Vistas de página en total

viernes, 23 de diciembre de 2011

Un cierre de año sin mitos y sin milagros!!! Pero felices!!








Atendiendo al panorama internacional deberíamos estar sumamente preocupados por lo que acontece en la esfera económica como consecuencia de la crisis que afecta a las naciones del Hemisferio Norte. Sin embargo, el cierre del año encuentra a nuestro país, al igual que gran parte de las naciones del continente latinoamericano, gozando de cierta tranquilidad fundada en la solidez de sus variables económicas.
Sin hacer alarde de nada, lo concreto, es que nos presentamos ante el mundo como un país que viene creciendo ininterrumpidamente merced a la aplicación de políticas heterodoxas que nada tienen en común con las sugeridas por los organismos internacionales de crédito, ni con las que pregona el pensamiento hegemónico de los países centrales. Un claro ejemplo de ello, es el hecho de que la prensa internacional (estrechamente vinculada al sistema financiero global) omite hacer referencia al caso argentino como modelo a seguir. Obviamente, si nuestro país estuviere aplicando políticas ortodoxas en el campo económico y los indicadores, en ese terreno, fuesen los mismos que hoy esbozamos, los titulares de los grandes periódicos internacionales estarían hablando del Milagro Argentino.
Claro que este supuesto es solo mencionable en el plano de la imaginación; ya que de aplicarse la conocida teoría neoliberal (ortodoxia) el país no solo no se hubiere recuperado; sino que estaría al borde de la desaparición. Sin embargo, el ejemplo resulta válido para contraponerlo a los sucesivos milagros que nos fueron vendiendo a lo largo de las últimas décadas, entre ellos, “los milagros”: chileno, mexicano, letón, irlandés, por citar solo unos pocos. Cada uno de esos “milagros” se caracterizó por afrontar su deuda exterior con políticas restrictivas del gasto público, por planes de austeridad,  por procurar “no distorsionar” el libre desarrollo del mercado y por reducir la capacidad de compra de la mayoría de sus habitantes.
No obstante, y esto en boca de un agnóstico, los milagros no existen en materia económica y resultóse que esas “providenciales economías”, más temprano que tarde, terminaron derrumbándose como "paradigmas dignos de ser imitados"
Desde luego que en política nunca es saludable adoptar un comportamiento simiesco, esto es, imitar a rajatabla el proceder de los otros. No solo porque estaríamos renegando de aquel consejo kantiano que sugiere recurrir a nuestro propio entendimiento -sapere aude- lo que pondría de manifiesto nuestro grado de subordinación a “la inteligencia exterior”. Sino porque al copiar modelos y teorías sugeridas por los grandes centros y aplicarlas en nuestro país tal como vienen, estaríamos soslayando las particularidades propias de nuestra estructura económica-social lo que conduciría inevitablemente al fracaso. Con el agravante que dichas teorías están confeccionadas atendiendo las necesidades de los países centrales que, como es susceptible de verificar a lo largo de la historia, suelen ser incompatibles con nuestras necesidades de desarrollo.
Aún así hay que reconocer que, lamentablemente, las teorías impulsadas por los denominados “Think Tanks” dieron sus frutos y a partir de la década del ochenta se entronizó el pensamiento neoliberal como modelo aplicable de manera universal.
Lo que ocultaron, y ocultan, sus impulsores fue que esa descarnada teoría (la del libre mercado) resultó un verdadero “caza-bobos” para quienes la instrumentaron; ya que con el tiempo provocó (y en esto basta recordar latinoamérica en los años 90) la explosión de todos los indicadores económicos de un país, sumiendo a sus habitantes en el empobrecimiento y el desempleo; mientras que al mismo tiempo se incrementaba su grado de endeudamiento externo y con ello su grado de vulnerabilidad.
Los argentinos la conocemos muy bien, ya que padecimos sus letales efectos; y ahora contemplamos, no sin asombro, su instrumentación en buena parte de los países europeos. Es una pena que no tengan en cuenta nuestra historia reciente (nos referimos a la del 2001) los pueblos de aquellas naciones que hoy están padeciendo las políticas de ajuste. En nuestro caso, y por suerte, sí sacamos provecho de esa triste y nefasta experiencia. Y un ejemplo de ello, es el respaldo recibido por nuestra presidenta en los comicios del mes de octubre.
Ahora, hasta en ambas cámaras legislativas el gobierno tiene mayoría y en los hechos se observa la nueva dinámica impresa por la actual composición de sus miembros.
En solo escasos días se aprobó el nuevo Estatuto del Peón Rural con un sinnúmero de beneficios para los trabajadores del sector; la denominada “Ley de Tierras” que pone límites a la adquisición de predios en manos extranjeras; se ha sancionado la ley que declara de interés público la producción, comercialización y distribución del papel para diarios garantizando en consecuencia el acceso al mismo a los pequeñas empresas del área. Curiosamente este proceder de nuestros legisladores arroja al vacío otro de los mitos montados por el pensamiento neoliberal que “un gobierno con mayoría absoluta atenta contra el buen funcionamiento de la democracia”.
Por el contrario, ha quedado palmariamente demostrado que es al revés. En el último período legislativo “la oposición”, que numéricamente era mayoría en una de las cámaras, imposibilitó cuanto proyecto se enviara al recinto; cajoneando de ese modo toda iniciativa oficial.
La vara para medir la viabilidad de un proyecto no pasaba por la calidad o lo significativo de la propuesta; pues, solo se trataban aquellos proyectos que no tuvieran la impronta del oficialismo. Lo que reducía a la mínima expresión la producción parlamentaria; ya que la mayoría de los proyectos a tratar eran remitidos por los representantes del gobierno. Tal era el grado de “irracionalidad” de los opositores que hasta se negaron a aprobar el presupuesto; e inclusive montando toda una teatralización en connivencia con determinados medios privados, muy propensos éstos a difundir mitos entre sus seguidores (televidentes, oyentes y lectores) para confundirlos políticamente.
Lo concreto, es que podemos esperar la entrada del nuevo año con la satisfacción de avanzar en la dirección correcta. Y eso no es fruto de la casualidad, es obra de un gobierno al que debemos apoyar pero siempre críticamente: No obsecuentemente, porque eso no sería apoyar; eso sería desmerecer todos los avances que se vienen realizando.
Y, por cierto, también es obra de un pueblo que ha sacado provecho de su experiencia. Porque como diría A. Huxley: “La experiencia no es lo que te sucede; sino lo que haces con lo que te sucede”.  
 


Queridos amigos lectores, aprovecho para desearles a todos ustedes y de todo corazón, una Feliz Navidad y un excelente y próspero Año Nuevo!!!!! Y, además, para aquellos que se encuentran fuera de nuestro país un fuerte y cálido abrazo argentino!! Para nuestros compatriotas que se encuentran en el exterior, nuestros deseos que puedan regresar a nuestra querida Argentina. Y para los extranjeros que siguen desde la distancia nuestra realidad; que puedan visitarnos prontamente, que serán bienvenidos.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Moyano y evitemos la "excomulgación"








“Gobernar es crear disensos” (Anátole France)


La frase del escritor francés pone de manifiesto una verdad de perogrullo, todo gobernante que procure modificar el estado de cosas dado va a generar aprobaciones y rechazos, apoyaturas y críticas que van a estar determinadas, generalmente, en virtud de “la víscera más sensible del hombre: el bolsillo” como diría el Gral. Perón.
El acto de ayer donde el líder de camioneros desplegó una serie de cuestionamientos al gobierno nacional no escapo a las generales de la ley.
Más allá de las “heridas” suscitadas, en un primer momento, por la no incorporación en la lista de candidatos a legisladores por parte de hombres afines al titular de la CGT; el incierto futuro de las obras sociales merced a un supuesto proyecto gubernamental que brindaría una cobertura médico-asistencial que traería un sinnúmero de beneficios para la ciudadanía en su conjunto, quizá sea el catalizador que condicionó la retórica de Hugo Moyano. La reacción de éste, que vista desde nuestra perspectiva puede parecer desairosa; observada desde el terreno de los sindicatos es nos guste o no, ineludiblemente, lógica. Máxime si tenemos en cuenta que Hugo Moyano es un representante corporativo –si bien de una corporación de los trabajadores-  y no de los cuarenta millones de argentinos como lo es nuestra presidenta.
Ahora bien, más allá del conflicto que pueda surgir por estos temas puntuales (y otros que no son de público conocimiento) es dable tener presente que quienes se encuentren en una u otra vereda pertenecen, con diferentes enfoques y comportamientos, al mismo espacio político; concretamente nos referimos: al campo nacional y popular.
Por eso debemos ser muy prudentes en nuestro accionar y en nuestras opiniones y no prestarnos a satisfacer a quienes, con extremado deleite, saborearían un recrudecimiento de las posiciones, especulando con una virtual ruptura a futuro entre la CGT y el gobierno.
No es casualidad que los más enconados opositores al gobierno ahora se encuentren “respaldando” con sus declaraciones, en la mayoría de los medios privados de radio y televisión, la figura de Moyano.
El hasta hace muy poco vituperado referente de camioneros, repentinamente paso a ser el centro de la noticia pero no ya como objeto de críticas por su condición de “aliado oficialista”; sino como expresión de los sindicatos que “empiezan a cuestionar el modelo” y la conducción de la presidenta. Si hasta su más enconado opositor en el ámbito gremial, el tristemente célebre Luis Barrionuevo, acaba de verter elogios sobre la figura del Secretario General de los Trabajadores.
Sin lugar a dudas, creemos que Moyano se equivoca  en hacer públicas sus discrepancias con un gobierno con el que, en los contenidos, tiene más afinidades que diferencias.
El debe saber perfectamente que quienes hoy “lo aplauden” son los mismos que se ensañaron sistemáticamente con su persona y su posición gremial durante todos estos años y no vacilarán en retomar esas críticas cuando sus actos, al menos en el plano objetivo, dejen de ser funcionales a sus inconfesables intereses.
No estamos negando la posibilidad de que el sector que representa tenga derecho a disputar espacios de poder; en política siempre se disputan esos espacios. Lo malo no es hacerlo, lo malo es hacerlo sin tener en cuenta las consecuencias que esa disputa puede traer aparejada.
Por eso creemos que Moyano se equivoca, y no tanto en el momento para formular sus demandas; sino en el ámbito en que las realiza. Pero más allá de sus errores tampoco nosotros debemos “excomulgar”  la figura de Moyano, después de todo es dable reconocer que las banderas que enarboló en la década menemista sirvieron para mantener latente la construcción de un proyecto nacional y popular. Y también es razonable reconocer que cuando el actual gobierno (y en ello no hacemos diferencia, ya que no la hay, entre Néstor y Cristina) necesito respaldo, ahí estuvo la CGT apoyando; si bien es cierto que el apoyo no estaba desprovisto en lo más mínimo de carga ideológica. Ya que estaba apoyando la construcción de un proyecto político que tenia al trabajador como destinatario principal del mismo.
La historia latinoamericana nos brinda sobrados ejemplos de lo que suele acontecer cuando los sectores populares entran en confrontaciones banales unos con otros, y ya estamos lo suficientemente maduros como para no pecar de ingenuos.
Por eso estamos convencidos que no es tiempo de escisiones y mucho menos de fomentar divisionismos como pretenden “los auténticos opositores” al modelo que hoy se muestran como “los nuevos amigos” del líder sindical. Por el contrario, es momento de atemperar las aguas y discutir lo que sea necesario pero siempre en el lugar adecuado y en el marco del modelo común que nos contiene a todos los que reivindicamos el modelo nacional y popular.
Los trabajadores saben que tienen en el gobierno un aliado fiel y leal para seguir avanzando en sus conquistas y el gobierno sabe que para seguir dando pasos en esa dirección necesita el acompañamiento de aquellos representantes sindicales que no se prestaron venalmente a traicionar los intereses de los trabajadores. Por eso no es cuestión de dividir, sino de cohesionar posiciones, de aunar esfuerzos; después de todo, no hay que olvidar que ambos sectores están bregando por lo mismo: la felicidad de nuestro pueblo.

sábado, 10 de diciembre de 2011

La construcción de las coyunturas y el discurso presidencial






La presidenta Cristina Fernández prestó juramento, para su nuevo ejercicio presidencial, ante la Asamblea Legislativa. No siempre es muy emotiva la ceremonia de asunción de los presidentes argentinos y, obviamente, esa sensación varía en función de la personalidad y la percepción que se tiene de la figura que asume en determinado momento histórico.
En esta ocasión, para muchos argentinos -entre otros, quien escribe- el clima ha sido por demás propicio para conmoverse en virtud de las particulares circunstancias que rodearon a esta presidenta en el curso de su primer mandato y con más razón, por tratarse de uno de los pocos (con excepción hecha de su ex marido, Néstor Kirchner) mandatarios que pueden exhibir un rosario de realizaciones a favor del pueblo a lo largo de toda su gestión.
Por eso no es casualidad que el pueblo (o la gente, como gustan decir algunos) haya salido a festejar esta nueva jura de, la para muchos “compañera”, Cristina Fernández de Kirchner.
Pero lo cierto es que, más allá de los justificados festejos, la presidenta en el tradicional discurso a la Asamblea Legislativa no solo ratificó los contenidos de su propuesta “nacional, popular y profundamente democrática”, sino que dejó bien en claro que “no es la presidenta de las corporaciones; sino de los cuarenta millones de argentinos”. Esto que tal vez no sea muy relevante para un observador recién llegado a la arena de la actividad política nacional; es, sin lugar a dudas, extremadamente significativo para quienes venimos contemplando la historia política de nuestro país.
Hasta la llegada de Néstor al poder, los distintos mandatarios argentinos fueron “presa fácil” de los diferentes depredadores corporativos. Si bien es preciso reconocer que, exceptuando un “tibio intento” durante la primer etapa de advenimiento de la democracia en 1983, todos los mandatarios se dejaron condicionar dócilmente por los representantes del poder corporativo.
La práctica era tan habitual que al mismo Kirchner intentaron someter ab initio de su gestión. Bien vale recordar, el frustrado intento de condicionar la administración del célebre “pingüino”, por parte de los poderes dominantes (hoy mucho más debilitados, no extinguidos) en aquel momento; intención que se vio plasmada en la nota editorial del director del periódico “La Nación” el mismo día de asunción de Néstor Kirchner.
Allí se exteriorizaba un “pliego de condiciones” a las que debía someterse el flamante gobierno a riesgo de no perdurar por más de un año.
Lo que no podían imaginar estos señores era que, un mandatario que accedía a la presidencia de la república con un bajo número de votantes y ante una ciudadanía profundamente escéptica, iba a ser capaz de articular al pueblo en su discurso y con ello construir, paulatinamente, una hegemonía política capaz de modificar el hasta entonces, inalterable status quo.
La historia ya la conocemos, y Néstor ingreso en ella por la Puerta Grande, al igual que su inseparable compañera.
Por ello la expresión de la presidenta revela felizmente el signo de los tiempos; y pone al desnudo cuanta mendacidad hay en los persistentes predicadores de los supuestos “vientos de cola”.
De no haber llegado los Kirchner al poder la estructura política argentina iba a continuar la senda del sometimiento a las corporaciones. De ahí que jamás, hubiéramos gozado de “coyunturas felices” porque los vientos en política no responden a fenómenos de la naturaleza -esto es, a hechos impredecibles- como quieren hacernos creer. Sino que son la resultante de la voluntad política de los dirigentes y si esos mismos dirigentes están dispuestos a pactar con las corporaciones dominantes no hay vientos capaces de modificar el estado de cosas dado.
Si fuese cierto lo de los vientos: ¿Porqué el resto de las naciones de la región no crece a las mismas tasas que nosotros? ¿Por qué la relación deuda-PBI (producto bruto interno) es la más baja de la historia de las últimas largas décadas, aún en el marco de una crisis económica internacional? ¿Porqué la deuda pública en moneda extranjera, una vez efectuados los pagos de diciembre del año en curso, va a pasar a ser del 8.7% del total? ¿Porqué se pudo superar, como bien lo destacó en su discurso la presidenta, cinco corridas cambiarias?
Sencillamente, porque hay una voluntad política firme que no esta dispuesta a dejarse doblegar ante las presiones que recibe de los sectores del privilegio.
Quien conozca un poco la historia contemporánea, puede recordar que durante el gobierno de Alfonsín las corporaciones lo sometieron a éste ininterrumpidamente, aún habiendo accedido aquél a la mayoría de sus “peticiones”. Sin embargo, y a pesar de sus concesiones, padeció una furibunda corrida cambiaria que lo obligó a retirarse de su mandato antes de tiempo.
Como no recordar la imagen de uno de sus últimos ministros de economía, hablando por cadena nacional con el rostro por demás extenuado como símbolo de su agotamiento y dirigiéndose a los denominados “Capitanes de la industria” con esa frase tan pueril como emblemática: “.....Les hable con el corazón y me respondieron con el bolsillo”. Pobre Juan C. Pugliese, así se llamaba el ministro, omitió que la regla de oro de las corporaciones es proceder en función de la avidez de sus bolsillos.
De ahí la importancia de haber contado con gobernantes de la talla de Néstor kirchner y Cristina Fernández.
Por eso insisto, en que el significado del discurso de la presidenta es trascendental; los argentinos estamos viviendo momentos inimaginados hace una década atrás. Quién podía imaginar que luego de tantas frustraciones, iba a venir un gobierno capaz de confrontar contra los detentadores del poder real, quien podía suponer que la política iba a destituir el “reinado de los tecnócratas” para fijar, definitivamente, las prioridades a las que debe subordinarse un modelo económico que se precie de humanista.
La magnitud de los cambios que se vienen realizando desde que Néstor y Cristina se hicieron cargo del poder del estado es, verdaderamente, inconmensurable y solo se van a poder apreciar en su cabal dimensión con el transcurso del tiempo. Pero la Argentina de hoy es otra, como serán otros los argentinos del mañana que habitarán un país digno de ser llamado Nación.          

lunes, 5 de diciembre de 2011

Un "pacifista" que integra el batallón liberal



       






La revisión de la historia argentina ha sido uno de esos tradicionales temas prohibidos durante el siglo pasado y lo seguiría siendo, sino fuese que existe hoy en la Argentina un gobierno dispuesto a democratizar “el conocimiento histórico” con el propósito de aproximarnos a la verdad de lo que aconteció en nuestros orígenes como nación.
Hasta el momento, la “ortodoxia liberal” se encargo de defenestrar, a lo largo de los tiempos, a todo historiador que intentase cuestionar los contenidos de la historia oficial. De ahí que, revisar la historia siempre constituyó una “herejía” para quienes expresaban –y expresan- un modelo de país semicolonial, con escaso margen de independencia y proclive a resaltar las bondades de la extranjerización en desmedro de lo autóctono y de lo popular.
El problema, para la ortodoxia, no pasa por mantener incólume la figura de los “próceres” que su  pensamiento político realza; en absoluto, lo preocupante para este sector  es que se conozcan las perniciosas consecuencias que el proceder de muchos de sus “reivindicados héroes” tuvieron para el desarrollo de nuestra nación.
Después de todo, los liberales saben perfectamente que mantener intactos los postulados de la historia oficial garantiza, no solo el desconocimiento de la historia real; sino la posibilidad de conseguir adeptos a las opiniones establecidas a lo largo de los años.
No es casual que uno de los más fervorosos exponentes de la historia oficial o clásica como él mismo la define, Mariano Grondona, salga a cuestionar la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.
Más allá de haber sido amanuense tradicional del diario de los Mitre, Grondona apelando, como es su costumbre, a la técnica del camuflaje se reviste de pacifista (supuestamente una posición intermedia entre los historiadores liberales y revisionistas) para cuestionar la decisión presidencial de la creación del mencionado instituto. Y lamenta que nuestra presidenta no haya adoptado la perspectiva pacifista representada, según sus propias palabras, por “…un prócer tolerante como Justo José de Urquiza aquél que dijo ni vencedores ni vencidos y a quien pudieron continuar los grandes presidentes fundadores que, nos dieron un largo e impar período de prosperidad”.
Sería bueno imaginarnos la opinión que el Cnel. Martiniano Chilavert nos daría del “pacifista de Urquiza”, que luego de la batalla de Caseros decidió fusilarlo por la espalda porque se atrevió a cuestionar que las tropas que el general entrerriano comandaba estaban integradas por soldados extranjeros. O la de los integrantes del batallón de Aquino que luego de rendirse fueron fusilados y colgados en los árboles de Palermo.
O la que nos proveería López Jordan cuando el mismo Urquiza traicionando los esfuerzos de los caudillos  federales pactó con Mitre sepultando las aspiraciones de un verdadero federalismo.
Lo cierto es, que el miedo a que nuestro pueblo conozca la historia real no radica en el descubrimiento de la certeza histórica; sino en las consecuencias que ese descubrimiento pueda tener para el porvenir de nuestra patria. Si ello sucede, ¿Cómo re-instalar el pensamiento colonial una vez que el pueblo conozca la verdad? ¿Cómo engañar a los argentinos si se corre el velo que cubre los intereses dominantes en cada período histórico? ¿Cómo preservar el orden establecido por la mentada ortodoxia si se pone al desnudo el modelo de país que propiciaron históricamente?
Ha habido, desde la traición de Urquiza, como bien lo señaló Don Arturo Jauretche una política de la historia  cuyo propósito consistió en ocultar la verdad a efecto de posibilitar que unos pocos manejen a piacere los destinos del país.
Por eso, siempre es hora de revisar la historia, máxime si tenemos en cuenta aquello de “si la historia la escriben los que ganan; entonces, quiere decir que hay otra historia”.
Sin ir más lejos, cuando observamos ciertos programas televisivos de la actualidad, percibimos que pocos "periodistas" y/o políticos resisten un archivo. Ni hablar cuando leemos las editoriales u artículos de opinión de ciertos columnistas de los denominados periódicos "tradicionales". Obviamente, si no se pudiese revisar sus dichos, sus artículos o sus procederes podríamos no recordar quienes son verdaderamente. En consecuencia, seríamos pasibles del engaño permanente.
Ni hablar en cuestiones históricas, de ahi que solo quienes opten por el falseamiento de la historia pueden oponerse a que se la revise. Al fin de cuentas: ¿Cual es el problema? ¿ Si la veracidad de "la historia oficial" es tal como manifiestan los "señoritos" liberales que problema tienen en que se la revise? ¿O acaso ellos también dudan de la veracidad de la misma?
Observemos el artículo de Grondona, donde se encomia la figura de don Justo José como el gran pacifista de la época. Pues, podríamos mencionar un sinnúmero de atrocidades cometidas por el general entrerriano; sin embargo, las mismas se ocultan deliberadamente -como la de tantos otros "próceres" oficiales- por la denominada historia clásica, que a su vez, lo presenta como un auténtico caudillo federal. ¿Será quizá que don Mariano no conoce la historia fehacientemente? No, en verdad, me cuesta creer que lo ignore; por el contrario, la conoce muy bien. 
Por ello, la mención del “prócer tolerante” no es fortuita en Mariano Grondona, que siempre ha reivindicado a los que proceden en desmedro de nuestra nación traicionando los intereses populares. En los 60 reivindicaba a Onganía, en el 76 a la dictadura, en los 90 a Menem, y hoy a Urquiza,. En su caso, es dable reconocer su coherencia a lo largo de los tiempos.
No obstante, es bueno reconocer que siempre ha tomado partido por la falsificación de la historia; lo que motiva aún más nuestro respaldo a la oportuna decisión presidencial.