Sin duda lo más quimérico en la Argentina contemporánea es
asistir a un debate serio y racional en torno a las cuestiones que aquejan a
nuestro país y a la búsqueda de soluciones al respecto. El problema se torna
mucho más alarmante ante la existencia de un “arco opositor” desprovisto de
ideas, que no solo se empeña en reducir toda discusión, sobre temas importantes,
a una simple enunciación de palabras hueras o de eslóganes que nada dicen. Sino
que además, muchos de sus miembros preanuncian el “hundimiento del país” en
plazos perentorios, sin fundamentar el porqué de esos vaticinios, ni sugerir que
recomiendan hacer para evitarlos.
Cuando uno observa el panorama, con el mayor grado de
objetividad posible, percibe que las expresiones de “la oposición” configuran
una “montaña de deseos” (algunos perversos)que no guardan relación alguna con la realidad.
La “lógica” que estos sectores procuran imponer descansa
sobre dos ejes, a saber: por un lado construir un clima de zozobra tendiente a
condicionar a la ciudadanía en materia de consumo. De este modo, y ante “el
temor del porvenir anunciado”, es natural que la población reduzca los gastos
con miras a las dificultades “venideras”. Y ya sabemos que una contracción de
la demanda atenta, como es fácil inferir, contra el proceso de recuperación económica.
Si a esto le añadimos las declaraciones recientes de algunos
dirigentes sindicales que pronostican una serie de disturbios violentos para
fin de año, el círculo atemorizador se cierra perfectamente.
Otro de los ejes, es evitar la práctica del debate y esto no
es solo consecuencia de la ausencia de fundamentos que caracteriza, en buena medida, al sector
opositor; pues, eludir la discusión posibilita, entre otras cosas, instalar “el
pavor” sin necesidad de fundamentarlo. Pues, por el contrario, si la cuestión
se discute, quedaría al desnudo que muchos de "los miedos" que se vaticinan no
tienen justificación racional. Excepto, aquellos que han de ser provocados
deliberadamente para atemorizar a la población en su conjunto, pero estos no
serían fruto de las circunstancias (como se pretende hacer creer) sino
artificialmente provocados por la voluntad de unos pocos que encubren sus
oscuros propósitos.
Pues bien, instalado “el temor” y anulando la reflexión como
consecuencia de la supresión del debate, están dadas las condiciones para arrastrar
a una franja importante de la sociedad a tomar partido por una cuestión de
simpatías. De tal manera qué, lo central pase por adherir a un bando u al otro,
sin abocarse a reflexionar sobre a quién de ellos asiste la razón o que es lo
más conveniente para el país.
Para peor, una nueva modalidad se ha instalado en los medios
televisivos y que consiste, esencialmente, en preguntar sobre temas
extremadamente complejos -por ej.: inseguridad- a quienes por el mero hecho de
ser famosos (entiéndase actores, peluqueros de la farándula, modistos, etc.) se
los entrevista para que “aporten” sus opiniones al respecto.
Nadie intenta silenciar la opinión de la farándula, pero
sería mucho más “razonable” que una vez consultados sobre un tema; a posteriori se interrogue a un especialista para que
focalice, con argumentos sólidos, la problemática en cuestión. Evitando de ese
modo, que solo quede la opinión de quienes reducen los problemas sociales a una
“simple querella de opiniones” -la mayoría de las veces sin fundamento alguno- y que nada ofrezcan para la reflexión seria. Obviamente,
el proceso de reflexión colectiva atenta contra los intereses de los monopolios
mediáticos, que nulo interés poseen en impulsarlo; al fin de cuentas, de
hacerlo quedaría, paulatinamente, al desnudo sus técnicas de manipulación
televisiva.
Por eso prefieren instalar una suerte de “lógica futbolera”
que se asienta sobre mezquinos intereses bajo la apariencia de una legítima
preocupación comunitaria. Por cierto, la mentada “lógica” la extienden a toda
clase de problemas y, muy especialmente, para combatir al gobierno de la
presidenta Cristina Fernández.
Después de todo, polarizar una discusión vaciándola de
contenido, no solo es una manera muy eficaz para inducir a un “televidente
desprevenido” a tomar partido por una determinada posición; sino que, a su vez,
la instalación de esta “lógica” resulta funcional para quienes desde “la
oposición” aspiran catapultarse a la presidencia de la República sobre la base
de pronunciar eslóganes que nada dicen.
Lo cierto es que todo este entramado, tejido por casi la
totalidad del "arco opositor", no es fruto de la espontaneidad; por el contrario,
parece perfectamente programado por aquellos sectores empeñados en desgastar al
gobierno.
No obstante, el intento va más allá de desgastar la figura
presidencial, pues, en los hechos lo que se pretende es erosionar, en forma
escalonada, el terreno sobre el que se asienta una propuesta política que
asigna al Estado un participación protagónica en el quehacer económico.
Basta un ejemplo para corroborar lo que estamos señalando:
cuando uno observa la programación de los canales de televisión pertenecientes
a los grandes grupos económicos, o escucha aquellas emisoras de radio que
resultan ser propiedad de estos mismos grupos, o lee los periódicos de mayor
tirada en el país (“Clarín” y “La Nación”) se encuentra con que, en la
Argentina, ninguna medida de gobierno es digna de ser ponderada.
Por el contrario, la consigna mediática es demoledora: todo
se hace mal. Ahora bien, si se parte de la premisa de que “todo se hace mal”,
es lógico deducir que lo correcto sería ejecutar políticas absolutamente
contrarias a las que desarrolla este gobierno. Por ende, el hoy “Estado
presente”, debería abandonar su “postura” y marcar una profunda ausencia para
facilitar el “normal” desenvolvimiento del “libre mercado” y a partir de allí,
las cosas se solucionarían casi instantáneamente.
Eso sí, el Estado -como en
los viejos tiempos- debe concentrar su esfuerzo exclusivamente en "la seguridad";
que por cierto no se va a circunscribir a combatir “la delincuencia”, sino a
garantizar el orden en todos sus aspectos. Fuera de ello es innecesario.
La lógica es implacable, no por casualidad uno de los
candidatos sostenidos por éstos mismos medios (Mauricio Macri) nos advierte que
de llegar al gobierno “eliminará el impuesto a las ganancias y suprimirá las
retenciones”; sin dar explicación alguna, ni fundamentar como hará el Estado
para mantener las políticas sociales con una merma tan significativa en lo que
respecta a sus ingresos.
A primera vista, preocupa que los representantes de la CGT
opositora y la CTA disidente, que permanentemente "se arrogan" la defensa de los
trabajadores, no hayan salido a cuestionar semejantes dichos, puesto que
eliminar de cuajo el impuesto a las ganancias ( no solo para los altos
salarios, sino que se extendería para las sociedades y/o empresas) y borrar de
un plumazo las retenciones, importa no solo recortar la capacidad del estado
para la ejecución de sus políticas, sino degradar el nivel de vida de los
habitantes (entre ellos, los trabajadores) ya que implica un recorte sustancial
en los gastos estatales que redundará en perjuicio del sistema educativo, del
sistema hospitalario, de la estructura de contención social, etc., etc.
Sin embargo, si uno afina la visión se dará cuenta que “el
silencio” devela la afinidad que éstas conducciones gremiales mantienen con los
“invisibles estrategas” del poder económico. No en vano, otro de sus aliados,
el titular de la CGT Azul y Blanca, Luis Barrionuevo, advirtió que “lo que se
viene para diciembre en la Argentina es un estallido”, agregando que “los
tiempos políticos no son nuestros tiempos”. Eufemismo para decir, vamos a
acentuar nuestras protestas para que Argentina estalle.
Mientras tanto, el presidente de la Sociedad Rural sale, muy
suelto de cuerpo, a manifestar que con la aprobación de la nueva ley de
abastecimiento “se terminó la propiedad privada en la Argentina”. Sorprende,
verdaderamente, el mutismo que buena parte de los gremios ha guardado respecto
de una ley orientada a proteger el bolsillo de los trabajadores. Máxime cuando,
en más de una ocasión, la consigna convocante de estos sectores era “la lucha
contra la inflación”.
Por otro lado, la situación en el frente externo tampoco
deja mucho margen para la tranquilidad. Basta con observar el agresivo “plan de
los fondos buitres”, recientemente denunciado por el ministro de Economía, Axel
kicillof, orientado a forzar una devaluación, bloquear el pago a los bonistas
del canje, impedir que Argentina acceda al financiamiento externo y esperar la
llegada de un nuevo representante en la Casa Rosada, para comprender que la
situación del país es harto dificultosa. Como era de preverse, y en línea con
el accionar de “las aves rapaces”, el embajador interino de los EEUU -en un
reportaje realizado por el diario Clarín- sostuvo públicamente que Argentina “había
caído en default”; generando como es habitual, el aplauso de los “buitres
locales”.
Como vemos, no son pocos los que agitan vientos para que se
desencadene la tempestad sobre nuestro país. No obstante, aun así, el gobierno
se mantiene firme.
Por suerte, y más allá de la “muerte” pronosticada por el
conglomerado de “periodistas independientes” respecto de lo que se conoce bajo
el nombre de “Kirchnerismo”, el gobierno sigue contando con un amplio apoyo
popular. Las multitudes que congrega la Presidenta en cada visita que realiza a lo largo del país es una muestra irrefutable de ello.
Lo que nos hace suponer, con suma satisfacción, que todavía subsiste
un elevado número de ciudadanos que no han sido presa de la “lógica mediática”.
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