de
muchos años de esfuerzo y sacrificio. Hoy nos encontramos ante un caso de estas
características; ojalá la disputa se vaya desinflando hasta tornarse
inexistente. Sería, extremadamente, lamentable que por la sola avidez de poder,
el hasta hoy, secretario general de los trabajadores termine formando parte de
otra página negra de nuestra historia.
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