Asombra
observar como la terrible matanza de civiles en la Franja de Gaza no despierta
el repudio generalizado de la humanidad en su conjunto. Cuán lejos estamos de aquella
sentencia vertida por Terencio: “Nada de lo humano me es ajeno”.
Es lamentable
contemplar como las voces más representativas de Occidente (excepto, un sector
minoritario) se han resguardado en las “cuevas del silencio” legitimando, de
esa manera, la matanza indiscriminada de palestinos. Seguramente, cuando el
bombardeo cese, y una multitud de cadáveres de niños, de mujeres y de ancianos cubran
esa estrecha franja de tierra, saldrán de su interior para inducirnos a
reflexionar sobre las bondades de la paz. Claro como de costumbre “la paz de
los cementerios”, esa que llega una vez que esta todo arrasado, donde ya ni las
espigas encuentran espacio para florecer.
Pero puesto
que los líderes de las potencias occidentales nada realizan para detener la
masacre; pues, donde están “los medios de comunicación” de Occidente, esos
adalides de la libertad. ¿Donde se encuentra esa presunta herramienta “al
servicio de la humanidad” para poner freno a los absolutismos?, ese instrumento
capaz de efectuar “denuncias universales” cuando se trata, supuestamente, de no
reconocer derechos de los opositores en Cuba o Venezuela, o en los denominados
ahora países populistas; pero que rara vez se ocupa de las muertes provocadas
irresponsablemente en Medio Oriente, Irak, Afganistán o en algún rincón de África.
Tal vez la
inhumación de la concepción humanista en el Viejo Continente, haya contribuido
a que en otras regiones, surgiesen “líderes”
como Netanyahu qué, desprovisto del más mínimo espíritu de humanidad, conduce a
su pueblo –maliciosamente, por cierto- a
una guerra eterna que solo tendrá fin con el exterminio del más débil.
Curiosa
paradoja de la historia, una comunidad que otrora dio al mundo grandes humanistas:
Spinoza, Buber, From, Arendt, Einstein, Chomsky -por solo citar algunos-; que
fue objeto de persecución y exterminio a lo largo de los siglos hoy se ha
convertido en verdugo de una porción de la humanidad: los habitantes de Gaza.
Y no vamos a
tomar por serio el pueril argumento del gobierno israelí, ese que aduce que su
respuesta militar es consecuencia de una “legítima defensa”. ¿Acaso es legítimo
bombardear a un territorio que carece de ejército y que, por lo tanto, no posee
medios para defenderse? ¿Que no posee aviones, ni helicópteros, no ya para
conflictos bélicos, ni siquiera para custodiar sus fronteras? Donde el poder de
fuego de Hamas es -por suerte- extremadamente insignificante para ocasionar daños
irreparables al estado hebreo; máxime teniendo en cuenta que, como
contrapartida, Israel goza de uno de los ejércitos más poderosos del planeta.
Las cifras son más que elocuentes: 1230 palestinos muertos, más de 7.000
heridos y 215.000 desplazados; contra 45
soldados israelíes muertos y 7 civiles.
Es curioso
que cada vez que se quiere llegar a un entendimiento y no por voluntad del
gobierno de Netanyahu, surja inesperadamente un hecho que “justifique” la
confrontación. Desandando todo el camino transitado en dirección a la Paz.
“La paz es
el estado normal de las naciones” supo decir a principios del siglo XX un
destacado presidente de nuestro país; claro que en los tiempos que corren
podemos observar como algunos apuestan por el “estado de anormalidad”. Incluso,
un jefe de estado que ha obtenido –otra de las tantas paradojas- el Premio
Nobel de la Paz.
Como vemos,
uno no puede guardar silencio ante estos hechos que impredecibles consecuencias
traerán para el futuro de la humanidad.
Hace ya
largo tiempo, en uno de los maravillosos artículos a los que nos tiene
acostumbrado nuestro querido Osvaldo Bayer, resaltaba la actitud de aquel gran
intelectual italiano, Antonio Gramsci, cuando en plena juventud hacía oír su
voz sobre el sufrimiento armenio. Publicando el contenido del mismo, de la
siguiente manera:
A continuación, en forma íntegra, el artículo juvenil
de Gramsci sobre la cuestión armenia, publicado en El Grito del Pueblo, el 11
de marzo de 1916:
“Es siempre la misma historia. Para que un hecho nos
interese, nos toque, es necesario que se torne parte de nuestra vida interior,
es necesario que no se origine lejos de nosotros, que sea de personas que
conocemos, de personas que pertenezcan al círculo de nuestro espacio humano.
“En Padre Goriot, Balzac hace formular a Rastignac la
siguiente pregunta: ‘Si cada vez que comiese una naranja, muriera un chino,
¿desistiría usted de comer naranjas?’. Y Rastignac responde más o menos lo
siguiente: ‘Las naranjas están cerca de mí, yo las conozco, los chinos están
tan distantes que no sé si realmente existen’.
“Tal vez nunca llegaremos a dar la respuesta cínica de
Rastignac. Entre tanto, cuando vimos que los turcos masacraban a millones de
armenios, ¿sentimos el mismo dolor agudo que experimentamos cuando somos
testigos del sufrimiento y la agonía, o cuando los alemanes invadieron Bélgica?
Es una gran injusticia no ser reconocido. Eso significa quedar aislado,
cerrarse en el propio dolor, sin posibilidad de contar con el apoyo de afuera o
de la comparación. Para una nación significa la desintegración lenta, la
anulación progresiva de los lazos internacionales. Significa ser abandonado,
quedar indefenso frente a los que no tienen razón, pero sí tienen espada y dicen cumplir un deber religioso a través de la
destrucción del infiel. Así, en sus momentos más dramáticos, Armenia solamente
recibió unas pocas expresiones verbales de conmiseración y de repudio a sus
ejecutores.
Es
interesante destacar que después del padecimiento armenio, solo transcurrieron
dos décadas, para que se produjese el trágico Holocausto del pueblo judío.
Por cierto,
el artículo en cuestión era mucho más extenso y, finalmente, Don Osvaldo
terminó diciendo:
Hasta allí Gramsci. Siempre un adelantado. Siempre con los que sufren.
Los argentinos, en los organismos internacionales, debemos luchar para que
Turquía reconozca su genocidio en todos sus detalles. Nosotros, que en nuestro
territorio ocurrió el nefasto método de la “desaparición de personas”, uno de
los peores crímenes masivos de la historia de la humanidad, la llamada “muerte
argentina”, tenemos ese deber de conciencia.
Cuánta razón
Don Osvaldo, el mismo deber de conciencia que hoy nos exige reclamar por la paz
y por los derechos del pueblo palestino.
Usted ha escrito un excelente ensayo que fue beneficioso para mí. Gracias por su trabajo solidario usted. Cito en el siguiente ensayo de mi:
ResponderEliminarhttp://gardenvarietydemocraticsocialist.com/2014/08/05/getting-palestinians-into-our-inner-space/#more-1986
Gracias estimado Francisco por tus palabras.
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