Cuando uno procura imaginarse la Argentina de los próximos
años, es casi imposible no dejarse envolver por cierto aire de zozobra. Y no es
cuestión de ser pesimista sino que, al desencadenar el proceso imaginativo sobre la base de los antecedentes históricos
de quienes hoy se presentan como los futuros protagonistas de la Argentina por
venir, es inevitable concluir que el panorama es lo suficientemente
desalentador.
Basta con reparar que solo en escasos dieciocho meses (mucho
menos si tenemos en cuenta las primarias) nos veremos ante la obligación de
asistir a las urnas para elegir un nuevo gobierno, como para percibir lo
preocupante del porvenir. Lo peor de
todo es que ya no se trata de un temor a lo desconocido; al fin y al cabo,
aquello que desconocemos siempre ha de gozar, de algún modo, del beneficio de
la duda.
El problema radica en que éste es un “temor” justificado y,
por lo tanto, con cierto grado de probabilidad de verse corroborado en el
mañana.
Siempre hemos señalado que los argentinos, en general,
observamos la historia con cierto desdén, con cierto menosprecio; como si sus
efectos se agotasen con la mera consumación de los hechos y donde, en
apariencia, el transcurrir del tiempo los convierte en una suerte de “recuerdos
fosilizados” de una época que se extinguió. Es como si el presente no guardase
relación alguna con el pasado; sin reparar que, en verdad, entre el presente y
el pasado existe, indefectiblemente, una relación de actualización permanente.
Bien lo señala un destacado filósofo argentino: “Pensarnos,
descubrirnos, leer la época nos exige inexorablemente un viaje al pasado”.
Lo curioso es que esta predisposición a no viajar por el pasado
es la que nos lleva a ignorar sus enseñanzas y a cometer muchos de los errores
que nos impiden crecer y fortalecernos como Nación. Claro que, esto que aparece
como una debilidad para configurar un sentido de pertenencia y de formación de
una “conciencia ciudadana” experimentada; es una verdadera ventaja, de la cual
suelen sacar provecho, aquellos “dirigentes” oportunistas (y también porque no decirlo, aquellos inescrupulosos
comunicadores sociales) que aspiran a posicionarse en el escenario del poder y a
congraciarse con los representantes del poder económico. Nada mejor que ignorar
nuestro pasado para desconocer el porqué de lo que acontece.
Así por ejemplo, si nos atreviésemos “a viajar raudamente
por el pasado” podríamos percibir que en los eventuales nombres que se barajan
para proyectarse a la máxima magistratura el año próximo, hay un denominador
común. A saber: todos -y nos estamos refiriendo a Massa, Macri y Scioli- se
identificaron políticamente con la matriz neoliberal que hegemonizó la cultura
política argentina en la década del noventa. Pues, resulta interesante recordar
que la mentada terna acompañó y/o apoyo enfáticamente la gestión del menemismo
durante todo su ejercicio; en una época donde la política estuvo,
absolutamente, subordinada a la economía y su función se circunscribía a la
elaboración de simples propuestas marketineras.
Lo más preocupante no es que ninguno de ellos se atreva a
manifestarlo públicamente; en todo caso, si lo hicieren pero reconociendo las
nefastas consecuencias que aquél período tuvo, sobre la nación y la población
en general, sería una muestra de honestidad intelectual o, en su defecto, un
síntoma de haber evolucionado en términos políticos. El problema es que en, en
los hechos, cada uno de estos aspirantes presidenciales sigue reivindicando
(por supuesto off de record) esa
concepción política que sumió al país en la peor crisis de su historia. No por
casualidad, los sectores dominantes -es decir, aquellos que bajo el reinado
neoliberal extendieron sus tentáculos sobre la estructura económica argentina-
sponsorean de buena gana cualquiera de estas candidaturas.
Basta una fugaz recorrida por los perniciosos años 90
(período donde se desarrollo la mejor década según “La Nación” y “Clarín”, a
diferencia de la actual) para recordar que Sergio Massa era integrante de la
Unión de Centro Democrático (Ucede) el partido de los Alsogaray, Scioli
funcionario de gobierno y Macri enfervorizado adherente a las políticas
económicas de un gobierno que le permitió incrementar sustancialmente sus
activos. Por eso tampoco sorprende observar cómo ninguno de los tres candidatos
posee un discurso concreto sobre el “por hacer”, pues, simplemente adoptan o
anuncian medidas en función de la orientación de la “opinión pública” predominante.
Y, si reparamos en que
“la opinión pública” termina siendo “la opinión publicada” por los
grandes medios de comunicación social; es fácil predecir quienes van a ser los
beneficiados en la nueva era que se avecina.
Su proceder se asienta sobre tres grandes factores: (a) No
expresar en sustancia “idea” alguna. De ahí que se limiten a mencionar
conceptos muy vagos y amplios que, en síntesis, nada dicen. Por ej.: “vamos a
combatir la inflación”, “terminar con la inseguridad”, “fomentar el dialogo”,
etc., etc. Por supuesto, ante la formulación -que, desde luego, no se la suelen
hacer los “periodistas independientes”- de la pregunta: ¿Cómo? Se hacen los
distraídos. (b) Priorizan desplegar efectos en vez de emprender un análisis
concienzudo de las causas. Precisamente, porque sus intenciones no están
direccionadas a resolver los problemas de “la gente”; sino simplemente a
conquistar cierto “rédito político”
personal que les permita catapultarse al “sillón de Rivadavia”. (c) Rehúyen
recurrentemente a todo tipo de debate, ante la posibilidad de quedar “al
desnudo” la insustancialidad de su propuesta; o lo que es peor aún, para no
dejar en evidencia sus planteos neoliberales.
Así por ejemplo, si la gran mayoría de la población imagina,
erróneamente, que “la mano dura” es el camino correcto para suprimir la
inseguridad en la argentina, ellos no van a contradecir esa falsa creencia;
sino por el contrario, van a enarbolarla -e inclusive ponerse a la cabeza de
esa posición, tal cual ocurrió recientemente- para congraciarse, de ese modo,
con el mayor número de personas.
Las recientes medidas en materia de “seguridad” adoptadas
por el gobernador Scioli en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires -a las
que podríamos calificar de meramente efectistas e insustanciales-, las repetidas declaraciones de Macri en esta
cuestión, y la cruzada contra el anteproyecto de Código Penal emprendida por
Massa que hasta entre líneas, a lo largo de estos días, justificó los
“linchamientos”, es un signo manifiesto de lo que estamos expresando. Por ende,
es lógico predecir el inmediato retorno
del culto al “rating político”.
Solo restaría constituir un Ibope (institución que mide el
nivel de audiencia de los programas televisivos) de la política para que estos
candidatos confronten entre sí su capacidad de adaptarse a las mediciones que,
transitoriamente, vayan surgiendo.
Desde luego qué, quienes así proceden no solo carecen de
atributos para conducir una nación, sino que ni siquiera albergan en su
interior las más mínima convicción. Bien se ha señalado que “estar del lado de
la razón es insuficiente para persuadir a ciertos auditorios”; pero, en todo
caso, es lo que debe hacer un verdadero gobernante que se precie de serlo.
No obstante, de lo que sí debemos estar seguros es que en
materia económica van a retornar nuevamente los “tecnicismos”, de forma tal que
el ciudadano común se vea desconcertado con las expresiones económicas y, de
ese modo, retornar solapadamente a las tradicionales sugerencias de los organismos
financieros internacionales, especialmente, las que proporciona el FMI.
Organismo éste que acaba de” predecir”
-como, por otra parte, lo hace todos los años sin fundamento alguno- un
2014 desfavorable para la Argentina en materia de actividad económica.
Estableciendo a su vez un símil entre el derrotero que atraviesa nuestra
economía y la economía venezolana. Claro que esta última comparación no
responde a móviles estrictamente económicos, sino que encubre cierta
intencionalidad política.
La reciente visita de Sergio Massa a los EEUU y las
expresiones que en el país del norte formuló, entre otras, “la de tender puentes
hacia la alianza del Pacífico y reafirmar a la OEA como foro latinoamericano”.
Se enderezan, esencialmente, a cuestionar nuestra pertenencia en el Mercosur y
distanciarse de la Unasur; lo que no solo es toda una definición en materia de
política exterior, sino también la expresión del modelo económico que propicia.
Por lo demás, es
fácil imaginar el resto:
Los grandes medios como es su costumbre se abocaran a
justificar la necesariedad de las medidas de ajuste (responsabilizando al
gobierno anterior por la forzosa implementación de las mismas), se nos explicará,
a través de todos los programas políticos,
que para reducir la inflación es “imperioso” reducir el gasto público y,
como en los noventa nos “mencionarán” las bondades que traerá aparejada nuestra
reconciliación con el FMI y la importancia de las constantes visitas que
realice para monitorear nuestra futura y “saludable” situación económica. Eso
sí, como por arte de magia, desaparecerán por un tiempo los hechos de
inseguridad en la pantalla televisiva y retornaremos a las informaciones de
antaño, cuando los noticieros locales nos “informaban” del nacimiento de un oso
panda en algún lugar remoto de la República China.
Por otro lado, los “probos” dirigentes sindicales como
Moyano y Barrionuevo, (hoy aliados de Massa, ya que Macri decayó en las
encuestas, pero preservando su amistad con éste y con el gobernador Scioli) nos
explicarán la inconveniencia de las huelgas generales y la necesidad de apoyar
a un gobierno que en algún momento suprimirá las paritarias.
Como vemos, con esta clase de candidatos, no hace falta poseer
mucha imaginación para predecir el futuro de la Argentina. Claro que,
obviamente, todavía resta más de un año y puede que en el ínterin se perfilen
otros presidenciales con posibilidades; puesto qué, de no ser así, estaríamos
asistiendo al retorno del gobierno de las corporaciones y al espeluznante mundo
del marketing político.
muchas gracias, has escrito de forma clara y concisa lo que mi pobre cerebro no terminaba de poder ordenar.
ResponderEliminarComo siempre, estamos en el horno
Ud. alimenta mi cerebro con conocimientos; su escritura siempre es atrapante. Se agradece!!
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