Extraña sensación se vive en la Argentina preelectoral, a
diferencia de otras elecciones el clima imperante revela cierta atmosfera de
indiferencia que contrasta obviamente con el entusiasmo que supo despertar, por
ejemplo, la última elección presidencial. Tal vez, la medianía de los
candidatos, que no despiertan demasiado entusiasmo en buena parte de los
votantes, sea el leitmotiv de tamaña apatía ciudadana. Por cierto, el cuadro se
agrava aún más si tenemos en cuenta la desconfianza que pesa sobre los medios
masivos de comunicación que a lo largo de estos últimos años se han
especializado en destruir todo vestigio de veracidad en lo que a información
política se refiere. Circunstancia nada desdeñable si reparamos en la impostura
que ha caracterizado al periodismo de esta última década (especialmente, el
perteneciente a los medios hegemónicos) y que tiene como correlato el
desinterés ciudadano por los denominados programas políticos.
A tal punto llegó la
desnaturalización de la información y el ocultamiento de lo que acontece en materia
de políticas de estado que la presidenta de la república se vio obligada a recurrir
a las apariciones por cadena nacional y, de ese modo, anoticiar todas y cada
una de las actividades desarrolladas por su gobierno.
Ha sido tan extremo el ocultamiento de la información que
hasta los avances científicos y tecnológicos más destacados de la historia de nuestro país
–como por ejemplo: el lanzamiento del Arsat 1 y Arsat 2- pasaron inadvertidos
por las pantallas de la televisión privada. Hecho éste que pone de manifiesto el
nivel de desinformación ciudadana que propician los grandes medios de
televisión.
Sin duda esto no es una novedad, pues, la desinformación
conlleva, entre otras cosas, inexorablemente a disminuir los niveles de
politización social. Y la ausencia de una sociedad politizada siempre ha sido
el mejor presupuesto para garantizar el dominio de unos pocos.
Una de las grandes virtudes desplegadas por Néstor Kirchner
primero y por Cristina Fernández después, ha sido no descuidar los niveles de
politización social; de haberlo hecho no solo gran parte de sus logros hubiesen
quedado a mitad de camino; sino que los medios hegemónicos -conjuntamente con
el resto del establishment- se hubieren fagocitado todas sus iniciativas.
No es un dato menor recordar que Néstor Kirchner llega a la
presidencia con el 22,24% de los votos en el año 2003; ni tampoco lo es el
rememorar que Cristina Fernández en el año 2011 obtuvo el 54,11% de los votos.
Allí se ve claramente como el proceso de politización social fue in crescendo merced a estos dos
políticos notables que, paulatinamente, fueron despertando en la conciencia
ciudadana la idea de que la política es la única herramienta que el pueblo
tiene a su alcance para transformar la realidad.
Y en ello, un papel preponderante jugó el discurso
confrontativo que supo mantener el gobierno con los dueños del poder real -lo que no
significa haber ganado la pulseada ni mucho menos- empeñados en obstaculizar e impedir cualquier tipo de
transformación que implique una mejora para los sectores populares.
Se podrá discutir si se hubiese podido avanzar más o menos,
pero lo cierto es que se avanzó en muchos aspectos. Y uno de los campos donde
más se percibe ese avance es en el plano cultural; quien suponga que la cultura
política argentina es la misma que la que existía previamente a la llegada de
los Kirchner al poder o está faltando a la verdad en forma deliberada o esta
obnubilado por una concepción dogmática.
Todos sabemos que, en la vida de los pueblos, los procesos
históricos no son lineales, hay marchas y contramarchas, avances y retrocesos;
y los efectos que se desencadenan en determinado momento histórico no mueren ni
súbita, ni instantáneamente. Por el contrario, se prolongan en el tiempo y en
ocasiones dan lugar a la configuración de un nuevo momento histórico que en
apariencia no guarda relación alguna con el período en que se produjeron aquellos
efectos. Para ser más explícito: Cualquiera que intente comprender el porqué
del reinado del neoliberalismo en la década de los 90, si bien no puede
prescindir de los factores internacionales y locales que se desencadenaron en
los años 80; mucho menos puede soslayar la existencia, a partir de marzo de 1976,
del denominado “Proceso de Reorganización Nacional” que no solo instauró el
terror y la desaparición en la Argentina, sino que “inoculó”, en buena parte de
“la conciencia colectiva”, los principios del neoliberalismo económico que
posibilitaron la disolución del Estado y la destrucción de la economía nacional.
Por suerte los tiempos fueron cambiando y precisamente el
kirchnerismo fue quien se encargó de demostrar, contrariamente a lo que
pregonaban e inculcaban -si bien lo siguen haciendo- los medios de comunicación
“independientes” y el staff permanente de economistas del establishment, que la
construcción de otro modelo económico-social era posible.
Así surgió la reivindicación de la política y con ello el
despertar de la sociedad. Actualmente, estamos transitando los últimos días de
gobierno del denominado “período K”; en este caso de la primer presidente mujer
que tuvo nuestra república. Y hasta el más acérrimo adversario -por no decir
enemigo, que los hay y en abundancia- debe reconocer que fue el ejercicio
presidencial al que más obstáculos y trabas le colocaron tanto los factores de
poder como los medios de comunicación nacional e internacional. Abundaron los
intentos desestabilizadores, las operaciones de descrédito y aún hoy prosiguen,
ininterrumpidamente, las campañas difamatorias. Sin embargo, la Presidente,
Cristina Fernández de Hirchner, culmina su mandato con el mayor consenso popular desde el
regreso de la democracia en nuestro país. Sin duda se va a extrañar su
presencia en la Casa Rosada, sin duda vamos a extrañar su discurso contestatario
en los foros internacionales, hasta las cadenas nacionales -una de las pocas
fuentes de información fidedignas- vamos a echar de menos.
Y a propósito de “cadenas nacionales” un párrafo aparte
merece el Ing. Mauricio Macri quien recientemente sostuvo que de llegar a la
presidencia “vamos a terminar con las
cadenas nacionales para que las señoras puedan ver tranquilas las telenovelas”.
Más allá de lo desatinado de la expresión que revela una desvalorización absoluta
de la conciencia femenina; su propuesta demuestra hasta qué punto el líder del
Pro reivindica la despolitización de la sociedad.
Lo cierto es que se acerca la culminación del mandato
presidencial y, a fuerza de ser honestos, ninguno de los eventuales presidenciables
-incluido el candidato oficial- alcanza la estatura política de esta mujer que,
con más aciertos que errores, supo ser un adiestrado piloto de tormentas para
conducir la nave del Estado.
Sabemos que, a diferencia de lo que profesaba Fukuyama, la
historia no se detiene y tampoco podemos predecir el curso de sus movimientos. No
obstante, si podemos estar seguros que dar marcha atrás no va a ser sencillo
para el que llegue a ocupar el Sillón de Rivadavia, y eso, mal que les pese a
los encarnizados opositores, se lo debemos a “los K”. De ahí que, quienes ponderamos este momento histórico, también experimentemos esa sensación extraña.
Buenos días .
ResponderEliminarMe llamo Jorge Filatov. Soy productor del programa Detrás de la noticia que emite cada semana en el canal internacional RT (Russia Today) departamento Español. Ahora estamos preparando una programa sobre las elecciones en Argentina. Con este motivo tratamos de encontrar a un experto que podría ayudarnos con un breve entrevista sobre este tema. Hemos visto que Ud escribió artículos que nos pareció interesante sobre este tema y por eso quisiéremos proponer a Ud hacer una breve entrevista para nosotros que no tomará más de 10-15 minutos de su tiempo. Para nosotros sería ideal si sea posible hacer esta intervención martes a la hora que sea conveniente para Ud.
Si este proposición le parece interesante podría Ud, si este es posible, enviarme su teléfono de contacto para que podamos arreglar los detalles de la entrevista georgefilatov@gmail.com
Espero su respuesta,
Con respeto,
Jorge Filatov