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jueves, 24 de septiembre de 2015

Cuando la ausencia de ideología sepulta el comportamiento moral


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“Dime de qué te jactas y te diré tus defectos”

Sin duda el viejo proverbio árabe está más vigente que nunca en la campaña política argentina. Basta observar lo que viene sucediendo en estos últimos días con buena parte de los candidatos de “Cambiemos” para corroborar que, a pesar de la longevidad de la mentada sentencia, su aplicación sigue teniendo vigor.
Pues, cualquiera que haya observado medianamente la campaña del “PRO” previo al descubrimiento del “affaire Niembro” podrá recordar que en cada una de las apariciones televisivas o radiales por parte de sus representantes, el argumento esbozado para “definir” su propuesta consistía esencialmente en autoadjudicarse ser el partido de la nueva política: desideologizado, de la transparencia, de la moral en el ejercicio de las funciones y del respeto por la independencia de poderes; en fin, una suerte de “republicanismo moral” que se ofrecía (Y aun se ofrece)  a la ciudadanía para terminar con el “infierno kirchnerista” que –según ellos- supo instalar a lo largo de la última década el reinado de la corrupción y del relato.  Expresión ésta (la del relato) que resulta un poco incomprensible; es que imaginar que  la ciudadanía vota conforme a una suerte de “cuento de la realidad” y no inspirada en la realidad misma es, cuando menos, una ingenuidad. Máxime si tenemos en cuenta que el discurso oficial nunca contó con el apoyo de los medios dominantes que, por el contrario, se han empeñado en fabricar toda clase de “operaciones y artilugios mediáticos” para desprestigiar al gobierno. Y si bien no alcanzaron su objetivo (concretamente reducir al mínimo el consenso popular hacia la figura presidencial) ha sido precisamente porque del otro lado, había algo más que un “relato”. No obstante, es válido reconocer que, aun así, han captado la voluntad de una significativa franja de la ciudadanía que se ha dejado enrollar por la telaraña mediática.  
Ahora bien, un vulgar ejercicio reflexivo sobre los últimos acontecimientos políticos locales podrá ayudarnos a discernir hasta donde los referentes de “Cambiemos” –y el periodismo que lo respalda- nos hablan con la más absoluta honestidad y situados desde la tarima de la moral.
Por cierto, no vamos a discutir aquí hasta qué punto los valores morales son fáciles de coronar en un sistema económico  que consagra entre otras cosas el culto al consumo y a la persecución del dinero como únicas fuentes de felicidad. Máxime si entendemos que los valores morales no son necesariamente universales, ni son susceptibles de aplicarse compulsivamente; sino que, en última instancia, no dejan de ser una elección de conciencia. Pues, ajustarse a sus preceptos es una decisión estrictamente personal. De ahí que como decía Alain “la moral nunca es para el prójimo”.
No obstante, y sin adentrarnos en discusiones metafísicas que nos lleven a formularnos preguntas tales como: ¿Es el capitalismo un sistema adecuado para promover valores morales?; es lógico demandar que nuestros mandatarios desarrollen sus funciones atendiendo a los más elementales criterios de honradez. Sin embargo, y aquí viene el interrogante: ¿Puede una fuerza política que se dice “desideologizada” adecuar su conducta a determinados parámetros morales?
Si entendemos por ideología un conjunto de principios, creencias o valores sobre los que se asienta nuestra manera de “ver el mundo” y nuestro modo de actuar en consecuencia; pues, resulta difícil imaginar que alguien que se jacte de carecer de ideología pueda tener en cuenta determinados principios morales.
Un claro ejemplo de ello lo tuvimos en las PASO (Elecciones primarias abiertas simultáneas y  obligatorias) desarrolladas en agosto del corriente año. Luego de salir segundo en dichos comicios el líder del “PRO”, Mauricio Macri, pronunció un discurso diamentralmente opuesto a lo que venía pregonando a lo largo de su campaña electoral. Por cierto, en su intento por captar la simpatía de quienes no lo votaron optó por abandonar -al menos públicamente- las propuestas que impulsaba.
Esa actitud típicamente grouchiana de Macri (“Si no le gustan mis principios tengo otros”) revela a las claras la ausencia de pruritos morales y, por ende, torna evidente que, en el afán de la consecución de sus objetivos, no existen barreras de ninguna índole, y no solo al momento de formular sus propuestas; sino también al tiempo de ejecutar sus acciones. Convengamos que no es muy ético pregonar una cosa y a raíz de un resultado adverso, inmediatamente, proponer otra distinta. 
Pero no carguemos solo las tintas sobre el líder del Pro a quien ya conocemos lo suficiente. Al fin y al cabo, sus acompañantes también tienen lo suyo. Basta recordar la actuación mediática desplegada por la diputada Laura Alonso ante el trágico hecho de la muerte de un fiscal,  donde intentando sacar provecho de esa trágica situación, y procurando responsabilizar a la presidenta de la República de lo ocurrido, sostuvo, a través de los medios, que en un encuentro que mantuvo con el funcionario judicial antes de su deceso: “el fiscal me miró a los ojos y me dijo Cristina ordenó todo” en referencia a la infundada denuncia por encubrimiento de la que resultó falsamente acusada la primer mandataria. Claro que no se hallaba sola en esa cruzada desestabilizadora, pues,  estaba –partidariamente hablando- muy bien acompañada, en sus propósitos amorales, por la saltimbanqui Patricia Bullrich y el no menos acomodaticio rabino Bergman. Finalmente, un juez puso las cosas en su lugar, se desbarató entonces la descabellada demanda y la representación mediática llego a su fin. Sin embargo, el mero hecho de querer sembrar sospechas por simple oportunismo político, nos brinda sólidos indicios del "talante moral" de estos personajes.
O como aconteció recientemente cuando, a través de los medios, el ex candidato a diputado Fernando Niembro se ufanaba de que su partido (el PRO) iba a terminar con la corrupción estatal, a sabiendas de que, por entonces, él mismo –representando a la sociedad que presidía- había firmado más de un centenar de contratos con el estado porteño de manera irregular.
Algo semejante acaba de suceder, con el otro candidato de “Cambiemos”, Eduardo Amadeo, que hace una semana en un programa televisivo alegaba, en su propósito por resguardar la imagen del PRO, que “jamás hubiere hecho lo de Niembro”; afirmando luego enfáticamente: “nunca hice un contrato con el Estado. No tengo nada que ver con el gobierno”. Y resultó ser que el gobierno de la Ciudad le concedió subsidios desde el año 2008 (en verdad, 44 convenios y subsidios, de los cuales solo 4 fueron publicados en el Boletín Oficial)) por más de $ 4.500.000- a su Asociación Civil Observatorio Social y a su Asociación Argentina de Políticas Sociales. Estos mismos personajes, integrantes de la nueva política, son los que veíamos en los medios cuestionar la asignación de subsidios a los sectores más vulnerables y, simultáneamente, los mismos que endilgaban al gobierno nacional la calificación de corrupto. Si bien irrita observar cómo se desentienden de la responsabilidad que les corresponde por los hechos enunciados; lo que más indigna, en realidad, es el ejercicio abusivo que hicieron de su “discurso moralizador” y la negación sistemática de la inmoralidad de sus actos. Así por ejemplo, el candidato a diputado Eduardo Amadeo publico en Twitter “esta es una de las tantas operaciones que van a ser el común denominador de acá a octubre”. Intentando tomar por idiotas a los ciudadanos argentinos: Como si los 44 contratos y subsidios no existiesen.
Pero por más que le disguste al referido candidato, están saliendo a la luz una pluralidad de ilícitos donde muchos de ellos ya no son simples denuncias; sino procesos judiciales en curso con pruebas fehacientes (no invenciones mediáticas) que involucran al Jefe de gobierno y algunos de sus ministros (ver eldestapeweb.com). Es decir que se trata de denuncias fundadas, susceptibles de ser demostradas y corroboradas en el ámbito de la justicia; a diferencia de las que suelen formular los  Lanata, Carrio u Ocaña que, como bien se pudo apreciar, no suelen estar presentes cuando se trata de denunciar hechos reales y concretos. ¿Será porque  en este caso, además de ser reales, afectan a sus aliados? Esto me trae a la memoria una frase muy empleada en la década de los noventa; período  signado por un sinnúmero de “irregularidades”: “Negociados son los que hacen los otros; en cambio, negocios son los nuestros” decían los políticos neoliberales de aquél entonces. En verdad, tamaños procederes no deberían sorprendernos, pues, muchos de los devotos del menemismo y de la UCD -fuerza política de los históricos alzogaray- han recalado en la nave del Pro. Esa gigantesca embarcación que alberga a los despojados de principios y a los nostálgicos del pensamiento único que pugnan por apropiarse nuevamente de las arcas del estado.
Pero más allá del recuerdo, aquí vemos a las claras que alguna utilidad tiene la ideología; no para ser dogmáticos; pero sí para tener parámetros de referencia al momento de desarrollar conductas y adoptar decisiones. No es lo mismo un funcionario que en su escala de valores tenga por principio el bienestar de las personas que no lo tenga. No es igual tener un ministro de economía que priorice por sobre todo la mejora de la condición humana a tener uno que solo tenga en cuenta el “riesgo país” o la libertad de los mercados. Sin dudas, los principios, aunque en apariencia no existan, también juegan un papel importante en la configuración de las sociedades. No por casualidad en la década de los noventa, se nos "vendía" la muerte de las ideologías. 

Bien lo expresaba un pensador alemán del siglo XIX, “los valores no son, sino que valen”; y por cierto, valen en tanto le asignemos valor.  Y si en alguna medida como destaca un profesor argentino “entendemos por valor aquello que en una sociedad determinada se valora”, es tiempo entonces de desvalorar a los pro-motores de la nueva política. Para dar lugar a los verdaderos principios que deben orientar todo accionar político.       

jueves, 17 de septiembre de 2015

La ilimitada competencia tucumana y el adalid de la libertad de prensa



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“Muchos jueces son absolutamente incorruptibles, nadie puede inducirles a hacer justicia”.



Pues, la conocida frase de Bertold Brecht parece cobrar vigencia conforme a lo que viene sucediendo en la República Argentina. Cualquiera podría argumentar que ese ha sido el comportamiento histórico de buena parte del poder judicial en nuestro país y, seguramente, no le faltarían motivos (entiéndase fallos) para fundamentar semejante afirmación. Claro que, como todos sabemos, las generalizaciones son arbitrarias y existe, bueno es reconocerlo, un número importante de jueces que a diario procuran administrar justicia de la mejor manera.
No es precisamente el caso de la Cámara Contencioso-Administrativo de la provincia de Tucumán que acaba de declarar la nulidad de los comicios llevado a cabo en dicho estado provincial el día 23 de agosto próximo pasado. Es real, aunque usted se sorprenda no es este un artículo de ciencia ficción, pues, no se trata de la Cámara Electoral; sino de la Cámara contencioso administrativo que por cierto no es competente para entender en este tipo de casos pero al parecer eso no es impedimento para que se autodeclare competente. Así que toda aquella persona que habite suelo tucumano y se encuentre ante un problema judicial, a partir de ahora, sabe que si el juez correspondiente no le resulta de su agrado, puede probar suerte en la Cámara Contencioso Administrativo que quizá, y prescindiendo de la materia en cuestión, le dé curso a su demanda.
Esto que suena irrisorio, es gravísimo para el normal funcionamiento de las instituciones pero parece ser que algunos opositores –republicanos segun ellos- no se han enterado de la gravedad institucional que esto implica. No obstante, mejor no hablar de los que si se enteraron, como ha sido el caso del republicano Macri, que salió a elogiar a través de sus tuits la decisión adoptada por estos increíbles “jueces”. Quienes por otra parte –y para tornar el hecho más turbio todavía- fundamentaron la sentencia en base  a los argumentos citados en un programa “periodístico” de muy escasa (a mi juicio nula) credibilidad. Ya de por sí, que la decisión de un tribunal de justicia se funde en base a artículos periodísticos (aun de aquellos suscriptos por periodistas serios, que no es este el caso) y no en base a la investigación de los hechos, ni a las pruebas presentadas; lejos de administrar justicia es dejar en manos del poder mediático el fundamento de los fallos judiciales. Es algo así como depositar en los medios la función del ministerio público fiscal, hecho que atenta contra el verdadero espíritu republicano.
Lo concreto es que entre los “fundamentos” utilizados para justificar el fallo del que estamos hablando se encuentran, ni más ni menos que: un informe periodístico de Jorge Lanata, un artículo publicado días previos al acto eleccionario por el diario La Gaceta de dicha provincia y la agresión sufrida por un camarógrafo de un canal de cable en un local partidario del FPV. Sin dudas, si esta es la tarea que deben desarrollar los jueces para elaborar una sentencia, entonces suprimamos definitivamente la palabra justicia de nuestro acerbo lingüístico. 
Lisa y llanamente se ignoró de manera burda e inescrupulosa la voluntad ciudadana de quienes viven en el denominado “Jardín de la república”. Pues ha quedado demostrado que obtener 110.000 votos de diferencia por sobre su adversario más cercano es insuficiente para que la “Justicia provincial” reconozca el triunfo del candidato del Frente para la Victoria. Hecho éste que revela a las claras el elitismo reinante en amplias franjas del poder judicial que hasta se arrogan la facultad de no aceptar la voluntad mayoritaria de la población. Sin duda es preciso rever este funcionamiento que no solo no administra justicia, ni se circunscribe a una provincia determinada; sino que, además, consagra la irracionalidad y la injusticia.
Lo mismo estará pensando Víctor Hugo Morales a quien recientemente la Corte Suprema de Justicia le rechazo un recurso de queja presentado por su defensa en virtud de un juicio que le inició el grupo Clarín por haber transmitido en el año 2000 los goles de Boca frente al Real Madrid en su programa “Desayuno” que se emitía en la por entonces Argentina Televisora Color (ATC). Es dable recordar que en esa época los partidos de futbol se veían en diferido y solo podían visualizarse en directo si uno estaba abonado al cable. En pleno período de crisis Víctor Hugo se atrevió a proyectar los goles de Boca donde la mayoría de sus simpatizantes estaban imposibilitados de verlos. La osadía de desafiar a los “cultores del libre mercado” y otorgar, de ese modo, una alegría a la gente, le costó conforme a la sentencia definitiva más de 300.000 dólares que deberá abonarle a Cablevisión. 
Cuesta comprender –excepto que uno analice el tema con mayor detenimiento-  como el grupo mediático que demandó a Morales puede darse el lujo de no ajustarse a derecho (teniendo en cuenta que la ley de medios fue sancionada hace 6 años y declarada hace 2 años su constitucionalidad) y la Justicia contemple ese comportamiento como si nada. Para ser luego tan estricta con Victor Hugo y rechazar su recurso de queja por cuestiones de forma.  
Por cierto, si Víctor Hugo hubiere conversado, en aquel momento, con el comentarista deportivo Fernando Niembro se habría enterado que para ver no ya fútbol en su plenitud, sino simplemente los goles gratis tendría que haber viajado a Cuba. Claro que, en verdad, en Cuba no gustan demasiado del futbol, por ende no se ha de ver en la televisión cubana, ni proliferarían  "los niembros" en la pantalla; aunque por cierto mucho menos los Macri. Lo que quiso decir el ex candidato a diputado por el Pro es “anda a vivir a un país comunista”. Argumento por demás anacrónico, pero que sigue formando parte de "la estructura lógica" que emplean para descalificar cualquier tentativa o proyecto destinado a ampliar derechos a la ciudadanía. 
Y a propósito de Niembro, luego de las denuncias efectuadas a su sociedad comercial por los 190 contratos celebrados, exclusivamente, con distintos organismos del gobierno de la Ciudad no publicados en el Boletín Oficial (curiosamente otra de las características republicanas no practicadas por los opositores: la publicidad de sus actos) por montos superiores a 20 millones de pesos, la cuestión sigue produciendo efectos. Ahora resulta que al medio informativo que se hizo eco de la denuncia del mentado "Affaire" (el Canal C5N) no solo el gobierno de la Ciudad le canceló las pautas publicitarias sino que, además, le clausuraron el galpón de móviles de dicho canal. Si eso no es un intento de silenciar al periodismo, no sabemos cómo llamarlo.
Es bueno recordar que el gobierno porteño, en otros tiempos (año 2013), se mostró como adalid de “la libertad de prensa” cuando ante infundados anuncios de intervención al Grupo Clarín –denunciados por ellos mismos- emitió un decreto absurdo e inconstitucional para proteger a la prensa. En verdad se trato de una fantochada que posibilitó al grupo mediático victimizarse ante sus seguidores y agitar la bandera contra el gobierno. Es evidente que C5N  compite fuertemente con Todo Noticias (TN), y a diferencia de éste no se ocupa de revestir de impunidad al candidato de “Cambiemos”. De ahí que ahora procura acallar a la prensa que ventila todas sus irregularidades y que, a su vez, le resta demasiada audiencia a su socio –o peor aun mandante- “Clarin”. Así actúan estos "adalides" disfrazándose de lo que no son. 
No obstante, todo esto no deja de ser un buen estímulo para imaginarnos cómo será nuestra república si gobernara Mauricio Macri ya despojado del disfraz.     

Menudo republicanismo tendría que padecer nuestro pueblo si estos “republicanos” triunfaran en las elecciones de octubre. Por suerte la voluntad popular parece decir otra cosa; claro que nunca se sabe como procederá el inefable Poder Judicial. 

jueves, 3 de septiembre de 2015

La Corte de Nueva York a la izquierda del Pro

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La reciente decisión de la Corte de Apelaciones de Nueva York declarando, en una sentencia de 43 páginas, la inmunidad de los activos del Banco central y cuestionando el fallo vertido por el juez Griesa en el año 2013, más allá de ser una gratificante noticia para la mayoría de los argentinos, pone sobre el tapete algunas cuestiones, dignas de ser observadas, en el ámbito interno.
Por ejemplo, la reacción de rechazo visceral que uno de los economistas del PRO, José L. Espert, (el mismo que hace pocos días sostuvo que las paritarias eran producto de la concepción fascista y, por ende, habría que eliminarlas), expresó no bien conocida la mencionada sentencia, es todo un síntoma de la vocación antinacional que anida en algunos dirigentes de “cambiemos”. Por otro lado resulta sorprendente que la decisión de la Corte neoyorkina se ubique a la izquierda del líder de esa fuerza política, nos referimos a Mauricio Macri quien a juzgar por sus anteriores expresiones –“lo que el juez Griesa dice es lo que corresponde hacer”- nuestro país  carece de autonomía para contradecir o cuestionar un fallo de un juez de primera instancia del país del norte.  
Es tal la admiración -o actitud de vasallaje- que este aspirante a la presidencia profesa respecto de la primera potencia militar mundial, que en el año 2010, hasta fue capaz de consultar a la embajada americana según sus propias declaraciones para designar oportunamente al entonces jefe de la policía metropolitana. Demás está decir que si para designar un funcionario de la ciudad se requiere esta clase de consultas; nos podemos imaginar  quienes han de tomar las decisiones que Argentina adopte en el plano internacional de ser electo presidente.
Pues, en virtud de estos antecedentes es lógico inferir que el denominado período (en materia de relaciones internacionales) bautizado bajo el nombre de “relaciones carnales” durante el gobierno menemista sería una simple caricatura en comparación con un eventual gobierno macrista.
La llegada al poder de un gobierno de estas características implicaría dinamitar en el acto, el lento pero eficaz proceso de construcción regional conocido como MERCOSUR. 
Al fin de cuentas fortalecer la integridad latinoamericana jamás formará parte de concepción política de “Cambiemos”; sino por el contrario, su deliberado propósito es debilitar los acuerdos regionales que, de algún modo y conforme a su ideología (a pesar de que aducen no poseerla), obstaculizan el normal desarrollo del mercado internacional. De ahí que esta fuera de sus prioridades hablar del Mercosur.
Otros de los conceptos que desdeñan y que no forma parte del vocabulario de los representantes del “Pro” es el de “soberanía”. Obviamente, si ser soberano, entre otras cosas, requiere asumir una postura independiente en el concierto internacional y, a la vez, desplegar un accionar que no se aparte en lo más mínimo de la defensa de los intereses nacionales; es entonces natural que el Pro  erradique ese vocablo de su patrimonio discursivo.  Obviamente, ello no resulta novedoso, ya en 1997 el ahora candidato de “Cambiemos” en un jugoso reportaje realizado en Pagina 12 sostenía que: “las Islas Malvinas serían un fuerte déficit adicional para la Argentina. Tengo entendido que al tesoro de Inglaterra le cuesta bastante plata por año”.  Sería bueno que se pregunte por qué extraño designio los británicos se mantienen incólumes en apoderarse de las islas y dilapidar sus recursos. Claro que si en el futuro nuestra cancillería no se muestra proclive a no reclamar lo que nos pertenece, será porque en ese entonces la presidencia de república estará ejercida por alguien capaz de decirnos “lo que diga el Foreign Office es lo que hay que hacer”.
Como es factible apreciar el líder del “apoliticista Pro” –menuda contradicción- tiene una marcada predisposición consultiva; pues, no solo consulta a “la embajada”, también consulta a otras personas, entre ellos a Durán Barba, en este caso para desarrollar su campaña política y luego seguir sus consejos a rajatabla. Éste inescrupuloso consultor ecuatoriano, hace escasos meses atrás le profetizó que “Cristina era imbatible en las elecciones”. Y según contó el periodista Roberto Navarro en su último programa televisivo (Política Económica que se transmite por C5N), semejante aseveración causo tanto impacto en el aspirante presidencial que estuvo a punto de abandonar la política. Pero gracias a una nueva consulta, en esta ocasión al CEO de Clarín, desarrollada los primeros días de agosto, pues,  el hombre en cuestión (Héctor Magnetto) lo convenció de seguir adelante con el argumento de que podrá perder en octubre, pero en el 2016 será el presidente. Todos sabemos perfectamente que en el 2016 no hay elecciones presidenciales; resulta entonces, cuando menos, intrigante saber cómo llegará a materializarse la mentada promesa.
Ahora bien, dejando de lado el campo de la futurología, hay que reconocer en los hombres y mujeres de “Cambiemos” cierta coherencia discursiva. Desde las críticas formuladas por la diputada Laura Alonso -de fuertes vínculos con el “buitreman” Paul Singer- al Papa Francisco por mostrarse con un cartel que reclamaba el diálogo por Malvinas; hasta las declaraciones del recién electo diputado del Pro, Fernando Niembro, quien adujo que aquellos que quisiéramos ver el fútbol gratis (en referencia a “fútbol para todos”) nos fuéramos a vivir a Cuba, existe un común denominador: que consiste en cambiar la defensa de lo nacional por el culto al capitalismo salvaje y antinacional.
Demás esta señalar que este último legislador (junto con Laura Alonso) fue de los primeros en denunciar “la inmoralidad” de un presunto fraude –que en los hechos no existió- en las elecciones de Tucumán. Sí, en cambio, supo callar muy bien los provechosos beneficios que obtuvo por intermedio de la contratación directa –esto es, sin licitación- a sus sociedades por parte del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. 
Claro que en la reciente sesión de la legislatura porteña, ante el pedido de tratar estas “irregularidades” la bancada macrista supo abroquelarse para impedir que se discuta el tema en el parlamento de la Ciudad.

Pero no vayamos a creer que se trata de personas amorales. El hecho de que invoquen a la moral cuando les conviene o la arrojen a la bolsa de desechos cuando de ponderar su conducta se trata es, por el contrario, toda una cuestión de principios. 
Solo que sus principios no coinciden con el bienestar de la República; a pesar de que no tengan pruritos de presentarse como republicanos. Como vemos la elección de octubre no es nada menor, de la ciudadanía depende salvar la verdadera salud de la República.