Lord Byrón gustaba decir que “el mejor profeta del futuro es el pasado” y cuánta razón le
asistían a esos dichos. Sin embargo, aunque no lo parezca, existen muchísimas
personas que, en la actualidad, desisten conocer el pasado como si éste no proporcionase utilidad
alguna. “El pasado ya fue” se acostumbra a decir, y como tal, forma parte de la
historia. Y la historia, según algunos, no resulta demasiado relevante, ni, al
parecer, brinda ningún provecho. Claro que “pensar” de esa manera –si bien es
una afirmación que tiene sus raíces en lo impensado- es la actitud natural de
quienes gustan transitar los caminos de la incomprensión.
Como solía enseñar un filósofo danés: “La vida tiene que ser comprendida
retrospectivamente. En cambio, hay que vivir hacia adelante. Una ley que cuanto
más se medite más confirma que la vida nunca puede comprenderse del todo en la
temporalidad”. He ahí lo significativo de la historia, pues, nos ayuda a
comprender la vida de las sociedades
y en cierta forma, como bien lo advierte el poeta inglés, a profetizar el
futuro.
Por ejemplo, observemos algunos pequeños detalles del
pretérito. Pues, podemos recordar que hace escasos dos años el ministro de
Educación porteño presento su proyecto de eliminar la materia Historia Argentina
de 5° año del secundario y hacer optativa Historia Latinoamericana en 4°. Sin duda, semejante propuesta no ha sido fruto
de una decisión al azar; por el contrario, si la materia en cuestión no fuese
un verdadero estímulo para facilitar la comprensión de la realidad presente,
pues el ministro de Macri no hubiera tenido intenciones de suprimirla.
Actitud semejante podemos apreciar en estos días, donde se
han alzado algunas voces que, al calor de la llegada de un nuevo mandatario,
sugieren dejar atrás el pasado y reclaman una falaz “reconciliación” entre las víctimas de
violaciones a los derechos humanos y los autores de tamañas atrocidades.
Una de las “prestigiosas” instituciones educativas que pugna
por esa supuesta “reconciliación”, en la que curiosamente los victimarios no se arrepienten de sus aberrantes
vejaciones, es nada menos que la Universidad Católica Argentina (UCA). Que como
bien lo expresa Eduardo de la Serna “es, ni más ni menos que, el claustro
universitario del Pro” (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-279975-2015-08-23.html,
nota de Verbitsky). Más allá de que bajo la fachada reconciliatoria, la idea
central consista en aventar el temor de que los procesos por violaciones a los
derechos humanos no se circunscriban exclusivamente a los militares
involucrados y, por el contrario, se extiendan a los promotores civiles. Lo
cierto es que no han sido pocas las veces que desde ese claustro universitario
se ha levantado la bandera de la “reconciliación”; eso sí, atendiendo
reiteradamente a la opinión de una sola de las partes que, vaya paradoja, nunca
se corresponde con el pensar de las víctimas. Como vemos, procederes de esta
índole son fáciles de encontrar si se indaga mínimamente en el pasado.
También resulta sencillo descubrir cuál es la ideología
dominante en sus tradicionales y
difundidos seminarios económicos. Pues, al parecer, los disertantes más asiduos
a las aulas de la UCA suelen ser los más
acérrimos representantes del pensamiento neoliberal. De ahí que los informes
que se elaboran -a través de su Observatorio de Deuda Social- o las
conclusiones a las que arriban sus encuentros académicos, terminen ineludiblemente
cuestionando la política económica desarrollada en esta última década.
Pero lo bueno de conocer la historia es que desenmascara el
rostro oculto de quienes lo encubren para que no lo identifiquen con el pasado.
Por ejemplo: ¿Puede alguien ignorar lo
que sostenían los economistas del Pro (entre ellos: Melconian, Sturzenegger,
Espert, Broda por citar solo unos pocos) durante el período dictatorial, la
fiesta menemista y el gobierno de Fernando de la Rúa? Sin olvidar que muchos de
ellos se desempeñaron perniciosamente como funcionarios de alguno de los
gobiernos mencionados. Pues, lo cierto es que han demostrado ser excelentes discípulos de Don José Alfredo
Martínez de Hoz y de Domingo Felipe Cavallo, dos de los ministros más devotos a
esa mítica y perversa abstracción conocida como “El Mercado”. Claro que cuando hablamos del “mercado” en
concreto, la cuestión se torna por demás visible, ya que en los hechos no solo
se materializa reduciendo a la mínima expresión la capacidad del Estado para
intervenir en la vida económica; sino que es un excelente constructor de la
desigualdad, el desempleo, el empobrecimiento generalizado, la pérdida de
soberanía, la desatención social, la marginalidad y la concentración de la
riqueza en manos de unos pocos.
Nuestro país tiene sobrados ejemplos de lo que significó la
entronización del Mercado y solo
quienes ignoren la historia reciente pueden dejarse embaucar por los
predicadores de lo abstracto. No obstante, tan poca entidad le atribuimos a la
historia que actualmente el nefasto personaje que condujo al país al borde del
abismo económico y social, me refiero a Domingo Cavallo, acaba de manifestar,
muy suelto de cuerpo, que “estamos peor
que el 2001 y que nuestra economía esta desquiciada”. También ha
manifestado que “el mejor equipo económico lo posee Mauricio Macri”, lo que
revela a las claras cual ha de ser la política económica que impulsará el líder
del Pro.
Hay un detalle que es más que evidente, uno de sus fieles
discípulos, Federico Sturzenegger –que hoy pulula por las cámaras de los
grandes medios hablando de economía- fue el encargado de acordar (junto a
Cavallo)el tristemente célebre “Megacanje” operación que le costó al país más
de 50 mil millones de dólares. Precisamente, a raíz de su “eficaz” intervención,
en este pernicioso acuerdo, se lo procesó en nuestra querida “Justicia”, esa
que se define independiente y que, con el correr del tiempo, posibilitó la
prescripción de la causa. Permitiendo con ello no solo eludir la
responsabilidad que, eventualmente, podía corresponderle a este personaje por
el mal desempeño de su función; sino que, además, tengamos que padecer la
probabilidad de que vuelva a convertirse en funcionario nacional. Y digo
nacional, porque el gobierno de la ciudad lo habilitó tempranamente para
ejercer funciones (en el Banco Ciudad) a pesar de esos penosos antecedentes.
Ahora bien, yo me pregunto: ¿Un gobierno que incorpora en
sus propias filas a un funcionario que durante su gestión le ocasionó un daño
irreparable a la economía del país, es capaz de defender seriamente los
intereses de la nación? Excepto que usted crea en los “reyes magos” estimado
lector, la respuesta se cae de madura.
Sin embargo, es patético observarlos, hoy se muestran como “el
cambio” y hablan como si recién aparecieran en la vida política, dispuestos a
captar la atención de quienes desconocen su pasado. Es evidente que si la
mayoría de los argentinos conocieran la historia de estos “señores” no solo no
podrían mostrarse a través de los medios -incluso en los medios para los que
ellos trabajan; es decir, los pertenecientes a los grupos dominantes- sino que
tampoco podrían brindar conferencia
alguna ya que serían objeto de repudio en el lugar donde se encuentren. Lamentablemente,
y para desgracia de nuestro país, la historia real se ha ocultado siempre y en
ello han jugado un papel preponderante los medios hegemónicos de comunicación.
Los mismos medios que hoy desarrollan la campaña sucia y, al mismo tiempo,
protegen minuciosamente la figura del jefe de gobierno porteño.
Sin duda, si nos remontásemos más atrás podríamos encontrar
cientos de similitudes que podríamos asociar con la actualidad. Desde como los
medios promovieron el derrocamiento de Yrigoyen con la complicidad de la Corte
Suprema de Justicia; hasta las similitudes que existen entre las críticas a la
actual presidencia con las desarrolladas al primer gobierno del Gral. Perón.
También podríamos observar como la entonces Unión Democrática era un conjunto
de políticos opositores (liderados por el embajador estadounidense) cuyo
propósito solapado era transformar al país en una semicolonia. Sí, sí, como se
acostumbra a señalar en las proyecciones cinematográficas: “cualquier semejanza
con la actualidad es mera coincidencia”.
Claro que los opositores de hoy son absolutamente
“republicanos”, tan republicanos que no soportan perder en los comicios. Pues
cuando pierden es porque “existe fraude”. Se diferencian de los republicanos
(conservadores) del siglo XX que reivindicaban el fraude como método y hasta se
dieron el lujo de pronunciar en el Congreso de la provincia de Buenos Aires la
conocida frase: “Bendito sea el fraude”. Frase que no hubieren dejado de
utilizar los “republicanos de hoy” de haber tenido eco sus falaces denuncias.
Un fraude como el que denuncian en Tucumán con 14 puntos de diferencia es en
los hechos difícil de creer. Pero al parecer seguirán agitando el “fantasma del
fraude” no solo porque carecen de propuestas -y con algo hay que tapar esa
ausencia- sino porque están dispuestos a acompañar toda tentativa
deslegitimadora de los gobiernos surgidos por el voto popular.
Y otra vez volvemos a la historia, en las décadas de los 60
y 70 en el mapa sudamericano podíamos observar como los derrocamientos de los
gobiernos populares estaban a la orden del día y bendecidos por el Consenso de Washington.
El mecanismo utilizado fue “el golpe de estado” y por su intermedio fueron
desapareciendo los gobiernos populares. Con la llegada de los 80 y el fin de la
“guerra fría”, las democracias fueron ganando su espacio y la política de
preservación de los derechos humanos fue tomada como bandera por los países
centrales. Claro que este cambio de actitud, internacionalmente hablando,
respondió directamente a ciertas necesidades geopolíticas de las naciones
dominantes que por otro lado, consiguieron imponer durante esa etapa el
pensamiento único (el neoliberal).
Obviamente esto posibilitó que en el ámbito internacional
fuesen vistos con cierto rechazo los gobiernos no democráticos instalados en
Asia y, muy principalmente en Medio Oriente, lo que en cierto modo brindaba “el
pretexto” (o el consenso) necesario para las “expediciones punitivas” que
perseguían otra clase de intereses que nada tenían que ver con el fomento de la
democracia real . Pues ahora, resulta curioso contemplar el surgimiento de estas
“promovidas marchas” tendientes a deslegitimar los denominados gobiernos
“populistas”.
Pues lo hemos visto en Ecuador, Brasil, Venezuela,
Argentina, y muy probablemente, en cualquier otro país donde las políticas
diseñadas contrasten con el neoliberalismo. Esperemos, y como es de desear, que
no sigan expandiéndose, aunque si ello ocurre es de esperar que las grandes
mayorías nacionales se movilicen para garantizar la auténtica democracia.
Como es dable apreciar siempre es saludable recurrir a la
historia; al fin de cuenta los acontecimientos históricos siempre son de mucha
utilidad para mejorar nuestra visión de la realidad.