“Argentina un país con buena gente”.
Así reza el eslogan oficial que acompaña la publicidad
audiovisual respecto de la realización de una obra pública o cuando se quiere
dar a conocer la sanción de un derecho
más amplio para la ciudadanía. Sin embargo, y sin ánimo de pretender cuestionar
a los publicistas que apelaron a esa “muletilla”, como todo eslogan es
extremadamente simplificador y su
extensión abarcativa tan amplia que cualquier desprevenido podría llegar a
creer que la totalidad de nuestra población encuadra en el concepto de “Buena Gente”.
Basta un breve recorrido por el pasado para corroborar que
el atributo de “bondad” no es aplicable a la totalidad de los argentinos. Si
bien es cierto que -al menos es lo que suponemos- una franja mayoritaria de
nuestra población suele ser sensible ante las desgracias ajenas y ama por sobre
todas las cosas su país. Pero por fuera de ésta “porción mayoritaria” existe un
pequeño pero poderoso sector que no le interesa la situación del prójimo en lo
más mínimo, ni tampoco le preocupa el futuro del país al que, esencialmente,
solo lo concibe como “un vehículo” de enriquecimiento personal.
Eso sí, muchos de ellos no dejan de ir "a misa" los domingos;
pero atención con que se crucen con “un cristiano” mendigando, pues, su primera
reacción será llamar a la macrista UCEP (Unidad de Control de Espacios Públicos)
para que, palos mediante, los borre de la escena.
Pero volvamos a la “gente no tan buena”, pues, un número importante de ellos suele elegir un reducto muy
particular para congregarse, confirmando aquella máxima de los antiguos
griegos: “Pájaros del mismo plumaje gustan estar juntos”.
Y que mejor lugar de encuentro que el gigantesco predio de
la Sociedad Rural Argentina (SRA), bajo su tradicional lema de “Cultivar el
suelo es servir a la patria”.
Al parecer su “patriotismo” se agota en cultivar el suelo
(cosa que en la práctica realizan sus peones) y suficiente con eso; pues, le
asignan tanta entidad a esa tarea que suponen que con ello deben estar exentos
de impuestos, carecer de obligaciones, disfrutar de quitas en sus hipotecas, y hasta orientar el rumbo económico del país. Además, sus miembros, se arrogan ser “el
Campo” en su totalidad, ignorando la existencia de medianos y pequeños
productores. En definitiva, y parafraseando a un destacado político de
principios del siglo pasado, éste es otro de los conceptos mal distribuidos en
la Argentina, algunos se sienten tan
satisfechos con su parte que presumen que “el campo” se agota en ellos.
Lo cierto es que en estos días, y desde “el mentado predio
sagrado”, asistimos a una clase de moral brindada por el actual Presidente de
la SRA , Luis Miguel Etchevehere, quien al parecer no se dio por enterado que
la entidad que preside adquirió “ilegalmente” -o para decirlo en términos más
sinceros: corruptamente- la propiedad palermitana.
Pero bueno, nuestros lectores ya conocen la diferencia que
existe entre “los moralizadores” que se ocupan y juzgan la moral ajena y los “hombres
morales” que se abocan a controlar su propia conducta.
No obstante, el señor Etchevehere con su discurso “moralizante”
desplegó ciertas dotes demagógicas para “conmover” a la opinión pública. Así comenzó
responsabilizando al Estado por la tragedia ferroviaria, deslizando de ese modo
una crítica al intervencionismo estatal, y ocultando que el deterioro del
sistema ferroviario in totum, tuvo
lugar en el proceso privatizador de los años 90 que él, al igual que sus
semejantes, aplaudió oportunamente.
Luego, y como es costumbre en estos tiempos, apeló a la
mentira para arrojar cifras inexistentes en materia educacional; como por
ejemplo: “que cada vez las escuelas estatales reciben menos chicos”. Cuando la
misma UNESCO en su informe respectivo difundió que en Argentina solo el 1% de los
chicos no está escolarizado; lo que nos coloca a la altura de los países más
desarrollados. Notorio contraste con lo que acaecía en la “era neoliberal” que
los miembros de la Sociedad Rural reclaman reinstalar; y que Etchevehere volvió
a exhortar en su perseverante discurso “debemos dejar que los mercados
funcionen normalmente”.
Tal vez, otra de las cosas, que irrita a la Sociedad Rural
sea la tentativa estatal de “blanquear” el elevado número de trabajadores “en
negro” que existe en la actividad agraria; por suerte, ellos cuentan,
curiosamente, con el apoyo del Secretario General de la Unión Argentina de
Trabajadores Rurales, Gerónimo “Momo” Venegas, quien desde el palco era
afectuosamente recibido por el público “ruralista”. Y, en compensación, él
aplaudió con fervor cada una de las expresiones del presidente de la SRA. Especialmente, cuando, éste sostuvo que “el
gobierno dilapidó en corrupción las divisas que produjo el campo”; visión muy
particular por cierto, puesto que jamás ambos dirigentes se les ocurrió tildar
de corrupto al gobierno menemista. Pero Etchevehere insistió con su discurso
(una suerte de combo entre datos y falsedades) de hostigamiento al gobierno,
sosteniendo en medio de los aplausos de la concurrencia (entre ellos De la Sota y Macrí) que: “el campo aportó -en lo que él denomina
la década perdida- en concepto de retenciones 55.000 millones de dólares que no
se transformaron en obras”. A lo que el economista Jorge Gaggero, en una
sencilla pero fulminante nota (ver Página 12 del 30/7) le contestó:
“Etchevehere
no parece que lea los informes que elabora la Universidad Austral (Departamento
de Economía, junio de 2013) acerca de la aplicación del gasto público
consolidado (Administración Central + Provincias + Municipios) durante el
período 2003-2012. Si lo hubiera hecho, se habría enterado de que el aumento
del gasto público fue de 210.000 millones de dólares en este lapso (lo
“aportado” por las retenciones ha resultado marginal), que el 65 por ciento de
este aumento de las erogaciones –unos 136.000 millones de dólares– fue
destinado al “gasto social” (salud, educación y previsión social,
principalmente) y que unos 21.000 millones de dólares fueron invertidos en la
expansión del “capital físico” del país”.
Como podemos apreciar, hay discursos que reflejan la
personalidad humana y nos permiten reparar en que “no toda es buena gente en la
Argentina”; pues también, mal que nos pese, hay lugar para los que no lo son.
Lo importante es saber discernir donde se encuentran; y para ello, podemos
recurrir siempre a los sabios consejos de Don Arturo:
“Si en frente está la Sociedad Rural, La Nación (hoy podríamos añadirle
“Clarin”) y el Jockey Club, ya sé donde debo estar yo”.
Obviamente, sabemos que esto no es suficiente; pero no deja
de ser un buen principio para evitar toparse con “gente mala”.
Solamente una persona payasesca puede pensar que la educacion estatal esta a la altura de los paises mas desarrollados. Vaya un dia a una escuela señor, entre a un aula, y no a la que esta inaugurando "la señora" a la sazon en campaña, y despues me cuenta...
ResponderEliminarLo bueno de ser anónimo es que se puede decir cosas sin sustento y no quedar en ridículo; precisamente en virtud del anonimato. No obstante, todos tienen derecho a "opinar" y eso es algo ponderable. Estimado "anónimo", no quiero hacer de esto un foro de debate; pero si Ud leyera bien lo que señala la UNESCO (que aprovecho para señalarle que no se trata de un organismo del Estado argentino, ni tampoco una Cámara que agrupa a los circos y payasos; sino la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura)se daría cuenta que no habla de contenidos educativos; sino de niveles de escolaridad.Pero volviendo al ámbito local, Ud puede dejar de lado que en la actualidad el presupuesto educativo en la Argentina es el más alto de su historia, o que por primera vez existen Universidades estatales a lo largo de toda la geografía nacional, o que el elevadísimo número de escuelas que se han creado en estos últimos años supera el record histórico conocido en el país. Lo que no significa darnos por satisfecho, desde luego. Recuerdo que el anterior presidente de la SRA sostuvo una vez finalizadas las últimas elecciones (cuando "la señora", como Ud la denomina, obtuvo el 54% de los votos) que "el pueblo votaba de ese modo porque veía los programas de Tinelli". Cosa que no comparto, ya que si el pueblo miráse, en su mayoría, canales como Encuentro, es decir culturales, seguramente el porcentaje hubiere sido mucho más amplio. Ya que "la oposición" parece haber perdido la materia gris; la mayoría de sus argumentos no resiste el menor análisis. Lo malo no es opinar en contrario, lo malo es opinar desde el vacío, desde la "ceguera racional"; ya que las críticas sin razón achatan la discusión y fomentan la mediocridad.Tal vez, prolifere tanto ésta última (la mediocridad) por los malos, y magros, programas educacionales que el neoliberalismo se encargó de promover en nuestro país.
ResponderEliminar