Se dice que la Argentina tiene uno de los índices más altos
de graduados en psicología con relación a su densidad demográfica. Sin embargo,
y a pesar de ello, nuestro comportamiento colectivo lejos de carecer de
trastornos psíquicos, presenta un número significativo de los mismos que
podríamos calificar de típicamente argentinos. Claro que estas “patologías
autóctonas” no son identificadas plenamente por “la conciencia social”; lo que
nos lleva a la reiteración de conductas signadas por la aparición de ideas y
sentimientos discordantes. El problema se agudiza merced a que el “catalizador
electrónico” (entiéndase televisión) se encarga de brindar sistemáticamente la
dosis diaria a “los teledirigidos” para estimular los comportamientos
contradictorios.
Lo que acontece hoy día con el dólar en nuestro país es una
de las tantas muestras de los mencionados trastornos. Por un lado, anhelamos
gozar de una economía sana que se mantenga dentro de los carriles del
crecimiento y, de esa manera, seguir sorteando los perniciosos efectos que la
crisis internacional despliega sobre cada una de las naciones. Pero por el
otro, actuamos de manera desaconsejable para garantizar esas premisas,
dejándonos influenciar por las corporaciones mediáticas -voceros e integrantes
del poder económico- que aspiran a debilitar al gobierno para, de ese modo,
reinstalar en la Argentina un modelo económico que les procuró ingentes
beneficios; mientras el conjunto mayoritario de la población se vio reducido a
la desesperación y a la lucha por la subsistencia.
Sería verdaderamente interesante estudiar a fondo (si bien
existen trabajos al respecto) hasta que punto los medios de comunicación masiva
-para el caso, concretamente la TV- logran anular la capacidad de análisis de
los televidentes. Obviamente, para ello se acude a un conjunto de técnicas
que, entre otras cosas, suprimen intencionadamente aportar datos que induzcan a
la reflexión, o bien se proporciona información sesgada a los efectos de imposibilitar el razonamiento o, en su defecto, para
arribar a conclusiones erróneas, se prescinde del cotejo y comparación de
situaciones similares para evitar que el televidente opte por el camino
discursivo (por ej. no se informa fehacientemente de lo que acontece en Europa
y, mucho menos, de las medidas que desencadenaron la crisis europea), se oculta
la historia en forma deliberada para que el espectador no saque provecho de
experiencias anteriores, se miente descaradamente a sabiendas que la mayoría de
los televidentes no se tomará el trabajo de corroborar la información, etc.,etc.
Esta última postura es más que ostensible en los canales de televisión privada
en nuestro país.
Otro de los inescrupulosos recursos a los que se solía (y
aun se suele) apelar para preservar el orden conservador ha sido la creación de “periodistas
estrellas” con sus adláteres habituales los “economistas estrellas”. Un logro no poco
significativo, si tenemos en cuenta que sus expresiones son escuchadas, por una
franja importante de la población, más por su carácter de luminaria de la TV
que por la solidez de sus argumentaciones. Por el contrario, en más de una
ocasión han pronunciado argumentos tan banales y desprovistos de conocimiento
que, parafraseando a Schopenhauer, podríamos decir que “Algunos periodistas
son como las luciérnagas, necesitan de la oscuridad para brillar”.
Un párrafo aparte se requiere para hablar de los denominados
“economistas estrellas” que desarrollaron el rol de vedette durante los años
noventa.
Se trata del staff de economistas del establishment que
suelen visitar reiteradamente los canales privados de la TV con el deliberado
propósito de pronosticar siempre “un nefasto futuro económico”, mientras no se
apliquen las salvadoras medidas neoliberales que ellos propugnan.
Lo cierto es que se trata de “los hombres de amianto”, pues,
han prendido fuego la estructura económica argentina en la década de los 90
(algunos de ellos funcionarios del gobierno menemista) con sus frecuentes
elogios al, por entonces, modelo reinante; han desacertado desde el 2003 en
cada una de sus estruendosas profecías, y sin embargo, siguen profetizando como
si la certeza los acompañase inexorablemente como su sombra.
Claro que uno no sabe si estos tecnócratas (Broda,
Melconian, Prat Gay, Redrado, etc.) se equivocan recurrentemente de “buena fe”,
por ignorancia o premeditadamente lo hacen a instancias de engañar a la población para confundir a la ciudadanía y obstaculizar el normal desempeño
del gobierno nacional. Lo que sí podemos aseverar es que su accionar no se centra en
defender los intereses de la mayoría de la población; sino el de un círculo muy
reducido de integrantes del sector agro-financiero-mediático para quienes
trabajan. Sinceramente, es una verdadera pesadilla tener que soportarlos a
diario, merced a que los medios de comunicación hegemónicos se encargan de sobredimensionar sus pronósticos, cual si fuesen la verdad revelada.
Ahora se encargan de vaticinar la llegada de un dólar alto
en nuestro país, generando un clima enrarecido para perturbar a nuestra
población y orientarla hacia la compra de la moneda estadounidense. Por otro
lado, y a expensas de ignorar lo que acontece en el mundo, se esmeran por
sugerir “políticas de contención del gasto” (no utilizan la palabra “ajuste”
porque está muy desgastada en el ámbito local) con el propósito de frenar el
desarrollo del mercado interno. Lo cierto es que, pese a lo que pronostican
estos gurúes de la decadencia, en Argentina rige un tipo de cambio
denominado de flotación administrada; que sufre modificaciones graduales
conforme a la política económica establecida por el Banco Central.
Últimamente, para evitar la salida de divisas de nuestro país
el gobierno nacional ha adoptado una serie de medidas, de carácter precautorio,
tendientes a restringir las vías de escape de la deteriorada, pero aun deseada
moneda. Medidas éstas saludables ya que apuntan a preservar el nivel de divisas
que nuestro país requiere y evitar la remisión indiscriminada de la moneda
extranjera, sea por parte de las sucursales de las multinacionales con destino
a sus casas matrices; o bien, por parte de aquellos que procuran orientar la
salida de capitales rumbo a paraísos fiscales.
Ahora bien, una vez establecidas estas restricciones, algunos
sectores comenzaron a presionar para impulsar la suba del dólar y, de ese modo,
generar una transferencia de recursos en beneficio de los
sectores vinculados al comercio exterior y a expensas de provocar una pérdida
del poder adquisitivo de los asalariados. Esto redundaría en una suba exagerada
de los precios internos provocando una compresión del consumo local y con ello
un desaceleramiento de la economía. Lo que traería aparejado, a su vez, el descontento de la población
despojando, de esa manera, al gobierno del único sostén en que se afirma para
profundizar un modelo de equidad e inclusión social.
Variante más, variante menos, son los mismos grupos que
produjeron a mediados de los ochenta la desestabilización del gobierno del ex
presidente Raúl Alfonsín, los mismos que aplaudieron el reinado de Menem a
posteriori, los mismos que fogonearon los propósitos de destituir al gobierno
en la llamada “crisis con el campo”. Los mismos que se empeñan en ocultar la
historia para poder volver a repetirla.
es muy cierto están todos equivocados y hacen lobby para que la inflación de mi país sea del 30% y acelerando, yo creo que si eliminamos una decena de estos cipayos recuperamos nuestro peso, excelente papel decorativo que los millonarios funcionarios de la ex república se afanan (perdón) en liquidar.
ResponderEliminar