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lunes, 5 de diciembre de 2011

Un "pacifista" que integra el batallón liberal



       






La revisión de la historia argentina ha sido uno de esos tradicionales temas prohibidos durante el siglo pasado y lo seguiría siendo, sino fuese que existe hoy en la Argentina un gobierno dispuesto a democratizar “el conocimiento histórico” con el propósito de aproximarnos a la verdad de lo que aconteció en nuestros orígenes como nación.
Hasta el momento, la “ortodoxia liberal” se encargo de defenestrar, a lo largo de los tiempos, a todo historiador que intentase cuestionar los contenidos de la historia oficial. De ahí que, revisar la historia siempre constituyó una “herejía” para quienes expresaban –y expresan- un modelo de país semicolonial, con escaso margen de independencia y proclive a resaltar las bondades de la extranjerización en desmedro de lo autóctono y de lo popular.
El problema, para la ortodoxia, no pasa por mantener incólume la figura de los “próceres” que su  pensamiento político realza; en absoluto, lo preocupante para este sector  es que se conozcan las perniciosas consecuencias que el proceder de muchos de sus “reivindicados héroes” tuvieron para el desarrollo de nuestra nación.
Después de todo, los liberales saben perfectamente que mantener intactos los postulados de la historia oficial garantiza, no solo el desconocimiento de la historia real; sino la posibilidad de conseguir adeptos a las opiniones establecidas a lo largo de los años.
No es casual que uno de los más fervorosos exponentes de la historia oficial o clásica como él mismo la define, Mariano Grondona, salga a cuestionar la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.
Más allá de haber sido amanuense tradicional del diario de los Mitre, Grondona apelando, como es su costumbre, a la técnica del camuflaje se reviste de pacifista (supuestamente una posición intermedia entre los historiadores liberales y revisionistas) para cuestionar la decisión presidencial de la creación del mencionado instituto. Y lamenta que nuestra presidenta no haya adoptado la perspectiva pacifista representada, según sus propias palabras, por “…un prócer tolerante como Justo José de Urquiza aquél que dijo ni vencedores ni vencidos y a quien pudieron continuar los grandes presidentes fundadores que, nos dieron un largo e impar período de prosperidad”.
Sería bueno imaginarnos la opinión que el Cnel. Martiniano Chilavert nos daría del “pacifista de Urquiza”, que luego de la batalla de Caseros decidió fusilarlo por la espalda porque se atrevió a cuestionar que las tropas que el general entrerriano comandaba estaban integradas por soldados extranjeros. O la de los integrantes del batallón de Aquino que luego de rendirse fueron fusilados y colgados en los árboles de Palermo.
O la que nos proveería López Jordan cuando el mismo Urquiza traicionando los esfuerzos de los caudillos  federales pactó con Mitre sepultando las aspiraciones de un verdadero federalismo.
Lo cierto es, que el miedo a que nuestro pueblo conozca la historia real no radica en el descubrimiento de la certeza histórica; sino en las consecuencias que ese descubrimiento pueda tener para el porvenir de nuestra patria. Si ello sucede, ¿Cómo re-instalar el pensamiento colonial una vez que el pueblo conozca la verdad? ¿Cómo engañar a los argentinos si se corre el velo que cubre los intereses dominantes en cada período histórico? ¿Cómo preservar el orden establecido por la mentada ortodoxia si se pone al desnudo el modelo de país que propiciaron históricamente?
Ha habido, desde la traición de Urquiza, como bien lo señaló Don Arturo Jauretche una política de la historia  cuyo propósito consistió en ocultar la verdad a efecto de posibilitar que unos pocos manejen a piacere los destinos del país.
Por eso, siempre es hora de revisar la historia, máxime si tenemos en cuenta aquello de “si la historia la escriben los que ganan; entonces, quiere decir que hay otra historia”.
Sin ir más lejos, cuando observamos ciertos programas televisivos de la actualidad, percibimos que pocos "periodistas" y/o políticos resisten un archivo. Ni hablar cuando leemos las editoriales u artículos de opinión de ciertos columnistas de los denominados periódicos "tradicionales". Obviamente, si no se pudiese revisar sus dichos, sus artículos o sus procederes podríamos no recordar quienes son verdaderamente. En consecuencia, seríamos pasibles del engaño permanente.
Ni hablar en cuestiones históricas, de ahi que solo quienes opten por el falseamiento de la historia pueden oponerse a que se la revise. Al fin de cuentas: ¿Cual es el problema? ¿ Si la veracidad de "la historia oficial" es tal como manifiestan los "señoritos" liberales que problema tienen en que se la revise? ¿O acaso ellos también dudan de la veracidad de la misma?
Observemos el artículo de Grondona, donde se encomia la figura de don Justo José como el gran pacifista de la época. Pues, podríamos mencionar un sinnúmero de atrocidades cometidas por el general entrerriano; sin embargo, las mismas se ocultan deliberadamente -como la de tantos otros "próceres" oficiales- por la denominada historia clásica, que a su vez, lo presenta como un auténtico caudillo federal. ¿Será quizá que don Mariano no conoce la historia fehacientemente? No, en verdad, me cuesta creer que lo ignore; por el contrario, la conoce muy bien. 
Por ello, la mención del “prócer tolerante” no es fortuita en Mariano Grondona, que siempre ha reivindicado a los que proceden en desmedro de nuestra nación traicionando los intereses populares. En los 60 reivindicaba a Onganía, en el 76 a la dictadura, en los 90 a Menem, y hoy a Urquiza,. En su caso, es dable reconocer su coherencia a lo largo de los tiempos.
No obstante, es bueno reconocer que siempre ha tomado partido por la falsificación de la historia; lo que motiva aún más nuestro respaldo a la oportuna decisión presidencial.    



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