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jueves, 31 de enero de 2013

Del Sel, Lavagna y otros, en contraste con la razón kantiana.










“Actúa de tal manera que tu conducta se erija en máxima universal” (I.Kant).





La conformación de patrones morales ecuménicos siempre ha sido objeto de una incesante búsqueda por parte de las grandes corrientes del pensamiento filosófico. Claro, pretender en los hechos constituir un corpus moral al cual se ajuste el comportamiento de la totalidad de las personas; no deja de ser la expresión de un deseo que, en la realidad, no tiene posibilidades de materializarse. Se podrá decir que las doctrinas morales no aspiran, en la práctica, a que el ciento por ciento de los seres humanos acomode sus accionar en relación a sus principios; no obstante, y aun con la modesta pretensión de alcanzar un número mayoritario de adherentes la cosa es prácticamente inviable. Máxime si tenemos en cuenta que el sistema económico (capitalismo), sobre el cual se asientan las relaciones interpersonales, está no solo desprovisto de valores morales; sino que, por el contrario, promueve, casi con exclusividad, los valores mercantiles.
El célebre filósofo prusiano, Inmanuel Kant, intento establecer una regla a la cual debíamos acudir para comprobar si nuestra conducta era moralmente correcta. Bastaba con recordar la pretensión de universalidad de nuestro acto; pues, siempre debíamos actuar de tal forma que nuestra conducta sea susceptible de ser imitada (o copiada) por el resto de nuestros congéneres. Es decir que, si por ejemplo, un individuo mentía estaba pretendiendo que la mentira se convierta en un modelo a seguir; lo que en última instancia, traería aparejada la pretensión de establecer la hipocresía como principio rector de las relaciones humanas.   
Tal vez la humanidad no le ha prestado demasiada atención a “La crítica de la razón práctica” de Kant; pero no deja de ser un saludable ejercicio pretender contrastarla con la realidad política argentina de estos últimos días. Al menos para corroborar hacia donde nos quieren arrastrar determinada clase de personas, algunos de ellos "prestigiosos dirigentes" opositores, que tratan de "esclarecer" a la ciudadanía.
Nadie –excepto los extremadamente ingenuos; que, por otra parte, abundan- ignora que los medios de comunicación apelan a la mentira, como método eficaz para alcanzar oscuros intereses. 
Obviamente, no son los medios en sí; sino las personas que conducen esos medios que no vacilan, al igual que muchos de sus contratados, en desfigurar la realidad a los efectos de sembrar el malestar y el desgano de la ciudadanía, tanto en lo que al presente se refiere como a lo que se ajusta al porvenir.
 Sería innumerable la cantidad de ejemplos que se podrían señalar respecto de “la mentira de los medios hegemónicos”; tal vez el ejemplo más reciente es el brindado por TN (Todo Noticias, Grupo Clarín) cuando en el propósito de descalificar la figura de un intendente del Conurbano bonaerense reprodujo en la pantalla de televisión el secuestro y muerte de un empresario de la zona acaecido hace cinco años. Si tenemos en cuenta que dicho acontecimiento, no solo se presentaba ante los televidentes como un hecho actual, que “ponía de manifiesto” la inseguridad reinante en la mentada localidad; sino que, a su vez, se cuestionaba con ello, la gestión del presente intendente del distrito de Lanús (que, por cierto, no gobernaba en ese entonces; esto es, cuando el hecho aconteció), es lógico inferir cual era la verdadera intención de la falsa noticia.Su propósito era, ni más ni menos, que descalificar la imagen de un intendente que se atrevió a permitir la apertura de nuevos oferentes de servicios de TV por cable en su jurisdicción.
Hablar de la inmoralidad de algunos medios, ya es un hecho común; el problema es que “el común” de la gente no es del todo consciente de esos procederes.  Y ya sabemos que la mentira cuando no es descubierta, se reputa como verdad.
Pero no solo los “hombres” de medios son los que no se ajustan a la normativa kantiana; buena parte del espectro político opositor se caracteriza por promover falacias o, en su defecto, temores infundados.
Un claro ejemplo de esto último es la versión del ex ministro de Duhalde, Roberto Lavagna, quien en relación al acuerdo firmado por el gobierno argentino con su par iraní a los efectos de posibilitar la indagación, en territorio de Irán, de ciudadanos de dicho país por parte de un juez argentino con la intención de esclarecer la denominada “causa AMIA”, sostuvo que: “dicho acuerdo encubre un alineamiento ideológico con el régimen iraní”. Para luego añadir: “es un paso más a la chavización”. Asustando con un “cuco” (en este caso Chávez) que ha sido legitimado decena de veces por la población de su país.
Ahora bien, uno se preguntará como se puede decir esta clase de cosas; en que cabeza “racional” o pensante, puede anidar semejante fantasía. Lo lamentable es que hay un sector de la sociedad que llega a creerlas; de lo contrario, no se atreverían a exteriorizar esta clase de expresiones. Claro que el ex ministro sabe que lo que dice no es cierto; no obstante, no tiene pruritos en sostenerlo. Luego, y para redondear, desvío su crítica a la estatización del sistema jubilatorio, al fútbol para todos, a la ley de medios; curiosamente medidas que, directa o indirectamente, afectaron (y afectan) los intereses del mayor grupo mediático argentino.
Otros que tampoco contrastan su proceder con la regla de Kant, son los miembros de Frente Amplio Progresista (FAP), tan “amplio” es su progresismo que no son pocos los conservadores que adhieren a su propuesta y, obviamente, a sus filas.
Pero más allá de lo difusa y vacua propuesta de esta corriente política; lo cierto es que su máximo referente (el ex gobernador H. Binner) al igual que los dirigentes que lo acompañan “convierten” su propia ineficiencia política en responsabilidad de terceros. Así es como recientemente, y a raíz de lo que viene aconteciendo en la provincia de Santa Fe, salen a culpar al gobierno nacional por el avance del narcotráfico en dicha jurisdicción.
Si tenemos en cuenta que la conducción política de la provincia la ejerció el mismísimo Hermes Binner, desde el año 2007 al 2011; y que luego lo sucedió su propio compañero de partido, y actual gobernador, Antonio Bonfatti, es cuando menos razonable realizar una autocrítica al respecto. Desde luego, estos señores conciben a “la crítica” como sinónimo de oponerse; jamás se les ocurrirá hacerlo en el sentido profesado por Kant, es decir, como método a través del cual sometemos nuestros conocimientos, valores y creencias, al tribunal de la razón. Es lógico, ya que el empleo de la razón siempre requiere de un mínimo de esfuerzo, de ahí que siempre sea mucho más fácil responsabilizar al otro y no reparar en los detalles. Tal vez la sugerencia del ex gobernador santafecino, es que el gobierno nacional se haga cargo de las fuerzas de seguridad provincial. En ese caso -y esto obviamente debemos tomarlo sarcásticamente- la responsabilidad del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ha sido dejarlo que decida solo como gobernador y no haber “intervenido oportunamente la provincia” para decidir por él.
No obstante, a Hermes Binner deberíamos recordarle aquel viejo pero eficaz precepto del derecho privado: “nadie puede alegar, en su beneficio, la propia torpeza”.
Como vemos la irracionalidad ha llegado a extremos irreproducibles. Ésta nueva modalidad desarrollada por el macrismo, desde un principio, se está tornando consuetudinaria en materia política: “echarle la culpa al otro”.
 Nos recuerda  aquella frase, si bien expresada en otro contexto, de Sartre: “el infierno son los otros”. Aunque es extremadamente difícil imaginar que Mauricio Macrí haya leído algún texto del filósofo francés.  
Por cierto, más irracionales han sido las expresiones vertidas por otro santafecino (hombre del macrísmo) con aspiraciones a gobernador; eso sí -según él- caracterizado, conforme a su campaña electoral anterior, como hombre  "de tolerancia y de diálogo”. Nos referimos al ex cómico Miguel Del Sel, quien en una entrevista teatral calificó a nuestra Presidente de “vieja chota e hija de puta”.
Es muy probable que, en este caso, Del Sel se haya ajustado sin ambages a la sugerencia kantiana; es decir, su pretensión apunta a que “todo el mundo” agravie en forma soez a la Presidente. Y, por extensión, a todos aquellos que no “piensen” –y cuando escribo esto, no puedo dejar de evaluar lo bajo que ha caído el significado del verbo pensar- como él.
De todas maneras, la Presidente no debería sentirse agraviada; sino considerar esas expresiones de la personalidad de quien proviene. Y recordar las enseñanzas de otro destacado filósofo, para el caso mucho más antiguo, nos referimos a Epicuro cuando decía: “No me preocupo de agradar a todos. Lo que a ellos les gusta, yo lo ignoro, y lo que yo sé, sobrepasa su entendimiento”.
Es verdad que los miembros del  PRO (Propuesta Republicana), no se caracterizan por el aporte de ideas, por la solidez argumental, por su vocación deliberativa; pues, siempre intentan trasladar el eje de la discusión de lo central a lo nimio, lo banal, lo frívolo, rehuyendo de esa forma a las cuestiones políticas relevantes. 
No por casualidad siguen esforzándose en la tarea de “incorporar famosos” a sus listas de candidatos; sin demostrar la más mínima intención de incorporar gente con ideas.¿Ideas? ¿Que es eso?
Al parecer esa no es una exigencia que requieran sus adherentes; sin embargo, sería cuando menos saludable que se les exigiese un mínimo de respeto para con los demás. Claro que la exigencia se torna extremadamente  difícil para un partido que modela su posicionamiento en función de los principios rectores, no ya de la moral, sino del marketing político.
Se podrá argüir, no sin razón, que algunos miembros del oficialismo tampoco adscriben a los postulados kantianos; y lo concreto, es que nadie en su sano juicio pretende concebir, en la práctica, una sociedad forjada al calor del “deber ser”. El "deber ser" es siempre una aspiración. 
Parafraseando a Nietzsche podría decir que “La sociedad real vale mucho más que cualquier sociedad deseada o soñada”.  Ya que la sociedad de los sueños, solo es susceptible de hallarla en el terreno de la imaginación. 
Sin embargo, “la sociedad real” siempre es posible de ser mejorada si nos atenemos a “criterios de razonabilidad” al momento de discutir políticas. Cosa que por desgracia, y al parecer, está ausente en vastas franjas de los miembros de la oposición.

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