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miércoles, 15 de mayo de 2013

Macri, su pacto con los medios y las "intencionalidades" de la oposición





 






La determinación del  Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mauricio Macri, de sancionar un decreto de necesidad y urgencia para “la protección de la libertad de prensa y expresión” pone al descubierto su alianza con los medios hegemónicos. 
Si algún incauto, todavía dudaba de esa estrecha vinculación, ya no tendrá vacilaciones al respecto; excepto que padezca de “una ceguera mental” de tan altas proporciones que le impida ver la realidad con los ojos de la razón.
Lo cierto es que, el mentado DNU, ha sido “el traje a medida” confeccionado tanto para el grupo Clarín, como para su socio “ideológico” el grupo Nación. Ante la inminente posibilidad de que la Corte Suprema de Justicia de la Nación se expida respecto de la constitucionalidad de la ley de medios audiovisuales y previendo que, la mencionada norma, no presenta contraposición alguna con nuestra Carta Magna; el jefe de gobierno metropolitano extrae como por “arte de magia” un decreto al solo efecto de plantear un conflicto de jurisdicciones. Creando de esa forma un “fuero especial” para estos poderosos grupos e ignorando y contrariando las competencias federales y las disposiciones que la propia Constitución Nacional establece. Sinceramente un “disparate jurídico” que solo puede proceder del desconocimiento más elemental del derecho y de la incompetencia para el ejercicio no ya de la función, sino de la razón. Ahora bien, el único fundamento que existe para adoptar una medida de estas características es, y para apelar a términos futbolísticos, “embarrar la cancha”.
El propósito es, ni más ni menos, retrasar aun más la resolución del conflicto para que la ley de medios no entre plenamente en vigor. De esta manera los grupos mediáticos dominantes (Clarín y Nación) “patean” para adelante la implementación de la democrática ley, a la espera futura de la llegada de un gobierno afín que deseche o anule la norma en cuestión.
No faltarán  ingenuos que  podrían preguntarse: ¿Pero cuál es el negocio de Macri en todo ésto?
Sin hacernos eco de las denuncias efectuadas en el parlamento capitalino, y también en el ámbito judicial, respecto de los acuerdos “comerciales” entre el grupo Clarín y el Jefe de Gobierno de la Ciudad. Existe en los hechos un acuerdo tácito donde los referentes de la “prensa independiente” –como gusta llamarlos Macri- no cuestionan un solo acto de gobierno del jefe metropolitano.
Es decir se lo recubre de un “escudo protector” para que el ciudadano común no se entere de lo que es o, fundamentalmente, ignore aquello que hace.
Así se ocultan, mediante la no difusión, por parte de los medios: los procesos judiciales que pesan sobre la cabeza de este referente político (escuchas ilegales, malversación de fondos, etc.), las descabelladas medidas que adoptó a lo largo de su gestión de gobierno (por citar solo unas pocas: en el área educativa: en referencia al absurdo control del pensamiento de los alumnos, recortes presupuestarios; en el ámbito social: la persecución de los “sin techos”, la obstaculización para impedir que las mujeres violadas, en el seno de su jurisdicción, puedan abortar conforme a las disposiciones de la Corte Suprema de Justicia; en el terreno hospitalario: intentando cerrar establecimientos sanitarios a los efectos de emprender “proyectos inmobiliarios”; en materia de legislación: el ejercicio de “la vetocracia”, etc., etc.), la predisposición represiva con relación a las manifestaciones públicas (el violento desalojo en el Indoamericano, la brutalidad desplegada recientemente en el hospital Borda); sin olvidar también las reiteradas ausencias del país en los momentos trágicos (por ej.: inundaciones, derrumbes) que afectaron a la población capitalina.
Es obvio, el propósito es resguardar a Mauricio Macri no solo ante las próximas elecciones legislativas; sino ante la necesidad de llevar un candidato afín (léase opositor al kirchnerismo) para que en el 2015 -y de ganar los mentados comicios- retornar a “la normalidad virtual”sin sobresaltos patrimoniales para los "adalídes de la libertad de prensa".
¿En que consiste esto de la normalidad virtual? En verdad, no es otra cosa que “la normalidad” que garantizan los medios independientes cada vez que acceden gobiernos que se someten a sus intereses. En consecuencia, y como por arte de magia, la llegada de un gobierno de estas características borraría de las pantallas televisivas la supuesta inseguridad, las sensaciones de miedo, las fluctuaciones del dólar, las necesidades de la gente, las sospechas de corrupción, etc., etc., etc. Al mismo tiempo, proliferarían en los medios audiovisuales “los tradicionales analistas económicos”, quienes nos hablarían no ya del futuro apocalíptico de nuestra macroeconomía (que por otra parte, como los siete jinetes nunca llega) en manos de los Kirchner; sino de la eventual "seguridad jurídica reinante", los beneficios del endeudamiento externo aun a tasas exorbitantes y de las bondades de volver a privatizar  aquellas empresas del Estado que hoy han sido recuperadas.
Obviamente, eso durará un tiempo -el necesario para realizar todas aquellas modificaciones- hasta que la “realidad material” comience a manifestarse y “la normalidad mediática” comience a verse perturbada por la realidad de los hechos. Es en ese preciso instante, cuando  “al no poder  tapar el cielo con las manos”, los medios hegemónicos iniciarán un proceso de distanciamiento de su otrora candidato, para refugiarse en otro que, al igual que aquél, les garantice la perpetuación de sus privilegios. Así una vez logrado el solapado acuerdo, solo restará maquillarlo y presentarlo ante las cámaras de TV como el candidato más virtuoso.
No por error, la conductora del programa periodístico de TN, María L. Santillan,  se atrevió a decir  en vivo: “Para que aparezca un candidato solo se necesitan 15 minutos”.
El problema de hoy, y que esencialmente aqueja a los medios dominantes, es que la propia torpeza de Macri lo despoja del encantamiento para posicionarse como posible alternativa en el 2015. Lo mismo ocurre con el resto de los opositores, quienes también carecen de “encanto”; al igual que de ideas.
Es dable corroborar que la oposición no discute políticas de estado, propuestas o medidas; solo discute “intencionalidades”. Es muy común escuchar a los opositores verter  frases tales como: “La intención del gobierno es apoderarse de la Justicia”, “La intención del gobierno es coartar la libertad de prensa”, “la intención del gobierno es quedarse con todo”. Son algo así como “expertos en intencionalidades” no materializadas; una suerte de metafísicos de la política. Ni siquiera se atreven a discutir hechos consumados; tal vez porque carecen de argumentación sólida para cuestionar medidas como: la estatización de los aportes previsionales, la recuperación parcial de YPF, la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, la reforma del mercado de capitales, la asignación universal por hijo, la considerable (si bien, aun insuficiente) reducción del número de ciudadanos en situación de pobreza, la política en materia de derechos humanos, etc.
No hablemos de las contradicciones que suelen invocar, si hasta desconocen el principio del tercero excluido; por un lado nos dicen que el gobierno “se quiere apoderar de la Justicia”, y por el otro, nos dicen que “el gobierno maneja la Justicia a su voluntad”. Si fuere así, ¿Para qué querría apoderarse de una cosa que ya posee? Lo cierto es que como ya lo hemos manifestado oportunamente, ningún artículo de los contenidos en el proyecto de reforma judicial subordina dicho poder al poder político; ya que además, de ser así, sería manifiestamente inconstitucional. No obstante, se empeñan en hacer creer a la población que la cosa es así. Tal vez, los “selectos opositores” no se hayan tomado concienzudamente la tarea de leer los textos enviados. Pero bueno, no tenemos nada que reprocharles, después de todo, su dominio es en el plano de las intencionalidades. El inconveniente es que, en la mayoría de los casos, quienes juzgan sobre intencionalidades, es porque intencionadamente persiguen otra cosa. 

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