La flamante designación de Ricardo Forster al frente de la novel secretaria de
Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, dependiente del
Ministerio de Cultura de la Nación, ha despertado la ira y la descalificación
de los voceros de los medios hegemónicos.
Nadie que se precie de un mínimo de conocimiento puede
ignorar que una de las funciones que le corresponde a un Ministerio de Cultura,
sea la de organizar y difundir las distintas vertientes que configuran la
historia del pensamiento de una nación. Sin embargo, y a juzgar por las
reacciones de la pluralidad de los medios privados, esa no es una facultad que deba
corresponder al organismo cultural. Por
el contrario, muchos de los “voceros” (que se hacen llamar periodistas)
mediáticos tienen una visión tan estrecha del verdadero significado de la
palabra “cultura” que hasta se vanagloriaron de preguntar: ¿Qué es eso del “pensamiento
nacional”?
Uno de ellos, hasta llegó llego a decir: ¿acaso nos van a
enseñar a pensar? Al momento de escucharlo uno tenía sobradas ganas de responderle
que, si bien es cierto que el designado secretario Ricardo Forster tiene
excesivos atributos pedagógicos para dictar ese tipo de enseñanza, tampoco es cuestión
de encomendarle lo imposible.
Lo concreto es que ni
siquiera minimizaron el rol que le correspondería desarrollar a semejante
secretaría; pues, directamente arguyeron que es un sinsentido, una simple
vacuidad asociada a “oscuros propósitos” propios de un régimen dictatorial.
Al escucharlos resultó inevitable no traer a la memoria
aquella célebre frase que reza: “Cuando el sabio señala la luna, el necio
concentra su vista en el dedo”.
Merced a esa necedad propia de la ignorancia, de la cual
algunos hasta se jactan de poseerla, hemos podido contemplar como los
representantes de “la trilogía del desánimo” (prensa escrita, televisiva y
radial; eso sí, “saludablemente independiente”) se empeñaron más en hablar del
aspecto formal (entiéndase: nombre de la secretaria) que del contenido en sí
que ha de llevar a cabo la misma. Lógicamente, el nombre de la secretaría ya
prima facie les genera urticaria a
estos “aspirantes a escuderos” del establishment.
El primero de los términos que les provoca la
erupción de la piel, es que se hable de “lo nacional” concepto que menosprecian
-al igual que el de “Estado”- porque
adhieren al viejo prejuicio de desdeñar lo nuestro. No obstante y más allá de
eso, no tienen porqué inquietarse ya que la persona designada para el “cuestionado
cargo” ha dado muestras más que suficientes de gozar de una elevada amplitud de
criterios que posibilitará debatir “lo nacional” desde una variada pluralidad
de perspectivas.
Claro que la única
condición que se requerirá, y conforme a las expresiones del nuevo funcionario,
será la discusión fundamentada que posibilite el enriquecimiento de las ideas
nacionales: “Vamos a intentar armar una secretaría que sea
capaz de articular la complejidad de la historia intelectual argentina, la
historia política e ideológica, y que sea capaz de discutir los temas del
presente y del futuro, ése es el objetivo”.
El otro término que provoca una fuerte reacción sobre la
epidermis, en buena parte de los integrantes de la cofradía de los medios; es el que hace referencia al pensamiento. Obviamente,
los partidarios de la opinión ligera; esto es, aquella realizada sin reflexión,
sin fundamento o sobre la base de presupuestos falsos - y a la que nos tienen
tan acostumbrados “los opinadores mediáticos”- no podrá encontrar lugar dentro
del objetivo de esta secretaría. Por el contrario, la labor que desarrolle esta
flamante dependencia del Ministerio de Cultura atenta, entre otras cosas,
contra el desconocimiento y la “hegemonía
de la opinión” instalada por los medios.
Hecho que, por
cierto, incomoda a “los opinadores”,
puesto que si hay algo que los descoloca y les genera rechazo es,
evidentemente, la posibilidad de pensar, ya que esto implica buscar posturas
fundamentadas, esforzarse por conocer, prepararse, aprehender, y no opinar ligera e irresponsablemente.
Por otro lado, es preciso reconocer que seríamos injustos si
negásemos que una buena parte de la “oposición política” (que ha dado muestras
más que suficientes de defender los intereses mediáticos; prestándose a fortalecer
los dominios de la opinión, inclusive la
de mala fe) se ha sumado al rechazo injustificado de la mentada secretaría.
Algunos como Laura Alonso del PRO adujeron que la creación de una “Secretaría
del Pensamiento Nacional” atenta contra la democracia. No en vano, es dable recordar
que su partido propició la supresión de la enseñanza de la Historia Nacional en
los establecimientos educativos. A
juzgar por la legisladora, todo lo nacional es antidemocrático; tal vez por
ello no se ha tomado la molestia de conocer un poco de historia argentina. Sin embargo, y al parecer, eso no resulta un impedimento para que opine sobre un tema que desconoce: “el pensamiento nacional” que, obviamente, ninguna trascendencia le asignan en su partido.
Más “sutil” estuvo el diputado Ricardo Alfonsín, de la UCR,
quién manifestó irónicamente y con cierto temor, “que no se le ocurra -a este
gobierno- crear la policía del pensamiento”. Evidentemente es una
descalificación gratuita o un alarde de "buen humor" por parte del diputado
radical.
No obstante, podríamos aseverarle al ex candidato presidencial que
este gobierno ha dado sobradas muestras de no reprimir ni conductas, ni mucho
menos ideas; a pesar de las insinuaciones que vierten mucho dirigentes inescrupulosos.Pero aun así, y siguiendo con su predisposición al humor, debería tranquilizarse ya que de existir (como
él señala) una hipotética “policía de pensamiento”; no se vería afectado en lo más mínimo,
puesto que se supone que solo censurarían a los que piensan.
Lo concreto es que este gobierno no censuró a nadie, ni va a censurar. Sin embargo, los autodenominados “auténticos representantes de la democracia” se
empeñan permanentemente en censurar el debate (es decir, a la razón) y ocultar
el pensamiento nacional. De ahi su, a priori, rechazo a la recién creada Secretaría.
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