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viernes, 28 de septiembre de 2012

Harvard, cacerolas y el pensamiento crítico





 










Recientemente nuestra Presidenta en el marco de su visita para participar en el Foro de Naciones Unidas, inauguró la Cátedra Argentina en la Universidad de Georgetown y, al día siguiente, se presentó para brindar una conferencia en la renombrada Universidad de Harvard.
Nadie ignora que esta “destacada” Universidad ha sido la fuente de formación, por antonomasia, del pensamiento neoliberal y ha proporcionado, al mundo económico-financiero, un vasto ejército de ejecutivos que han colaborado realizando significativos aportes en la producción de lo que hoy se conoce como la más aguda crisis económica internacional. Partiendo de este presupuesto, no podíamos esperar que la presidenta de un país, que ejecuta políticas económicas que se apartan de las férreas y sacrosantas recetas promovidas por los cultores del libre mercado, sea bien recibida en el círculo áulico de la afamada Universidad.
Sin embargo, es notorio resaltar que, la Presidenta desarrolló una encendida defensa de la instrumentación de políticas alternativas a las propiciadas por el modelo neoliberal y asombrosamente los alumnos, lejos de cuestionar desde su formación académica cada una de las mismas, se abocaron exclusivamente a la tarea de repetir -emulando el más llamativo atributo de los papagayos- lo que los grandes medios de comunicación locales pretenden instalar en una vasta franja de la población argentina. Nos referimos, concretamente, a la falsa idea de que en nuestro país no existe libertad de expresión.
Desde ya, es una idea que se derrumba por su propio peso; es por demás evidente que en la Argentina reina la más absoluta libertad de expresión.
A diario, proliferan las críticas no tanto a las medidas de gobierno (porque esto exige, entre otras cosas, cuestionarlas desde una base de fundamentación real; cosa que al parecer esta ausente en los críticos), sino denostando, con los más abyectos improperios a la figura presidencial.
Ésta actitud que refleja, por sobre todo, la mediocridad (y, en algunos casos, la “venta” de conciencia o de la libertad de pensamiento. Notoria paradoja!! Reclaman libertad y están dispuestos a “enmendar” sus expresiones por criterios mercantiles) de ciertos y determinados periodistas colabora, muy sutilmente, con la propagación del odio dentro de nuestro país. Según ellos, en sintonía con los inconfesables deseos del poder monopólico, “éste gobierno no ha hecho nada ponderable”; si hasta no se explica porqué obtuvo el 54% de los votos en las últimas elecciones nacionales; superando, vale recordarlo, a la sumatoria de todos los porcentajes obtenidos por los distintos candidatos opositores. Manifiesta coincidencia esa manera de "pensar" con las elegantes caceroleras que en plena ciudad de Nueva York, exteriorizando su repudio a la visita de nuestra presidenta, portaban un cartel que rezaba: “Kirchner Ruined Argentina” (los kirchner arruinaron Argentina). Sí, sí, al parecer, no fueron las políticas neoliberales las que transportaron al país al borde del abismo; definitivamente, no han sido los Cavallo, los Prats Gay, los Redrado y, mucho menos, los Martinez de Hoz, quienes condujeron al país al fondo de los mares. En absoluto, los causantes de todos esos males han sido, nada menos, que los Kirchner. Esos díscolos gobernantes que se empeñaron en arruinar a la Argentina.
Sin duda, ésto nos hace recordar la expresión de un ya fallecido presidente argentino (otrora, "representación del mal") que también tuvo que padecer las más feroces críticas periodísticas hasta ser derrocado mediante el viejo –pero nunca extinguido, si bien se lo podrá disfrazar- recurso del golpe de Estado. Cuando decía: “El éxito que ha coronado mucho de nuestros esfuerzos, ha excitado los enconos del enemigo derrotado”.
Suena fuerte el término, pero aún subsisten, y en aquél entonces muchos más, los auténticos enemigos de la democracia.
Después de todo, el pretender que un gobierno democrático desnaturalice su propuesta e implemente medidas que solo beneficien a "unos pocos" es procurar, lisa y llanamente, la muerte de la democracia. Curiosamente, algunos dirigentes que se dicen fervorosos simpatizantes de ese ex-presidente; se encargan hoy de agitar permanentemente los enconos sobre la actual Presidenta.
Lo cierto es que, así están dadas las cosas en una franja de periodistas mediáticos; que tal vez no sean muchos, pero al estar presentes en todos los medios de la gigantesca y monstruosa corporación parecen, y en los hechos se hacen escuchar con ilimitada amplitud, muchísimos más.
Es una pena que, ni siquiera reconozcan los beneficios que podrá reportarles la vigencia de una nueva ley de medios. Es tal la subordinación que expresan algunos de ellos que, hasta se muestran alegremente predispuestos a convertirse en simples: “vasallos privilegiados”. Por cierto, no cultivan la tierra de sus “Señores”, ni tampoco -quiero creerlo- reconocen su derecho de pernada; pero sí, están dispuestos a: abjurar de la veracidad, manipular las palabras, distorsionar la información, desdecirse de lo que sostenían en épocas anteriores, desdibujar la realidad cotidiana; todo en aras de una supuesta “libertad de expresión”.
Al fin y al cabo, en los tiempos que corren, “la libertad de expresión” se circunscribe a los estrechos límites trazados por las corporaciones mediáticas; que, según ellos,  son las únicas legitimadas para definir las fronteras de la libertad. Así, sí un canal público promociona los actos de gobierno es un atentado a la libre expresión; en cambio, si la totalidad de los medios privados ofende y vitupera a la Presidenta es en el marco de la libertad. ¿Pero si mienten? Ah, si mienten también, los medios privados no tienen porqué garantizar la veracidad de las informaciones; la gente despues decide escuchar, o no, a los medios que mienten, aseveran quienes defienden los intereses monopólicos. Lo que no dicen es que, al concentrarse los medios en poquísimas manos; esa "gente" no tiene posibilidad alguna de darse cuenta que la están engañando.
El verdadero problema es que, en más de una ocasión, terminan convenciendo al hombre común – y como podemos apreciar, también a los estudiantes de Harvard-, quien luego no vacila en repetir las falacias orquestadas por los medios de comunicación.
Pues, y parafraseando a un escritor francés: Lo que no sería ningún inconveniente si ese tributo a las estupideces dominantes -difundidas deliberadamente- no fueran tan a menudo acompañadas del odio hacia quienes pensando más allá de su época intentan edificar una sociedad más equitativa.
Como es dable apreciar, ni siquiera en los “iluminados” círculos áulicos se estimula el verdadero pensamiento crítico –más allá de que alguno sostenga, no sin asidero, que en esos lugares se forja la mente a la medida de las necesidades imperiales-; que podemos esperar cuando alumnos de una universidad "prestigiosa" y de un presumible “nivel avanzado”, se rigen por la información proporcionada por los medios.  
Si alguien supone que la lucidez es susceptible de ser adquirida sobre la base de la simple apariencia; pues entonces, no resulta aventurado presagiar circunstancias extremadamentes difíciles para el futuro de la humanidad.

jueves, 13 de septiembre de 2012

La oposición, la reforma y el enigmático porvenir.





 




Frente a la aproximación de las elecciones legislativas del próximo año, los dirigentes políticos opositores están intentando desarrollar una estrategia común a los efectos de conquistar voluntades para desembarcar en el Congreso.
Así vienen desarrollando una serie de encuentros con el objeto de evitar que el oficialismo obtenga un número considerable de votos que le posibilite gobernar con la menor cantidad de obstáculos posible.
Para ello están pensando en implementar una estrategia que tenga por objeto asociar la idea de no votar a los candidatos kirchneristas porque tendrían el propósito de reformar la Constitución Nacional.
Las constituciones no se reforman enseña el pensamiento liberal, al parecer, están para ser aplicadas indefinidamente de generación en generación.
Sin embargo, ese no ha sido el propósito de nuestros constituyentes obviamente, ya que la propia constitución prevé mecanismos para su reforma. Lo que sí,  en líneas generales, debe permanecer inalterada es la denominada “parte dogmática” de la Constitución. Concretamente, aquella que resuelve el status jurídico de las personas; esto es, donde se encuentran no solo las declaraciones, sino los derechos y garantías que protegen las libertades y prerrogativas de nuestros habitantes. Pero fuera de ello, no vemos porqué el resto del plexo constitucional no pueda ser pasible de reforma.
Lo cierto es que, en los hechos, no se conoce texto alguno donde el oficialismo promueva, o tan siquiera haya manifestado alguna intencionalidad de reforma; sin embargo, la oposición ha decidido lanzar su campaña dando por sentado, apriorísticamente, que el gobierno esta decidido a hacerlo con el deliberado propósito de propiciar su reelección. Y frente a esa presunta reforma, aducen que “el pueblo” argentino rechaza contundentemente una medida de esas características.
Es curioso, pero la denominada “oposición” en la Argentina tiene algunos “atributos” dignos de ser resaltados. Por un lado, se expresa en representación del “pueblo” excluyendo de ese concepto a la gran mayoría de la población que en el ejercicio de sus derechos políticos les ha retaceado el apoyo a lo largo de los últimos 12 años. Ignorando, de esa forma, los anhelos de quienes simpatizan, acompañan o, simplemente, apoyan con su voto la gestión oficial.
Por el otro, se agrupan, exclusivamente, en función de su rechazo a la figura presidencial; prescindiendo de la elaboración de un proyecto alternativo en el terreno político.
Lógicamente, no comprenden –y al parecer, jamás comprenderán- que al oponerse rabiosamente a la Presidenta Cristina Fernández de kirchner, no se están manifestando sencillamente en contra de una persona singular; sino que están cuestionando el manifiesto apoyo que un 54% de la ciudadanía le viene brindando a un gobierno qué, con la artillería mediática en su contra, sigue cabalgando en dirección a lo que la gran mayoría popular reclama.
Decir que la mentada “oposición” se ha convertido en un instrumento menor de los sectores dominantes en la Argentina, no es nada nuevo; es suficiente con observar el comportamiento que han tenido, a lo largo de estos últimos años, a través de los medios para corroborar semejante afirmación.
Lo que sí resulta verdaderamente irrisorio –aunque trágico por otra parte-,  es contemplar como esa “ensalada de frutas”, no muy apetecible por cierto; es capaz de reunir a liberales ortodoxos (macrismo), católicos liberales (Carrió), liberales más moderados (Stolbizer), socialistas liberales (Binner), moyanistas, corrientes “clasistas”, y predicadores de una ininteligible “patria libre” que se oponen a todo intento de reforma constitucional, no teniendo en mira el contenido programático de la supuesta reforma; sino adelantándose a los hechos con el ostensible propósito de que el pueblo (y aquí el concepto no es fruto de una construcción mediática; sino que se ajusta a la concreta realidad, en consecuencia, es muchísimo más amplio que el que ellos expresan) no pueda reelegir nuevamente a su presidente.
Sin duda, ésta última referencia plantea “el dilema del porvenir nacional”; esto es, los argentinos nos veremos imposibilitados de reelegir a una presidenta que entre alguno de  sus logros acumula: la recuperación económica del país, la ampliación de derechos a sus habitantes, la construcción de una sociedad más igualitaria, la recuperación de la política como factor determinante a la hora de diseñar el modelo de sociedad deseada y la ruptura del estado de sumisión permanente a las grandes corporaciones a la que se hallaban compelidos los anteriores titulares del poder ejecutivo.
Y bien vale detenernos en este punto, pues, si tenemos en cuenta que “el discurso opositor” es el triste eco de los reclamos de los sectores dominantes (es decir, de las grandes corporaciones); no es difícil imaginarnos hacia donde estarían dispuestos a llevarnos los más “conspicuos frutos de esta ensalada”.
Si uno escucha las expresiones del candidato presidencial del FAP, Hermes Binner cuando sostiene: “ Los tres puntos que son base de nuestra demanda son el respeto a la independencia de poderes, el respeto al federalismo y el respeto a los derechos sociales”(1), no va a encontrar diferencia alguna con el tradicional discurso inconsistente del ex presidente Fernando De la Rúa.
Es más, deberíamos preguntarle cual es el grado de afectación que una “reforma constitucional” despliega sobre cada uno de estos tres puntos. Por el contrario, un dirigente presuntamente “socialista” pondría mucho más énfasis en predicar no tanto el respeto a los derechos sociales; sino la acentuación de los mismos.
Otro de los “dirigentes” opositores Luis Juez, nos dice “nos oponemos a cualquier reforma de la constitución; aun si ni siquiera se menciona la reelección”. Esto y decir desconozco de lo que se habla pero me opongo es, sin margen de dudas, la misma expresión.  
Ni hablar de las declaraciones de Margarita Stolbizer cuando dice: “La propuesta es activar mecanismos de participación popular para poner fin a los atropellos”.
Sería cuestión preguntarle a esta señora a que se refiere con la palabra atropellos; tal vez aluda a los beneficios sociales impulsados durante la gestión del gobierno. Por otro lado, si tanto les molesta la  incierta reforma y, verdaderamente, quiere activar mecanismos de participación: ¿Porqué no sugiere convocar a un referendum para consultar a la población si está de acuerdo o no con una reforma de la Carta Magna?
¿O acaso cirscuncribe “la participación popular” a esa franja minoritaria de personas que le brindaron su voto en las últimas elecciones? 
Nadie está planteando que, a pesar de la escasa representatividad de estas vertientes políticas, carezcan de derecho a expresarse; lo que si indigna es que, al momento de hacerlo, se atribuyan la representación del pueblo en su conjunto, confundiendo la parte (indiscutiblemente minoritaria) con el todo.
Lo que en última instancia, pone de manifiesto que en vez de procurar “la felicidad del mayor número” están dispuestos a favorecer el bienestar de unos pocos; eso si, incluyendo a sus auténticos representados: Las Corporaciones.
Por otra parte un buen ejercicio, para saber que pretende este "aglomerado" de dirigentes, sería preguntarse: ¿Con que no esta en desacuerdo la oposición?
Ya que lo que buena parte de la población concibe como grandes logros, por ej. estatización de los fondos de pensión y jubilación, ley de medios, recuperación de YPF, fútbol para todos, política de derechos humanos; entre otras cuestiones, ha sido rechazado reiteradamente por vastos sectores opositores.
Como vemos en el lenguaje opositor las definiciones están forjadas al calor de “sus necesidades e intenciones”; que al parecer no es otra que retrotraernos a la argentina prekirchnerista.
 Así nos hablan de la dictadura K, en pleno Estado de Derecho, con el Congreso funcionando –donde muchos de ellos forman parte integrante- y con la más virulenta y rabiosa campaña opositora que se haya visto a lo largo de los últimos años. Después de todo, asociar un democracia real con una “dictadura” es, guste o no, cultivar la posibilidad de que cualquier intento destituyente sea tolerado con indiferencia por aquellos sectores que no alcancen a discernir una cosa de la otra.
Así también, no repudian en lo más mínimo las expresiones de ciertos medios de (des)información que no solo descalifican recurrentemente la investidura presidencial; sino que hasta se dan el tupé (en lo que ellos califican como "situación dictatorial") de caricaturizar morbosamente a la Presidenta de la Nación, en tapas de revista .
Con dirigentes que al igual que la mayoría de esos medios, recogen frases descontextualizadas de la presidenta para luego machacar con el propósito de deteriorar la imagen presidencial; legitimando, de ese manera, las mentiras ventiladas por los medios privados.  
En síntesis: dirigentes de poca talla para poder ser calificados de dignos opositores. 
Es en realidad una pena que hasta el momento los rumores de reforma constitucional no hayan sido verdaderamente fundados; tal vez la oposición con su “mediocre inventiva” pueda transformar en realidad el asunto.
Ya que, si el futuro de éste país se deposita en manos de ésto que se da en llamar “La Oposición”; la Argentina habrá perdido definitivamente la posibilidad de consagrarse como Nación independiente.


(1) Pagina 12 7/9/2012

miércoles, 5 de septiembre de 2012

La libertad de denunciar...a Fito



 










La manera de concebir la libertad de expresión, de parte de determinados dirigentes porteños, es absolutamente muy particular. Por un lado, responsabilizan al gobierno nacional de atentar contra dicha libertad por la utilización de la cadena nacional para difundir los mensajes presidenciales; por el otro, sostienen que el gobierno y merced a un programa -6,7,8- que se difunde una hora diaria en un solo canal de televisión (que además es público) intenta “adoctrinar” a la ciudadanía. Claro que si se analiza la estructura de medios existente en la Argentina y el volumen de programación audiovisual, aquello no llega a representar proporcionalmente ni el 1% de esa cantidad. Curiosa manera de “adoctrinar” con la ocupación de porcentajes tan bajos en el espectro radiofónico y televisivo; y mucho más si tenemos en cuenta que el 99% restante se encarga de criticar y denostar al gobierno federal por haber, entre otras cosas, interrumpido los grandes negocios de la corporación mediática.

Pero bueno, esto de "sobredimensionar" -cual si fuera una exorbitancia- la regulación del Estado en los medios de comunicación, por parte de los representantes de la oposición, no deja de ser toda una definición política encubierta.

Nadie ignora que en otras épocas (principios del siglo XX) el Estado podía apoderarse del control comunicacional y desarrollar, de ese modo, toda una política orientada a uniformizar el pensamiento colectivo. De allí que fuera necesario, no solo reducir a la mínima expresión la posesión de medios de comunicación en poder del Estado; sino, por sobre todo,  garantizar la existencia de medios de comunicación privados que representaran, en cierta manera, la expresión de la totalidad de las voces y pensamientos existentes en el arco social. El problema devino, para finales del mismo siglo, cuando las corporaciones económicas durante su proceso de agigantamiento fueron extendiendo sus “raíces” (“tentáculos”) en diversas fracciones del terreno económico-financiero y visualizaron el área comunicacional como una buena herramienta para conservar, ampliar y fortalecer sus negocios. A partir de entonces, la finalidad de la información dejo de estar relacionada con la presunta verdad para subordinarse definitivamente a las "necesidades comerciales" de los grupos económicos dominantes.
Esto, variante más, variante menos, es lo que ha acontecido en buena parte de la geografía mundial y, obviamente, la Argentina no ha sido la excepción.
Lo cierto es que ante esta nueva situación las políticas gubernamentales que, eventualmente, podían interferir con las apetencias de las corporaciones económicas se vieron desprovistas de difusión mediática impidiendo, de ese modo, que la gran mayoría de la población llegara a conocerlas y, por ende, brindara su consentimiento a la ejecución de las mismas.
Asi se fue reduciendo el poder político estatal y, contrario sensu, fortaleciendo el poder político de unos pocos que, por su poder de dominio comunicacional, estaban ( y aun están, en menor grado) en condiciones no solo de manipular el consenso social en función de sus intereses; sino de "arrancarle" a los gobiernos un conjunto de beneficios para no alentar a "la opinión pública" en su contra.

Por fortuna, en nuestro país, la disputa desatada entre las autoridades nacionales y la corporación más grande (Clarín) en materia comunicacional ha puesto en evidencia los intereses en pugna. Pero no solo eso, sino que por añadidura pone de relieve cuales miembros de la clase política local están de un lado u otro del conflicto.
Así vemos como un sector de los dirigentes políticos "argentinos" se hace eco (diríamos complices) de las premisas enarboladas por los multimedios, manifestando que en el país no hay libertad de expresión; cuando por el contrario, jamás en la historia de los últimos años hubo tanta diversidad de opiniones.

Sin margen de dudas, los hechos desmienten absolutamente esas falsas imputaciones; pero la incongruencia más ostensible es la, que a diario, revelan quienes se erigen en paladines de la libertad de expresión.

Me refiero específicamente a los dirigentes del PRO (con el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, a la cabeza) que en el curso de los últimos 10 días han protagonizado tres hechos que ponen en evidencia la concepción, tan particular, que poseen sobre la significación de la libertad.


En primer lugar
, el gobierno porteño instala una línea telefónica para denunciar anónimamente actividades políticas en los colegios. Al parecer la actividad política debe estar vedada para los jóvenes que deben desarrollar su intelecto desprovistos de todo contacto “contaminante”. Claro que los “destacados” dirigentes aducen que lo que se trata de evitar es la política partidaria. Sin embargo, cuando los docentes y alumnos de una escuela capitalina realizaron una “parodia” en defensa de la escuela pública sin expresar pertenencia partidaria alguna; fueron separados, lisa y llanamente, de sus respectivos cargos.


En segundo lugar
, se cuestionó la distribución realizada a la salida de un colegio, por parte de un grupo de jóvenes, de la tradicional historieta conocida como “El Eternauta”. Historieta ésta donde lo que prima no son los héroes individuales, sino los héroes colectivos desplegando, en consecuencia, a través de sus páginas mensajes de solidaridad y compromiso social que, en definitiva, hacen a la construcción de una sociedad mejor . A tal punto llegaron los cuestionamientos que el Jefe de Gobierno porteño salió a decir que “El Eternauta” tenía la entrada prohibida a las escuelas. Puede haber algo más ridículo (o fascitoide) que arrogarse la facultad de prohibir una historieta. Si eso no es cercenar la libertad, no se como llamarlo. Claro, después se dio cuenta y rectificó sus dichos con la “ingenuidad” de justificar que quisó decir el “Néstornauta” y no el Eternauta; como si hubiese otra historieta que se imprima bajo el nombre de Néstor (Kirchner) .


En tercer lugar, merced a las declaraciones del músico Fito Paez expresando que le resultaba patético observar la instrumentación de medidas como la de “denuncie ya” (siempre y cuando se vea a un joven militando políticamente en una escuela), en relación a eso expresó: “A mi me sale un monster y pienso esta gente en la dictadura hubiera sido buchona, hubiera entregado gente”. Ya que el método de denuncia anónima, fue uno de los tantos medios utilizado por la dictadura para acallar las voces de protesta.

La reacción de los “incondicionales” defensores de la libertad de opinión, no pudo ser otra que "la  mejor"; pues, amenazar con demandar judicialmente a Fito por sus declaraciones.  Ya vemos como se comportan estos amantes de la libertad; tal vez porque posean una extraña manera de concebir la libertad de expresión.

Como diría el célebre pensador francés (Voltaire) éstos son los dirigentes que dicen: “Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento, pero muera aquél que no piense como yo”.