Evidentemente tomar distancia de lo que acaece hoy en
nuestro país es, sin lugar a dudas, un imposible. Uno puede intentar realizar
un ejercicio de distanciamiento y procurar ver lo que acontece desde una
perspectiva diferente a la que nos ofrece el devenir cotidiano que, como es
fácil de visualizar, esta signado por la división entre “oficialismo” y “oposición”.
Sin embargo, resulta extremadamente difícil poder hacerlo
merced a la distorsión de “la realidad” a la que a diario nos someten los
grandes medios de comunicación en su propósito de acumular poder.
Es notable observar (y por cierto, extremadamente
preocupante) el poder de “hipnosis” que los medios tienen para anular la
capacidad de análisis de vastas franjas de la población. Alarma observar cómo
muchas de las expresiones y/o descripciones enunciadas por los medios, y que
resultan un rosario de contradicciones con los más elementales principios de la
lógica, son no solo aceptados como afirmaciones verosímiles por parte de muchos
televidentes, radio-oyentes o lectores; sino que las adoptan como propias
elevándolas a la categoría de “verdades reveladas”.
Para aquellos que concebimos a la razón como el “don” más
preciado del género humano -sin con ello menoscabar la importancia de los
sentimientos- nos duele contemplar las incongruencias del “entendimiento”
estimuladas por el señorío mediático.
Un claro ejemplo de lo que venimos manifestando podemos hallarlo
a diario en los medios de comunicación “virulentamente opositores” al gobierno
nacional. Se empeñan a todas luces en sembrar sospechas sobre el gobierno,
descalificar a determinados funcionarios sin necesidad de fundamentar sus
opiniones, de motorizar campañas de desestabilización de manera encubierta, de
distorsionar los hechos y de disfrazar como “lógico” el pensar contradictorio.
Así observamos como muchos de nuestros ciudadanos, influenciados por el poder
mediático, van configurando su “estructura de análisis mental” en función del
diseño elaborado por los medios hegemónicos lo que los conduce, en última
instancia, a hacerse eco de las expresiones que, falazmente, difunden las
grandes corporaciones.
De esta manera resulta habitual escuchar voces que, paradójicamente,
nos hablan de que el gobierno de Cristina Fernández es “una dictadura”. O escuchar a ciudadanos
marchando en una convocatoria opositora decir que en el país “no hay libertad
de expresión”.
O como aconteció recientemente en la marcha del 18 de Febrero realizada supuestamente para
homenajear a un fiscal (que, al parecer, poco aportó para el esclarecimiento de
la causa AMIA y mucho para subordinarla a intereses geopolíticos) que no fue,
precisamente, lo suficientemente idóneo en su accionar y donde los auténticos “homenajeados”
terminaron siendo un número reducido de fiscales que desembarcaron en la justicia
en la época menemista, muchos de ellos cuestionados por su labor en la causa
madre (AMIA).
Evidentemente, la “lógica” está en peligro de extinción en
la Argentina, mucho más cuando en la misma marcha contemplamos a unos jubilados
acusando a la Presidenta de la República de ser una “ladrona” por no autorizar
la vigencia del 82% móvil; cifra no muy lejana de los haberes vigentes si
reparamos en la existencia de la “ley de compensación jubilatoria” que la actual
mandataria impulsó y que notorios beneficios le asignó a los jubilados. Pero la contradicción es mayor si tenemos en
cuenta que esos jubilados participaban en una marcha que encabezaba Patricia
Bullrich quien firmara la conocida ley de “déficit cero” que, a principios de
este siglo, permitió una reducción de los haberes de los trabajadores y de los
jubilados del orden del 13%.
Como podemos apreciar el problema es mucho más grave que la
disyuntiva “K” o “anti K”, es cierto que en el marco de esta disyuntiva hay una
clara disputa de poder (gobierno vs establishment); pero en esa disputa hay una
consecuencia importante que no es menor, y que consiste esencialmente en acotar
la capacidad de análisis de la ciudadanía. Y éste es un nefasto logro de la
Corporación mediática.
Una ciudadanía que “no se dé cuenta de sus contradicciones”
no solo degrada su condición de ciudadano; sino que termina convirtiéndose en
una suerte de “marioneta” que solo abre su boca para expresar lo que un número
reducido de “ titiriteros y ventrílocuos del poder” quiere. Lo paradójico es que no se percate
de que eso sí no solo “no es libertad de expresión”, sino que es, lisa y
llanamente, “supresión” del pensamiento.
De ahí que sea indispensable pensar por sí mismo. Sin dudas, uno puede estar en la vereda de
enfrente, ser “K” o “anti K”; quien escribe obviamente está en el primero de
los lados; pero como bien enseñaba Baltasar Gracián: “jamás me ubicaría del malo
lado de un argumento por el simple hecho de que mi oponente se ha puesto del
lado correcto”.
Si nuestra ciudadanía
abrevara en semejante consejo, no dejándose cegar por la corporación mediática,
se daría cuenta que lo que sucede en la
Argentina de hoy es un claro intento desestabilizador. Como suele acontecer,
frente a estos hechos, algunos pierden momentáneamente la vista
por una cuestión de intereses; otros en cambio,
ingenuamente creen “estar viendo” solo porque tienen los párpados levantados.
Cuando de ver se
trata
El martes 17 de febrero leyendo el reportaje que Página 12 le
realizaba a Juan Carlos Lascurain (ex presidente de la UIA y actual miembro del
comité ejecutivo), el empresario dejaba entrever como algunos directivos (del
grupo Techint) utilizaban a la Unión Industrial Argentina para desarrollar su
pelea contra el gobierno.
En determinado momento el dirigente empresarial sostiene que
la UIA la manejan cinco personas, entre ellas: Méndez (actual presidente de la
entidad), Mendiguren y Betnaza ( http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-266314-2015-02-17.html)
y cuenta como cuando él era presidente: “Ellos
en su momento me apretaron para que la UIA se plegara al paro del campo.
Betnaza decía que el Gobierno tenía el boleto picado. Massuh jugó muy bien
aquella vez, me apoyó tremendamente y la UIA finalmente no se sumó. Todo eso lo
terminé pagando cuando Techint me anuló todas las órdenes de compra y no me
dieron más trabajo”. Una muestra clara de cómo funcionan determinadas
instituciones. Tal vez por ello los referentes de la “institucionalidad”, se
sienten tan a gusto con este tipo de prácticas institucionales a las que
asocian con el “republicanismo”. Un republicanismo al que solo restaría
añadirle el calificativo de “bananero”.
Pero sigamos con el
reportaje. En determinado momento el periodista le pregunta: ¿Y cuando le
dejaron de comprar?
A lo que Lascurain responde: “Fue en 2009, cuando empezaron con
todo este proceso de disputa de poder. En definitiva, lo que ellos quieren es
disputarle poder al Gobierno. No quieren un gobierno fuerte. Cuando íbamos a
ver a De la Rúa durante su presidencia le golpeaban la mesa. La última cena que
tuvimos con De La Rúa en la Casa Rosada, que él nos invitó y que estaba
Cavallo, yo me acuerdo que Mendiguren le golpeaba la mesa, una mesa de vidrio y
los platos hacían ruido. Y De la Rúa le decía “no, Vasco, pará”. ¿Usted se
imagina qué pasaría si le golpearan la mesa a esta presidenta? Lo que buscan es
ser poder”.
Obviamente, hay muchas anécdotas de esta naturaleza en la
era pre-kirchnerista; no obstante jamás se han difundido.
El malestar que el establishment
manifiesta para con el gobierno, tiene su origen en que no les reconoce -ni
se lo reconocerá en su mandato- “la propiedad” de la patria. Como sí lo han hecho
los neoliberales a su turno.
Ya lo hemos manifestado en otra ocasión, para estos “señores”
no es solo una cuestión de acumular dinero, sino de reconocerles el “incuestionable”
título de ser “los dueños de la Argentina”.
Claro que como “buenos patrones” cuentan con un ejército de
subordinados dispuestos a realizar todo lo que el “patrón” sugiera. No obstante, el
problema no son ellos, sino aquellos que, en su ignorancia, operan como
marionetas sin reparar en los hilos que cuelgan sobre sus hombros.
Sus publicaciones siempre excelentes! <3
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