“La idiotez es una
enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los
demás”
Menuda reflexión la del célebre Voltaire; y quien puede
negar haber padecido, alguna vez, las
consecuencias de un acto estúpido cometido por otro. Sin ignorar que en ocasiones, a lo largo de la
vida, también nosotros hemos actuado quizá estúpidamente. Ahora bien, es
preciso diferenciar un “acto estúpido” cometido por motu proprio; de aquél que se comete por incitación de un “vivo” o
de un sujeto que actúa de mala fe. Es éste último caso el que nos preocupa ya
que por un menguado conocimiento, o ignorancia del receptor del mensaje, uno puede
ser inducido a actuar “estúpidamente”.
Sin duda, el problema se agiganta cuando el mensaje del “vivo”
-es decir, el que saca provecho de la ingenuidad de las personas- se transmite,
como sucede en estos tiempos, en forma
masiva a través de los medios de comunicación. Pues, lo más probable es que un
número considerable de incautos termine incorporando “el incitante mensaje” y
luego “razone” con el esquema proporcionado por los cultores de la “viveza”. Viveza que, al igual que la mala fe, es
invisible a los ojos; pues, generalmente para detectarla se requiere de un
mínimo esfuerzo analítico; “esfuerzo”, por otra parte, imposible de hacer si se cree a rajatablas en
lo que dicen los medios.
Por cierto, la cosa se agrava en una sociedad donde los
medios comunicacionales se encuentran, en su gran mayoría, concentrados en poquísimas
manos; como es el caso de la Argentina.
Pero tratemos de hacer memoria para corroborar que lo que
estamos diciendo tiene ciertas dosis de veracidad. Para ello citaremos sucintamente
algunos ejemplos:
1- En el año 1982 y luego de la decisión de la dictadura de “recuperar” las Malvinas por la fuerza se encargó, a través de los medios de comunicación, de difundir los pormenores del combate. Mediante su periodista estrella, José Gómez Fuentes, se nos “comunicaba” que estábamos ganando la guerra; motivo por el cual una gran franja de argentinos se mostraban exultantes. Lo que no reparó esa “franja” era que solo se estaba manipulando la información para ocultar lo que realmente sucedía. El tiempo reveló posteriormente los hechos.
2-
En la
década del 90, y democracia mediante, otros dos periodistas estrellas,
Bernardo Neustad y Mariano Grondona (seguidos por otros de menor entidad, por
ej. Lomgobardi, Hadad, Ruiz Guiñazú, Bonelli, etc.), se encargaron de difundir sistemáticamente
las bondades de la ola privatizadora y la necesidad de reducir el Estado a la
mínima expresión. Acompañando y elogiando todo el proceso privatizador en la
Argentina y catapultando al señor, Domingo Felipe Cavallo, como la figura más “relevante
de la patria”. Los mentados periodistas lograron “convencer” a un amplísimo
arco de la ciudadanía de que “el neoliberalismo” era la receta infalible para
proyectarnos al primer mundo. Lo cierto es que se nos terminó proyectando al “submundo”
y empobreciendo a la gran mayoría de los argentinos. Y la privatización culmino
siendo un negocio para pocos. No es un dato menor, reparar que lo primero que
se privatizó, en aquél entonces, fue nada menos que el Canal 13 de televisión.
Transfiriendo de ese modo su propiedad al “Grupo Clarín” que, como es obvio
inferir, aplaudió y defendió el proceso privatizador hasta el momento en que
comenzó a hacer implosión.
3-
Hoy en cambio tenemos, y siguiendo con
los periodistas estrellas (que como podemos apreciar, tanto “bien” le han hecho
a nuestro querido país) otro que facilita “esquemas de razonamiento para
incautos”. Es dable recordar que el señor Lanata, a él nos estamos refiriendo,
antes de su “pacto” con Clarín,
realizaba programas televisivos (sin olvidar el periódico que fundó y fundió, dejando a cientos de trabajadores en la calle
esperando cobrar la indemnización: “Crítica”) orientados a denostar la existencia
del grupo monopólico en cuestión. Casi repentinamente,
y haciendo un giro de 180º optó, luego de su crítica exacerbada, por trabajar para el grupo a cambio de una “módica”
suma dineraria. A partir de allí, su “visión” sobre los grupos monopólicos ha
cambiado considerablemente; llegando a sostener que los monopolios
comunicacionales son “la garantía de la libertad de expresión”. Desde entonces, se ha empeñado en armar todos sus show televisivos con la finalidad
de deteriorar la imagen de un gobierno y sus hombres que, con sus políticas,
son un obstáculo para la voracidad monopólica. Todo ello a los efectos de sacar
provecho de la ingenuidad, no ya de sus televidentes que en definitiva es un
número reducido, sino de la repercusión que su “montaje operativo” tiene en el
resto de los medios audiovisuales (o casualidad, en su mayoría todos
propietarios del mismo dueño) conquistando así, el apoyo de ciudadanos
desinformados. Uno no puede pretender que esta clase de “periodistas” se rija o
adopte comportamientos morales; al fin y al cabo, la moral es una cuestión de
conciencia. Y cuando alguien gira de un extremo a otro sin solución de
continuidad, generalmente, no lo hace sobre la base de “una conciencia moral”, sino
sobre la base de un interés personal. Interés éste tan significativo desde la
perspectiva patrimonial que le garantiza sueños “sin perturbabilidad de
conciencia” por lo que hace.
Como vemos, lo mismo aconteció, en su momento, con los otros
periodistas mencionados y, el tiempo, terminó desnudando la verdad. Lástima que
en estos casos, la verdad siempre es póstuma.
Por cierto, la solución del problema no consiste en reprimir
o recriminar la voluntad de “las estrellas mediáticas” en acumular dinero,
pues, están en todo su derecho, más allá que sería “saludable” que lo hicieran
sin apelar a la falsedad; sino en suponer que esas personas rinden culto a la
verdad.
La verdad periodística en los grandes medios está
condicionada por los intereses de sus propietarios; y si bien es cierto que
existen profesionales que honran al periodismo, no es menos cierto (yo diría
casi imposible) que es muy difícil hallarlos en los grupos mediáticos
concentrados.
De ahí que sea preocupante “la dubitación” que hoy
manifiesta la Corte Suprema de Justicia respecto de su resolución a favor de la
ley de medios. Al parecer, postergaron la decisión en principio para la
realización de las PASO, ahora se dilata nuevamente y, es muy probable que la
decisión se adopte con posterioridad a las elecciones legislativas de octubre. Lo
que induce a imaginar que los resultados de los comicios han de jugar un papel
preponderante en la decisión que adoptarán los ministros de la Corte. Por eso
decíamos que en estas elecciones se juega algo más que una simple configuración
parlamentaria. Tal vez lo que esté en juego sea un eterno padecimiento, o no,
de la idiotez.
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