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sábado, 7 de mayo de 2011

La moral de las encuestas y la fidelidad de las convicciones.




                                               




Falta menos de un semestre para la realización de los comicios nacionales y, la gran mayoría de quienes pretendían participar en la contienda electoral ha declinado su participación por “motu proprio”.
En otras épocas, esto podía considerarse medianamente “lógico” a raíz de la desorientación en que se hallaba inmersa la realidad de nuestra nación que solo disponía de un "Estado raquítico" para hacer frente a las sucesivas crisis que lo azotaban. Sin embargo, por paradójico que pareciere, en esos momentos era donde más abundaban los aspirantes a proyectarse al sillón de Rivadavia.
En cambio, hoy en día, cuando nuestro país atraviesa un período que es sumamente predecible – no obstante, la crisis internacional reinante- en virtud de haber hallado la brújula orientadora del crecimiento económico-social; nos encontramos con que el número de candidatos a la presidencia de la república sufre un paulatino proceso de disminución.
Y aquí vale la pena preguntarnos a que obedece esta merma de aspirantes presidenciables cuando el país transita senderos previsibles y halagüeños con dirección al futuro.
Una primera respuesta a este interrogante (y por cierto, no muy lejana de la realidad) sería sostener que el actual gobierno ha dado muestras, más que suficientes, de aptitud para dirigir la nave del Estado y, en consecuencia, genera un grado de adhesión ciudadana tan arrollador que desanima a eventuales opositores a disputar la más alta magistratura.
Esta hipótesis, que implica un ostensible reconocimiento al gobierno de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner es, paralelamente, un manifiesto reproche  a ese conjunto de personas desprovistas de ideas que se hace llamar “la oposición”.
Pero analicemos con detenimiento esto que estamos manifestando:
El oficialismo posee un marco ideológico determinado e impulsa un proyecto político bien definido que hoy se sintetiza en la expresión: el modelo.
Éste modelo de país no solo se conoce en términos discursivos (es decir, en abstracto); sino, y esta es su fuerza arrolladora, en concreto: mayor equidad social, paulatina redistribución equitativa de la riqueza, acceso a una mejor calidad de vida por parte de los sectores históricamente más postergados, aumento en los niveles de consumo, persistente política de industrialización, defensa y promoción del mercado interno, fomento y desarrollo de la educación, de la ciencia; reconocimiento de derechos de las minorías, notoria predisposición a enfrentar los monopolios en beneficio de la población, etc. etc. Sintetizando, estos son algunos de los rasgos prevalecientes en el modelo impulsado por el oficialismo. 
Ahora bien, procuremos analizar el modelo opositor y, en principio, no podríamos hacerlo. Por la simple y sencilla razón de que no esbozan un proyecto definido de país. En apariencia, carecen de modelo a seguir; por lo tanto, no habría modelo a analizar.
No obstante, si uno observa las expresiones vertidas por alguno de los referentes opositores, todo nos conduce a presumir -y en verdad, esto es así- que el modelo de país que pretenden es el conocido como modelo neoliberal. El mismo que imperó, desde el punto de vista económico-social, casi ininterrumpidamente desde el año 1976 en adelante.
No por casualidad, los señores de la oposición se empeñan en criticar el rol del Estado en el funcionamiento de la economía y reclaman volver a los tiempos donde en la Argentina predominaba la situación de "normalidad institucional". Normalidad ésta que, en aquellos tiempos, estaba signada por la manipulación de la Corte Suprema de Justicia, el exceso de DNU, la aprobación de leyes apelando a la utilización de "dipu-truchos", la inobservancia de los condicionamientos legales existentes como se pudo apreciar en un sinnúmero de privatizaciones, etc.,etc. Es esa "normalidad institucional" la que reclaman al unísono los destacados representantes de la oposición. Claro que esta reivindicación que hacen “por lo bajo” del modelo neoliberal, la silencian cuando están en la superficie para que aquellos ciudadanos desprevenidos, pero con posibilidades de rememorar, no huyan despavoridos al recordar los efectos nefastos que el mentado modelo produjo sobre sus bolsillos y hogares.
Pero dejemos por un momento la ausencia de propuestas de cara a la ciudadanía por parte de la oposición y asignémosle imaginariamente que sí la tienen.
Si uno aspira a la presidencia de la república (como por ej.: Cobos, Sola, Das Neves, Solanas, Macri, Duhalde, etc.) "se supone" que lo hace porque esta convencido de que su propuesta política es "la mejor para el país".
Y como nada debe haber por encima de nuestra nación (aunque los muchachos han dado reiteradas muestras de no adscribir a esta consigna; perdón, las “muchachas” también, no olvidemos a Bullrich y Carrió), es lógico que enarbolen su propuesta en virtud de un compromiso moral con la nación. Por ende, sería esa firmeza de  convicciones la que “verdaderamente empujaría" a dar la batalla en la adversidad. Lo concreto es que, en el caso que nos ocupa, es tal la firmeza de estos señores que ya más de la mitad de los contendientes a decidido retirarse de la disputa.
Lo que nos induce a pensar que ni ellos mismos están convencidos de su propuesta o que, directamente, al no tenerlas anhelaban llegar a la más alta magistratura por pura (y evidentemente desmedida) ambición personal. Motivados, oportunamente, por ciertas encuestas que a partir del look-out agrario comenzaron a presagiar cierto auge de popularidad para algunos de estos mediocres personajes. Los hechos terminaron por poner al descubierto la catadura moral de esos aspirantes que, a través de los medios se regodeaban hablando de "la crisis institucional", no sin antes haberse colocado sobre su indumentaria "la escarapela de la moralidad" que los revestía de cierto aire de probidad. Lo cierto es que, la mentada crisis era inexistente al igual que la atribuída probidad; y lo unico existente resulto ser su ausencia de proyectos y de convicciones.
Un político sin convicciones es un mero oportunista; y un oportunista solo tiene por propósito sacar provecho de la oportunidad. Más cuando ésta le es adversa el oportunista se retira, ya que carece de vocación moral y espíritu de lucha.
Que palmaria diferencia con ese ex gladiador político que dijo: “No voy a dejar mis convicciones en la puerta de la casa rosada”; luego de haber luchado ininterrumpidamente a lo largo de su vida para coronar sus ideas.
Que maravilloso contraste que nos permite a los argentinos visualizar con precisión los auténticos idealistas de los mercaderes de la política.

Pero para hacer más comprensible lo que acabamos de manifestar hagamos un ténue y rápido ejercicio memorístico:

"Tengo la íntima convicción que voy a ser Presidente" (Cobos, 15/7/2010)
"Soy precandidato y voy a ser candidato a presidente. No tenga ninguna duda. No hay vuelta atrás" (Macri en Radio 10. 23/03/2011)
"Soy candidato presidencial por Proyecto Sur" (Pino Solanas. 12/04/2011)

Si son capaces de defraudar a sus propios seguidores, que puede esperar de ellos el resto de la ciudadanía. Tal vez el mismo comportamiento de ese ex-presidente que durante su candidatura  prometió aquello de:"Siganme, no los voy a defraudar".

Y aqui vale la pena recordar también, la expresión de otro de los candidatos que el 7 de mayo de 2010 sostuvo en uno de sus actos en la localidad de Mar del Plata y en referencia a sus eventuales contendientes, por aquél entonces, el querido Néstor y Cristina Kirchner: "esta pelea se la ganamos por nockout o por abandono".
Pobre ingenuo, los presuntos vencedores vienen abandonando uno trás otro la carrera presidencial. Néstor no necesito ni siquiera subirse al ring para ganar la pelea de antemano. Tampoco lo necesito Cristina. Pues, ya las convicciones de ambos lo habían derrotado a él y a los otros desde hace mucho tiempo. Para ser precisos, desde el 25 de mayo del 2003.
Ahora solo resta esperar la llegada de los comicios para presenciar si el Sr. Duhalde decide, al igual que sus colegas, abandonar la contienda o perder por nockout en el primer round.

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