Recientemente nuestra Presidenta en el marco de su visita
para participar en el Foro de Naciones Unidas, inauguró la Cátedra Argentina en
la Universidad de Georgetown y, al día siguiente, se presentó para brindar una
conferencia en la renombrada Universidad de Harvard.
Nadie ignora que esta “destacada” Universidad ha sido la
fuente de formación, por antonomasia, del pensamiento neoliberal y ha
proporcionado, al mundo económico-financiero, un vasto ejército de ejecutivos
que han colaborado realizando significativos aportes en la producción de
lo que hoy se conoce como la más aguda crisis económica internacional. Partiendo
de este presupuesto, no podíamos esperar que la presidenta de un país, que
ejecuta políticas económicas que se apartan de las férreas y sacrosantas recetas promovidas por los cultores del libre mercado, sea bien recibida en el círculo
áulico de la afamada Universidad.
Sin embargo, es notorio resaltar que, la Presidenta desarrolló una encendida
defensa de la instrumentación de políticas alternativas a las propiciadas por
el modelo neoliberal y asombrosamente los alumnos, lejos de cuestionar desde su formación académica
cada una de las mismas, se abocaron exclusivamente a la tarea de repetir -emulando el más llamativo atributo de los papagayos- lo que los grandes medios
de comunicación locales pretenden instalar en una vasta franja de la población
argentina. Nos referimos, concretamente, a la falsa idea de que en nuestro país
no existe libertad de expresión.
Desde ya, es una idea que se derrumba por su propio peso; es
por demás evidente que en la Argentina reina la más absoluta libertad de expresión.
A diario, proliferan las críticas no tanto a las medidas de gobierno (porque esto exige, entre otras cosas, cuestionarlas desde una base de fundamentación real; cosa que al parecer esta ausente en los críticos), sino denostando, con los más abyectos improperios a la figura presidencial.
A diario, proliferan las críticas no tanto a las medidas de gobierno (porque esto exige, entre otras cosas, cuestionarlas desde una base de fundamentación real; cosa que al parecer esta ausente en los críticos), sino denostando, con los más abyectos improperios a la figura presidencial.
Ésta actitud que refleja, por sobre todo, la mediocridad (y,
en algunos casos, la “venta” de conciencia o de la libertad de pensamiento. Notoria paradoja!!
Reclaman libertad y están dispuestos a “enmendar” sus expresiones por criterios
mercantiles) de ciertos y determinados periodistas colabora, muy sutilmente, con
la propagación del odio dentro de nuestro país. Según ellos, en sintonía con los inconfesables deseos del
poder monopólico, “éste gobierno no ha
hecho nada ponderable”; si hasta no se explica porqué obtuvo el 54% de los
votos en las últimas elecciones nacionales; superando, vale recordarlo, a la sumatoria de todos
los porcentajes obtenidos por los distintos candidatos opositores. Manifiesta
coincidencia esa manera de "pensar" con las elegantes caceroleras que en plena ciudad de Nueva York,
exteriorizando su repudio a la visita de nuestra presidenta, portaban un cartel
que rezaba: “Kirchner Ruined Argentina” (los kirchner arruinaron Argentina). Sí,
sí, al parecer, no fueron las políticas neoliberales las que transportaron al país al borde
del abismo; definitivamente, no han sido los Cavallo, los Prats Gay, los Redrado y,
mucho menos, los Martinez de Hoz, quienes condujeron al país al fondo de los mares. En absoluto, los causantes de todos esos males han sido, nada menos, que los
Kirchner. Esos díscolos gobernantes que se empeñaron en arruinar a la Argentina.
Sin duda, ésto nos hace recordar la expresión de un ya fallecido presidente
argentino (otrora, "representación del mal") que también tuvo que padecer las más feroces críticas periodísticas
hasta ser derrocado mediante el viejo –pero nunca extinguido, si bien
se lo podrá disfrazar- recurso del golpe de Estado. Cuando decía: “El éxito que ha
coronado mucho de nuestros esfuerzos, ha excitado los enconos del enemigo
derrotado”.
Suena fuerte el término, pero aún subsisten, y en aquél
entonces muchos más, los auténticos enemigos de la democracia.
Después de todo, el pretender que un gobierno democrático desnaturalice su propuesta e implemente medidas que solo beneficien a "unos pocos" es procurar, lisa y llanamente, la muerte de la democracia. Curiosamente, algunos dirigentes que se dicen fervorosos simpatizantes de ese ex-presidente; se encargan hoy de agitar permanentemente los enconos sobre la actual Presidenta.
Después de todo, el pretender que un gobierno democrático desnaturalice su propuesta e implemente medidas que solo beneficien a "unos pocos" es procurar, lisa y llanamente, la muerte de la democracia. Curiosamente, algunos dirigentes que se dicen fervorosos simpatizantes de ese ex-presidente; se encargan hoy de agitar permanentemente los enconos sobre la actual Presidenta.
Lo cierto es que, así están dadas las cosas en una franja de periodistas mediáticos;
que tal vez no sean muchos, pero al estar presentes en todos los medios de la
gigantesca y monstruosa corporación parecen, y en los hechos se hacen escuchar
con ilimitada amplitud, muchísimos más.
Es una pena que, ni siquiera reconozcan los beneficios que
podrá reportarles la vigencia de una nueva ley de medios. Es tal la subordinación que expresan algunos de ellos que, hasta se muestran alegremente predispuestos a convertirse en simples: “vasallos
privilegiados”. Por cierto, no cultivan la tierra de sus “Señores”, ni tampoco -quiero
creerlo- reconocen su derecho de pernada; pero sí, están dispuestos a: abjurar
de la veracidad, manipular las palabras, distorsionar la información, desdecirse
de lo que sostenían en épocas anteriores, desdibujar la realidad cotidiana;
todo en aras de una supuesta “libertad de expresión”.
Al fin y al cabo, en los tiempos que corren, “la libertad de
expresión” se circunscribe a los estrechos límites trazados por las corporaciones
mediáticas; que, según ellos, son las únicas
legitimadas para definir las fronteras de la libertad. Así, sí un canal público promociona los actos de gobierno es un atentado a la libre expresión; en cambio, si la totalidad de los medios privados ofende y vitupera a la Presidenta es en el marco de la libertad. ¿Pero si mienten? Ah, si mienten también, los medios privados no tienen porqué garantizar la veracidad de las informaciones; la gente despues decide escuchar, o no, a los medios que mienten, aseveran quienes defienden los intereses monopólicos. Lo que no dicen es que, al concentrarse los medios en poquísimas manos; esa "gente" no tiene posibilidad alguna de darse cuenta que la están engañando.
El verdadero problema es que, en más de una ocasión,
terminan convenciendo al hombre común – y como podemos apreciar, también a los
estudiantes de Harvard-, quien luego no vacila en repetir las falacias
orquestadas por los medios de comunicación.
Pues, y parafraseando a un escritor francés: Lo que no sería
ningún inconveniente si ese tributo a las estupideces dominantes -difundidas
deliberadamente- no fueran tan a menudo acompañadas del odio hacia quienes
pensando más allá de su época intentan edificar una sociedad más equitativa.
Como es dable apreciar, ni siquiera en los “iluminados” círculos
áulicos se estimula el verdadero pensamiento crítico –más allá de que alguno sostenga, no
sin asidero, que en esos lugares se forja la mente a la medida de las necesidades
imperiales-; que podemos esperar cuando alumnos de una universidad "prestigiosa" y de un presumible “nivel avanzado”, se rigen
por la información proporcionada por los medios.
Si alguien supone que la
lucidez es susceptible de ser adquirida sobre la base de la simple apariencia;
pues entonces, no resulta aventurado presagiar circunstancias extremadamentes difíciles para el futuro de la
humanidad.