“El desierto avanza” decía un brillante pensador alemán y con ello expresaba, metafóricamente,
el avance de la mediocridad. Sin duda, si el filósofo en cuestión -muy
controvertido por cierto, al menos en el terreno de su ideario político-
hubiere conocido a buena parte de la dirigencia opositora local, tal vez
hubiese afirmado categóricamente que el desierto se expandió más allá de los
límites imaginables.
Por suerte, el denominado “loco de Turín” no alcanzó a
conocer la realidad política argentina de lo que va del siglo XXI, porque, sin
lugar a dudas, hubiere reafirmado con mayor énfasis su expresión metafórica. Si
bien es dable reconocer que la misma estaba circunscripta, en virtud del
etnocentrismo reinante en el siglo XIX, al espacio geográfico europeo.
Pero como podemos apreciar la mediocridad no es privativa
de continente alguno, sino que es capaz de aparecer en cualquier rincón del
planeta diseminando sus nocivos efectos sobre las mentes de un sector de la
población que, lamentablemente, no se detiene a analizar los hechos y, en el caso argentino, los hueros discursos
de una dirigencia decadente.
Un claro ejemplo de lo que estamos manifestando es la
reacción opositora a la tenue “Reforma del Poder Judicial”.
Los dirigentes de la
oposición -al igual que los medios de comunicación- al unísono nos hablan de
que es una propuesta destinada a cercenar la independencia de los jueces en
beneficio de ampliar las atribuciones del poder ejecutivo.
Argumento absolutamente falaz que no resiste el menor
análisis; y que solo puede resultar “convincente” en aquellos ciudadanos que no
se detienen a auscultar medianamente la propuesta. Por el contrario, para nuestro gusto se trata de una iniciativa relativamente moderada en la que se podía haber profundizado un poco más. Sin embargo, la mediocridad opositora se encarga de sobredimensionarla:
¿Acaso la propuesta de obligatoriedad de hacer pública, y el
libre acceso por internet, la declaración patrimonial de los funcionarios
judiciales es avanzar sobre sus atribuciones?
¿Puede alguien argüir que la creación de tres nuevas Cámaras
de Casación es un mecanismo para mutilar la independencia del poder judicial? A sabiendas de las inconmensurables demoras existentes en materia de resolución
de causas.
¿El hecho de querer establecer un Consejo de la Magistratura
interdisciplinario (académicos, científicos, ciudadanos) y, no exclusivo de los
versados en derecho, no puede ayudar a tener una visión más abarcativa de la
realidad?
Es paradójico, años atrás los medios de comunicación se
encargaban de incriminar a la “Justicia” de permanecer ajena a los reclamos
sociales en cuestiones de seguridad. Ahora, cuando se quiere establecer una “tibia”
reforma para obtener un moderado avance en el desarrollo de las causas judiciales,
nos salen a decir -conjuntamente con el coro de opositores- que se está
avasallando la independencia del Poder Judicial.
La actitud de los medios hegemónicos (Clarín y Nación) es
entendible en función de sus intereses, al menos en el marco de su manifiesta oposición a la estipulación de
plazos de duración de las medidas cautelares.
No olvidemos que -cautelares
mediante- uno (Grupo Clarín) viene obstaculizando indefinidamente la aplicación de la ley de
medios que produciría un quiebre de su poder monopólico; y el otro (Grupo Nación) viene
prolongando la vigencia de una medida de este tenor que lo protege de hacer
efectiva una deuda que tiene con el fisco de 28 millones de pesos.
Lo que no resulta entendible -excepto que sean meros subordinados de los grupos de comunicación referidos- es la actitud de los dirigentes de la oposición que se
podrían haber prestado a incentivar el debate, enriquecer las modificaciones y
tornarlo una auténtica reforma con miras al mejoramiento del funcionamiento del poder
judicial.
Es una lástima no contar con opositores de talla; de esa manera, se hubiere podido discutir y promover la extensión de la oralidad a todos los procedimientos, ampliar los mecanismos de acceso a la justicia, la regulación de los jueces subrogantes, la posibilidad de discutir el juicio por jurados, etc., etc., etc.
Pero como bien señala el refrán, no se le pueden pedir peras al olmo.
Es una lástima no contar con opositores de talla; de esa manera, se hubiere podido discutir y promover la extensión de la oralidad a todos los procedimientos, ampliar los mecanismos de acceso a la justicia, la regulación de los jueces subrogantes, la posibilidad de discutir el juicio por jurados, etc., etc., etc.
Pero como bien señala el refrán, no se le pueden pedir peras al olmo.
A esta altura de los acontecimientos, y más allá de los intereses para quienes
trabajen los mentados opositores (sin
lugar a dudas, con actitudes semejantes nos llevan a concluir que no tienen
interés en representar al pueblo; sino confundirlo), solo podemos “justificar”
su accionar como portavoces del desierto.
En última instancia, están procurando que la “Corporación
Judicial” se regule a sí misma; lo que es verdaderamente un contrasentido, pretender que los propios jueces "dicten sus normas" para su propio control.
Resulta ahora que el Poder Legislativo no puede, ni debe, sancionar leyes que regulen y
determinen el funcionamiento de la Justicia.
Eso es un verdadero disparate en el marco de un sistema republicano; ya que no es otra cosa que cercenar los atributos de uno de los poderes constitucionales.
Eso es un verdadero disparate en el marco de un sistema republicano; ya que no es otra cosa que cercenar los atributos de uno de los poderes constitucionales.
Y como añadidura los presuntos republicanos (específicamente, la diputada
Carrió, Bullrich, el diputado Amadeo, con el apoyo de Macri, Moyano, Piumato, entre
otros) convocan a una marcha “popular” para rodear el Congreso y evitar la aprobación de un proyecto
de ley que es, como lo establece nuestra Carta Magna, prerrogativa inherente
al parlamento.
La verdad que, en las páginas de la historia argentina, estos
personajes dejarán una triste impronta de su paso por la función pública. No obstante, lo más lamentable es que todavía hay pocos
ciudadanos, pero ciudadanos al fin, que siguen creyendo en “la vocación
republicana” de estos cultores del desierto cuya verdadera intención es obstaculizar toda tentativa de racionalidad política.
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