Hemos destacado en otras oportunidades que la lógica
neoliberal determinó la fragmentación del saber; el método promocionado fue
atrincherar cada área de conocimiento en un espacio exclusivo, posibilitando
con ello una práctica aislacionista de cada especialidad.
Es decir, se fortaleció un fragmento específico del saber y
se lo desvinculó con el resto de los saberes; lo que en definitiva posibilitó
tener una visión parcializada de “la realidad” en detrimento de la totalidad de
lo real. Esta lógica no solo repercutió en el campo de las ciencias, sino que
posibilitó que grandes franjas de la población mundial, una vez obtenido el
consenso necesario, cayeran en las fraudulentas redes del discurso neoliberal.
Así, y mediante la complicidad de los grandes medios, se fue
entronizando la figura de “los expertos” en cada rubro; pero muy
específicamente el del área económica que pasaron a convertirse en una suerte
de profetas del devenir y cuyas predicciones se debían tener en cuenta a riesgo
de no precipitarnos en el abismo.
Lo cierto es que, estos tecnócratas arrastraron a inmensas
franjas de la humanidad (y muy especialmente en Latinoamérica) a condiciones de
vida degradantes e indignas; mientras, concomitantemente, fortalecían el
crecimiento ininterrumpido de los ingresos de las grandes corporaciones.
Este proceder que, en apariencia, estaba destinado al logro
de objetivos mercantiles entronizando la figura del Mercado por sobre todas las
cosas; tuvo (y mantiene aún) su nefasta consecuencia en el plano cultural.
La lógica de pensar en forma aislada trajo aparejado un
repliegue del individuo en sí mismo sin contemplar la figura de “el otro”.
Mientras que, simultáneamente, favoreció la visión corporativa en desmedro de
la totalidad.
De ese modo se alcanzaban dos objetivos: por un lado, el
exceso de individualidad posibilitó debilitar los lazos con la sociedad; y por
el otro, la supresión del pensamiento colectivo facilitó que las corporaciones agiganten
sus espacios de poder sin resistencia alguna.
No es cuestión tampoco de que la individualidad se desvanezca
exclusivamente en la responsabilidad colectiva, pero si se trata de que el
individuo más allá de su responsabilidad personal tenga presente que existen
responsabilidades para con los demás que hacen a la concreción de un mundo
mejor.
Lo cierto es que el neoliberalismo no se circunscribió solo
a un conjunto de medidas económicas tendientes a desplazar al Estado de su
función reguladora por “la regulación automática” -y esencialmente injusta- que
nos ofrece el Mercado. Sino que, por el contrario, tiene un soporte cultural
muy amplio que no solo conduce inexorablemente a sobredimensionar la
ponderación del “yo” por sobre todas las cosas; sino que construye un conjunto
de valores que se asientan sobre la primera persona del singular ignorando el “nosotros”
como propuesta de construcción colectiva.
Salir de este “laberinto condicionante” es extremadamente
dificultoso, y mucho más cuando los grandes medios de comunicación se encargan
deliberadamente de bastardear toda propuesta que redundaría en beneficio de la
sociedad en su conjunto.
Ya entrando en la realidad de nuestro país tenemos sobrados
ejemplos de lo que estamos manifestando: desde las críticas solapadas que los “tecnócratas
de ayer” realizan, a través de las entrevistas realizadas por “los periodistas independientes,
a los subsidios asignados a los sectores más vulnerables, o los
cuestionamientos realizados por la recuperación de YPF sentando, en breve
tiempo, el “malísimo” precedente de que una empresa estatal puede administrar
eficientemente sus recursos; y hasta el rechazo de la reforma del Código Penal
que entre los nuevos delitos tipifica el accionar de las personas jurídicas que
en los hechos atenten contra el abastecimiento o configuren monopolios y/o
oligopolios, el cohecho financiero, etc., etc.
El problema radica en que la instalación mediática todavía
ejerce una vasta influencia sobre las mentes “conquistadas” durante largos años
de hegemonía neoliberal. Romper con ese “esquema de (in)comprensión” no resulta
sencillo; máxime cuando esos mismos medios se encargan (y de hecho lo han
logrado) hasta de instalar dos candidatos a presidente para el próximo año:
Macri y Massa.
Como podemos apreciar el neoliberalismo no está muerto; si
hasta cuenta con el respaldo de las potencias coloniales, como aconteció
históricamente. No por casualidad el ministro británico para América Latina,
Hugo Swire, acaba de reconocer que Londres está a la espera de la llegada, a la
Casa Rosada, de uno de estos exponentes para “conversar” sobre el futuro de las
Islas Malvinas.
Quienes conocemos la historia sabemos perfectamente que los
imperios “conversan” solo cuando sus intereses están garantizados; conducta,
por otra parte, no reprochable desde su perspectiva. Lo malo es saber que la
garantía para el inicio de las conversaciones, se las brinden dos postulantes a
la presidencia de los argentinos. No es fruto del azar que ambos aspirantes,
sean expresiones del neoliberalismo mediático.
Como vemos, el certificado de defunción del neoliberalismo
no puede ser librado, ni siquiera con la aplicación de la nueva ley de medios
audiovisuales; por ende, hay que profundizar la batalla cultural para evitar
que el pueblo vuelva a ser engañado nuevamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario