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sábado, 21 de febrero de 2015

El retorno de los titiriteros y la "lógica" de la contradicción






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Evidentemente tomar distancia de lo que acaece hoy en nuestro país es, sin lugar a dudas, un imposible. Uno puede intentar realizar un ejercicio de distanciamiento y procurar ver lo que acontece desde una perspectiva diferente a la que nos ofrece el devenir cotidiano que, como es fácil de visualizar, esta signado por la división entre “oficialismo” y “oposición”.
Sin embargo, resulta extremadamente difícil poder hacerlo merced a la distorsión de “la realidad” a la que a diario nos someten los grandes medios de comunicación en su propósito de acumular poder.
Es notable observar (y por cierto, extremadamente preocupante) el poder de “hipnosis” que los medios tienen para anular la capacidad de análisis de vastas franjas de la población. Alarma observar cómo muchas de las expresiones y/o descripciones enunciadas por los medios, y que resultan un rosario de contradicciones con los más elementales principios de la lógica, son no solo aceptados como afirmaciones verosímiles por parte de muchos televidentes, radio-oyentes o lectores; sino que las adoptan como propias elevándolas a la categoría de “verdades reveladas”. 
Para aquellos que concebimos a la razón como el “don” más preciado del género humano -sin con ello menoscabar la importancia de los sentimientos- nos duele contemplar las incongruencias del “entendimiento” estimuladas por el señorío mediático.
Un claro ejemplo de lo que venimos manifestando podemos hallarlo a diario en los medios de comunicación “virulentamente opositores” al gobierno nacional. Se empeñan a todas luces en sembrar sospechas sobre el gobierno, descalificar a determinados funcionarios sin necesidad de fundamentar sus opiniones, de motorizar campañas de desestabilización de manera encubierta, de distorsionar los hechos y de disfrazar como “lógico” el pensar contradictorio. Así observamos como muchos de nuestros ciudadanos, influenciados por el poder mediático, van configurando su “estructura de análisis mental” en función del diseño elaborado por los medios hegemónicos lo que los conduce, en última instancia, a hacerse eco de las expresiones que, falazmente, difunden las grandes corporaciones. 
De esta manera resulta habitual escuchar voces que, paradójicamente, nos hablan de que el gobierno de Cristina Fernández  es “una dictadura”. O escuchar a ciudadanos marchando en una convocatoria opositora decir que en el país “no hay libertad de expresión”.
O como aconteció recientemente en la marcha del  18 de Febrero realizada supuestamente para homenajear a un fiscal (que, al parecer, poco aportó para el esclarecimiento de la causa AMIA y mucho para subordinarla a intereses geopolíticos) que no fue, precisamente, lo suficientemente idóneo en su accionar y donde los auténticos “homenajeados” terminaron siendo un número reducido de fiscales que desembarcaron en la justicia en la época menemista, muchos de ellos cuestionados por su labor en la causa madre (AMIA).
Evidentemente, la “lógica” está en peligro de extinción en la Argentina, mucho más cuando en la misma marcha contemplamos a unos jubilados acusando a la Presidenta de la República de ser una “ladrona” por no autorizar la vigencia del 82% móvil; cifra no muy lejana de los haberes vigentes si reparamos en la existencia de la “ley de compensación jubilatoria” que la actual mandataria impulsó y que notorios beneficios le asignó a los jubilados.  Pero la contradicción es mayor si tenemos en cuenta que esos jubilados participaban en una marcha que encabezaba Patricia Bullrich quien firmara la conocida ley de “déficit cero” que, a principios de este siglo, permitió una reducción de los haberes de los trabajadores y de los jubilados del orden del 13%.
Como podemos apreciar el problema es mucho más grave que la disyuntiva “K” o “anti K”, es cierto que en el marco de esta disyuntiva hay una clara disputa de poder (gobierno vs establishment); pero en esa disputa hay una consecuencia importante que no es menor, y que consiste esencialmente en acotar la capacidad de análisis de la ciudadanía. Y éste es un nefasto logro de la Corporación mediática.
Una ciudadanía que “no se dé cuenta de sus contradicciones” no solo degrada su condición de ciudadano; sino que termina convirtiéndose en una suerte de “marioneta” que solo abre su boca para expresar lo que un número reducido de “ titiriteros y ventrílocuos del poder” quiere. Lo paradójico es que no se percate de que eso sí no solo “no es libertad de expresión”, sino que es, lisa y llanamente, “supresión” del pensamiento.
De ahí que sea indispensable pensar por sí mismo. Sin dudas, uno puede estar en la vereda de enfrente, ser “K” o “anti K”; quien escribe obviamente está en el primero de los lados; pero como bien enseñaba Baltasar Gracián: “jamás me ubicaría del malo lado de un argumento por el simple hecho de que mi oponente se ha puesto del lado correcto”.
 Si nuestra ciudadanía abrevara en semejante consejo, no dejándose cegar por la corporación mediática,  se daría cuenta que lo que sucede en la Argentina de hoy es un claro intento desestabilizador. Como suele acontecer, frente a estos hechos, algunos pierden momentáneamente  la vista por una cuestión de intereses;  otros en cambio, ingenuamente creen “estar viendo” solo porque tienen los párpados levantados.
Cuando de ver se trata
El martes 17 de febrero leyendo el reportaje que Página 12 le realizaba a Juan Carlos Lascurain (ex presidente de la UIA y actual miembro del comité ejecutivo), el empresario dejaba entrever como algunos directivos (del grupo Techint) utilizaban a la Unión Industrial Argentina para desarrollar su pelea contra el gobierno.
En determinado momento el dirigente empresarial sostiene que la UIA la manejan cinco personas, entre ellas: Méndez (actual presidente de la entidad), Mendiguren y Betnaza ( http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-266314-2015-02-17.html) y cuenta como cuando él era presidente:  Ellos en su momento me apretaron para que la UIA se plegara al paro del campo. Betnaza decía que el Gobierno tenía el boleto picado. Massuh jugó muy bien aquella vez, me apoyó tremendamente y la UIA finalmente no se sumó. Todo eso lo terminé pagando cuando Techint me anuló todas las órdenes de compra y no me dieron más trabajo”. Una muestra clara de cómo funcionan determinadas instituciones. Tal vez por ello los referentes de la “institucionalidad”, se sienten tan a gusto con este tipo de prácticas institucionales a las que asocian con el “republicanismo”. Un republicanismo al que solo restaría añadirle el calificativo de “bananero”.
Pero sigamos  con el reportaje. En determinado momento el periodista le pregunta: ¿Y cuando le dejaron de comprar?
A lo que Lascurain responde: “Fue en 2009, cuando empezaron con todo este proceso de disputa de poder. En definitiva, lo que ellos quieren es disputarle poder al Gobierno. No quieren un gobierno fuerte. Cuando íbamos a ver a De la Rúa durante su presidencia le golpeaban la mesa. La última cena que tuvimos con De La Rúa en la Casa Rosada, que él nos invitó y que estaba Cavallo, yo me acuerdo que Mendiguren le golpeaba la mesa, una mesa de vidrio y los platos hacían ruido. Y De la Rúa le decía “no, Vasco, pará”. ¿Usted se imagina qué pasaría si le golpearan la mesa a esta presidenta? Lo que buscan es ser poder”.
Obviamente, hay muchas anécdotas de esta naturaleza en la era pre-kirchnerista; no obstante jamás se han difundido.
El malestar que el establishment manifiesta para con el gobierno, tiene su origen en que no les reconoce -ni se lo reconocerá en su mandato- “la propiedad” de la patria. Como sí lo han hecho los neoliberales a su turno.
Ya lo hemos manifestado en otra ocasión, para estos “señores” no es solo una cuestión de acumular dinero, sino de reconocerles el “incuestionable” título de ser “los dueños de la Argentina”.
Claro que como “buenos patrones” cuentan con un ejército de subordinados dispuestos a realizar todo lo que el “patrón” sugiera. No obstante, el problema no son ellos, sino aquellos que, en su ignorancia, operan como marionetas sin reparar en los hilos que cuelgan sobre sus hombros.

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