La reciente decisión de la Corte de Apelaciones de Nueva
York declarando, en una sentencia de 43 páginas, la inmunidad de los activos
del Banco central y cuestionando el fallo vertido por el juez Griesa en el año 2013,
más allá de ser una gratificante noticia para la mayoría de los argentinos,
pone sobre el tapete algunas cuestiones, dignas de ser observadas, en el ámbito
interno.
Por ejemplo, la reacción de rechazo visceral que uno de los
economistas del PRO, José L. Espert, (el mismo que hace pocos días sostuvo que
las paritarias eran producto de la concepción fascista y, por ende, habría que
eliminarlas), expresó no bien conocida la mencionada sentencia, es todo un
síntoma de la vocación antinacional que anida en algunos dirigentes de “cambiemos”.
Por otro lado resulta sorprendente que la decisión de la Corte neoyorkina se
ubique a la izquierda del líder de esa fuerza política, nos referimos a
Mauricio Macri quien a juzgar por sus anteriores expresiones –“lo que el juez
Griesa dice es lo que corresponde hacer”- nuestro país carece de autonomía
para contradecir o cuestionar un fallo de un juez de primera instancia del país
del norte.
Es tal la admiración -o actitud de vasallaje- que este
aspirante a la presidencia profesa respecto de la primera potencia militar
mundial, que en el año 2010, hasta fue capaz de consultar a la embajada
americana según sus propias declaraciones para designar oportunamente al
entonces jefe de la policía metropolitana. Demás está decir que si para
designar un funcionario de la ciudad se requiere esta clase de consultas; nos
podemos imaginar quienes han de tomar
las decisiones que Argentina adopte en el plano internacional de ser electo
presidente.
Pues, en virtud de estos antecedentes es lógico inferir que el
denominado período (en materia de relaciones internacionales) bautizado bajo el
nombre de “relaciones carnales” durante el gobierno menemista sería una simple
caricatura en comparación con un eventual gobierno macrista.
La llegada al poder de un gobierno de estas características implicaría
dinamitar en el acto, el lento pero eficaz proceso de construcción regional
conocido como MERCOSUR.
Al fin de cuentas fortalecer la integridad
latinoamericana jamás formará parte de concepción política de “Cambiemos”; sino
por el contrario, su deliberado propósito es debilitar los acuerdos regionales
que, de algún modo y conforme a su ideología (a pesar de que aducen no
poseerla), obstaculizan el normal desarrollo del mercado internacional. De ahí que
esta fuera de sus prioridades hablar del Mercosur.
Otros de los conceptos que desdeñan y que no forma parte del
vocabulario de los representantes del “Pro” es el de “soberanía”. Obviamente, si ser soberano, entre otras cosas,
requiere asumir una postura independiente en el concierto internacional y, a la
vez, desplegar un accionar que no se aparte en lo más mínimo de la defensa de
los intereses nacionales; es entonces natural que el Pro erradique ese vocablo de su patrimonio
discursivo. Obviamente, ello no resulta
novedoso, ya en 1997 el ahora candidato de “Cambiemos” en un jugoso reportaje
realizado en Pagina 12 sostenía que: “las
Islas Malvinas serían un fuerte déficit adicional para la Argentina. Tengo
entendido que al tesoro de Inglaterra le cuesta bastante plata por año”. Sería bueno que se pregunte por qué extraño
designio los británicos se mantienen incólumes en apoderarse de las islas y
dilapidar sus recursos. Claro que si en el futuro nuestra cancillería no se
muestra proclive a no reclamar lo que
nos pertenece, será porque en ese entonces la presidencia de república estará
ejercida por alguien capaz de decirnos “lo que diga el Foreign Office es lo que
hay que hacer”.
Como es factible apreciar el líder del “apoliticista Pro” –menuda
contradicción- tiene una marcada predisposición consultiva; pues, no solo
consulta a “la embajada”, también consulta a otras personas, entre ellos a
Durán Barba, en este caso para desarrollar su campaña política y luego seguir
sus consejos a rajatabla. Éste inescrupuloso consultor ecuatoriano, hace
escasos meses atrás le profetizó que “Cristina
era imbatible en las elecciones”. Y según contó el periodista Roberto Navarro
en su último programa televisivo (Política Económica que se transmite por C5N),
semejante aseveración causo tanto impacto en el aspirante presidencial que
estuvo a punto de abandonar la política. Pero gracias a una nueva consulta, en
esta ocasión al CEO de Clarín, desarrollada los primeros días de agosto, pues, el hombre en cuestión (Héctor Magnetto) lo
convenció de seguir adelante con el argumento de que podrá perder en octubre,
pero en el 2016 será el presidente. Todos sabemos perfectamente que en el 2016
no hay elecciones presidenciales; resulta entonces, cuando menos, intrigante
saber cómo llegará a materializarse la mentada promesa.
Ahora bien, dejando de lado el campo de la futurología, hay
que reconocer en los hombres y mujeres de “Cambiemos” cierta coherencia
discursiva. Desde las críticas formuladas por la diputada Laura Alonso -de
fuertes vínculos con el “buitreman” Paul Singer- al Papa Francisco por
mostrarse con un cartel que reclamaba el
diálogo por Malvinas; hasta las declaraciones del recién electo diputado
del Pro, Fernando Niembro, quien adujo que aquellos que quisiéramos ver el fútbol
gratis (en referencia a “fútbol para todos”) nos fuéramos a vivir a Cuba, existe
un común denominador: que consiste en cambiar la defensa de lo nacional por el
culto al capitalismo salvaje y antinacional.
Demás esta señalar que este último legislador (junto con
Laura Alonso) fue de los primeros en denunciar “la inmoralidad” de un presunto
fraude –que en los hechos no existió- en las elecciones de Tucumán. Sí, en
cambio, supo callar muy bien los provechosos beneficios que obtuvo por intermedio
de la contratación directa –esto es, sin licitación- a sus sociedades por parte
del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Claro que en la reciente sesión de
la legislatura porteña, ante el pedido de tratar estas “irregularidades” la
bancada macrista supo abroquelarse para impedir que se discuta el tema en el
parlamento de la Ciudad.
Pero no vayamos a creer que se trata de personas amorales.
El hecho de que invoquen a la moral cuando les conviene o la arrojen a la bolsa
de desechos cuando de ponderar su conducta se trata es, por el contrario, toda
una cuestión de principios.
Solo que sus principios no coinciden con el
bienestar de la República; a pesar de que no tengan pruritos de presentarse
como republicanos. Como vemos la elección de octubre no es nada menor, de la ciudadanía depende salvar la verdadera salud de la República.
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