“Es preferible permanecer callado y parecer un tonto, que hablar y despejar
las dudas definitivamente” (Groucho Marx).
Curiosa cobertura suele proporcionar la fama a quienes la hayan
alcanzado, pues, uno puede hablar desde su condición de “exitoso” en un área
determinada; para luego, internarse en terrenos desconocidos o ignorados y
desde allí verter expresiones -propias de un “saber inmediato”- que estén desprovistas
de un conocimiento profundo o reflexivo.
Si hay algo que la sociedad de estos tiempos ha
desvalorizado, por sobre todas las cosas, es el saber. Pero no “el saber” entendido
éste como sinónimo de erudición (y en esto sería bueno releer a un grande como Montaigne); tampoco el saber especializado o fragmentario
que, como bien destacaba Ortega y Gasset,
deja muchos conocimientos en el camino. Recordemos su conocida frase: “La
máxima especialización equivale a la máxima incultura”.
Nos referimos al saber reflexivo, criterioso, el que por lo
menos intenta tener una mirada más abarcadora y profunda de la realidad que
siempre es más compleja de lo que se supone.
Tal vez por ello, la fama y el saber transitan caminos que
rara vez confluyen. El sabio suele estar exento de decir estupideces; en
cambio, el famoso no. Excepto, obviamente, que a su vez sea sabio.
Recientemente un destacado actor y cineasta, de merecida
fama en lo suyo, sostuvo en una entrevista realizada en la revista Brando (perteneciente al diario La
Nación) la siguiente aseveración respecto del país: “Están pasando cosas rarísimas, no se nos permite pensar fuera de lo
establecido. Te dicen que tenés que pensar y en qué dirección y si no estás de
acuerdo sos un hijo de puta”. Sería interesante
saber que entiende Ricardo Darín por
“pensar”, pero mucho más relevante sería que nos explicase quien no le
permite pensar fuera de lo establecido.
Es curioso, la revista en cuestión resalta éstas
declaraciones cuando, hace poco más de un mes, uno de los directores del diario
La Nación (recordemos, propietario del semanario) destacaba que “vivimos en una dictadura de los votos”.
Seguramente Darín no se dio por enterado del desprecio por la democracia que
profesa el director Bartolomé Mitre que, en su afán de garantizar “la
pluralidad de pensamiento”, no repara en descalificar al sistema democrático
argentino. Tal vez, de conocer ello, no se hubiere prestado a la entrevista.
Otra de las afirmaciones que exteriorizó el famoso cineasta
fue: “…creer que todo lo que no se alinea
o no está en armonía con su pensamiento se construye casi como el enemigo. No para
vencerlo, sino para eliminarlo. Y eso me asusta”.
No es necesario demostrar que en la argentina actual no
existe la “caza de brujas” como lo esbozó el afamado actor. Por el contrario,
los hechos demuestran cuan saludables se encuentran los opositores al gobierno
que, permanentemente, intentan desplegar actitudes desestabilizadoras o
corrosivas de la imagen del gobierno. Y en ocasiones, bajo el amparo de medidas
cautelares; pero ese es otro tema (ver nota anterior).
Por otro lado, el actor con cierta ingenuidad supone que la disputa entre el "Grupo Clarin" y el gobierno es una disputa de poder entre dos sectores que se enfrentan sin repercusión alguna sobre la sociedad.
No concibe que cuando un poder corporativo confronta contra un poder estatal se está poniendo por encima de éste. En consecuencia, y a raíz de la notable incidencia que los medios de comunicación masiva tienen en la "formación del sentido común"; no comprende que lo que esta en juego es el futuro de la sociedad argentina. Pues, así como los medios magnifican la personalidad de un jugador de fútbol o de un actor catapultándolos a la fama más allá de sus cualidades; tambien entronizan una manera de "concebir la realidad" en función de las políticas que esos sectores pretenden para la acumulación de beneficios. De ahí que, restingir ese "poder de incidencia" o de manipulación es vital para evitar el engaño de las generaciones futuras. ¿Acaso es insuficiente la experiencia vivida por los argentinos desde el advenimiento de la democracia para corroborar lo que estamos afirmando? ¿Alguien puede negar que a partir de éste gobierno y sus disputas con los poderes corporativos comenzó una recuperación de la política en manos de los representantes del pueblo? ¿Acaso se quiere volver al estado anterior de cosas, cuando el poder mediático, en connivencia con los grupos dominantes, sacaba o ponía ministros de economía (o de cualquier cartera) con la intención de ver materializados sus propósitos? Pobre análisis podríamos realizar si desconocemos nuestra historia.
Lo cierto es que Ricardo Darin, al igual que cualquier ciudadano de
éste país, está en todo su derecho a verter opiniones; pero sería más razonable -por su condición de famoso- que antes de hacerlas públicas se interiorizase un
poco más de lo que está hablando y, más precisamente, con quienes está hablando.
La fama debería
exigirle, en virtud de los tiempos que corren, un mayor sentido de la
responsabilidad al momento de opinar.
No porque deba ser un sabio. Todos, en diferentes grados,
estamos lejos de ello; sino, específicamente, por su condición de “famoso”, ya que no debería olvidar que mucha gente se
deja llevar por los “cantos de sirena de la fama”. Que, en líneas generales, suele marchar a contramano del
auténtico saber.
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