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domingo, 12 de junio de 2011

El Ser, la nada y la concepción humanista de la política

                                              



Cualquier figura geométrica tiene sus lados perfectamente definidos y determinados. Pues, sabemos con certeza cuantos lados tiene un triángulo o un hexágono.
Pero cuando se trata de graficar la vida humana, no es posible hallar figura que la represente; cuanto mucho podemos sostener, como diría Dilthey, que: “la vida es multilateral”. No obstante, y si quisiéramos reducir la vida del hombre a una suerte de representación geométrica, diríamos que su vida se compone de infinidad de lados; porque son infinitas las posibilidades que se le presentan a lo largo de la misma. Pues, siempre habrá más lados que añadirle a esa imaginaria figura, siempre habrá un lado más para agregar a su graficada existencia. En verdad, solo con la muerte podríamos dar por acabada la hipotética figura. Hecho éste que tornaría paradójica la mentada representación; ya que a partir de la muerte, solo tendríamos “la representación de lo inexistente”.
Heidegger decía que “el hombre es un ser para la muerte”. Y la muerte es sencillamente dejar de ser. Y dejar de ser es lo mismo que la Nada. Espeluznante, pero al mismo tiempo tranquilizadora fórmula:

                                 Dejar de Ser = Nada

De ahí que, antes de trazar el último lado en el dibujo que grafica nuestras vidas, siempre es menester procurar encontrar un sentido a nuestra exigua existencia. Resulta saludable y, sin lugar a dudas en muchos aspectos compartible, afirmar que el sentido de la vida consiste, esencialmente, en vivirla.
No obstante, y en ese caso, el sentido que le asignamos a la existencia se agota en nosotros mismos; lo que resulta que consumido nuestro tiempo existencial, ese sentido también se consume, es decir, se confunde con la Nada.
Quizá por ello el célebre Voltaire recomendaba aquello de “Gusta la vida, pero la nada no deja algo bueno”.
Por eso, y sin renunciar a nuestra vida, en todo lo particular que ella tenga; es necesario intentar, cuando menos, dotar a nuestra existencia de un cierto sentido comunitario. O mejor aún, de un cierto compromiso para con lo humano.
Indudablemente, y nadie lo ignora que en estos tiempos, se hace extremadamente difícil hacer prevalecer la figura de lo humano por encima de las cosas y, muy especialmente, por encima de esa que identificamos con la palabra dólar. Pues, la entronización de las cosas ha relegado al hombre a un lugar subalterno.
De ahí, el desprecio que se tiene no solo por la vida humana (basta observar el porqué de: los conflictos, las guerras, el hambre, la experimentación nuclear, el desarrollo de agroquímicos tóxicos, etc. etc.) y, mucho más, por el resto de las especies vivientes; sino también, por la vida de las futuras generaciones que recibirán un “habitat natural” incapaz de proveer lo que, hasta el momento, le ha suministrado a todos los seres vivos.
Y aquí aparece como desvinculado –cuando en realidad no lo es- un fenómeno que comienza a darse en la Argentina y se hace extensivo, paulatinamente, a todo el mapa latinoamericano. Nos referimos al reconocimiento del “Otro”, en contraposición, a la exacerbación de la individualidad fomentada por los cultores del libre mercado.
Al fin de cuentas, y conforme al pensamiento de estos últimos: si el mercado resuelve todo, es lógico que prescindamos de la subjetividad humana para ponderar lo que es necesario hacer.
Los voceros del libre mercado, nos dicen:
Dejemos que las decisiones las tome el mercado, si además, es “un buen distribuidor” de recursos. Y si en esa “buena distribución” quedan unos cuantos fuera; no tienes más que ignorarlos. Tú preocúpate solo por acrecentar tu consumo y disfrutar de la vida.
¿Y el poder de construcción social? Déjaselo al Mercado que él sabrá que hacer.
¿Y el Otro? Ese no es problema tuyo; Tú repliégate en tu individualidad. ¿Cómo? ¿Qué te estas preguntando que es el Mercado? Un lugar donde se ofrecen cosas a cambio de otra cosa que se la denomina moneda. De ahí que, el criterio rector para la toma de decisiones sea el criterio mercantil.
¿Pero como, y la sensibilidad para con los otros? La sensibilidad de criterios es un derivado de las concepciones humanísticas  que terminan conduciendo al hombre por el sendero del error. Así, apelan al Estado para subsanar desigualdades sociales que siempre existirán; por ello, decimos no al intervencionismo estatal. Además, ya lo hemos señalado, ignorá a “los otros”, pues, el considerarlos importa una carga de ideologismo, un componente de subjetividad y de lo que se trata es de des-subjetivizar al sujeto. Nuestro lema es:  fija tu atención en la primer persona del singular.

Éste diálogo imaginario representa, muy sucintamente, la sustancia común de los representantes del pensamiento neoliberal que, lejos de retirarse pacíficamente a sus hogares, están intentando retornar al ejercicio del poder político nuevamente. Y aclaramos esto de poder político, pues, porque buena parte "del poder real" aún continúa en manos de sus representados.
Pero como bien lo señalábamos anteriormente, hay un despertar por atender y considerar la situación del “Otro” en la Argentina de hoy. Y eso tiene que ver con un país que reconoce “el ser del otro”.
Que no recurre a criterios economicistas que reducen la figura de "il uomo" a una simple expresión numérica.
Que cuenta con una Presidenta que no solo a dado muestras más que suficientes de racionalidad; sino que ha demostrado un profundo criterio de sensibilidad social.
Que hay un resurgir del compromiso militante que no se ciñe, como quieren hacernos creer algunos, a ser defensores de un partido político; sino a defender un ideario común que pone al hombre por encima de las cosas.
La fecha se acerca, y los que abjuraron de la figura del hombre para entronizar la figura del Mercado están al acecho.
Quieren restablecer el reinado mercantil, quieren evitar que el sujeto juegue un rol preponderante en la construcción del modelo social. Se podrá decir que muchos de ellos ni siquiera son conscientes de lo que pregonan, es posible; pero de todos modos son funcionales al establecimiento de un modelo de país que desprotege y cosifica al hombre. Sí conocen, entre otras cosas, la utilidad que les proporciona reestablecer un modelo de las características del imperante en nuestro país a finales del siglo XX. Y lo saben por experiencia personal; después de todo han sido –con los detentadores del poder real- los beneficiarios directos de sus nefastos frutos. 
El tiempo dirá quien triunfa, si la concepción humanista que se expresa hoy en la figura de nuestra Presidenta o la propuesta deshumanizadora de "la oposición". 
Esto nos trae a la memoria el libro "El abuso de poder en la Argentina" de Elías Neuman, editado, por entonces, en la década donde el mercado reinaba bajo la complicidad de los grandes medios de comunicación.. En uno de sus párrafos decía lo siguiente: "Explicaba André Malraux la dificultad de asir el concepto prístino e íntimo de dignidad humana y que, tal vez, cabría definirlo por su contrario. Nadie sabe muy bien lo que es la dignidad decía, pero si, en cambio, lo que es humillación. No se trata de oponer la verdad a la mentira, sino de enfrentarla a aquello que es su ausencia".
Pues, en este caso no tratamos de atribuirnos la verdad a título de propietarios. Nada más lejos de nuestro proceder. Pero es suficiente, contrastar ambos modelos -que ya han sido experimentados por la mayoría de los argentinos- para percibir cual de las dos propuestas reivindica la dignidad humana por sobre todas las cosas. En cual de los dos modelos se halla ausente la verdad. Y la respuesta es más que evidente.
Por ello, esperamos, y no como meros espectadores, un categórico triunfo de nuestra Presidenta en los próximos comicios nacionales.

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