La determinación del
Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mauricio Macri,
de sancionar un decreto de necesidad y urgencia para “la protección de la
libertad de prensa y expresión” pone al descubierto su alianza con los medios
hegemónicos.
Si algún incauto, todavía dudaba de esa estrecha
vinculación, ya no tendrá vacilaciones al respecto; excepto que padezca de “una ceguera mental” de tan altas
proporciones que le impida ver la realidad con los ojos de la razón.
Lo cierto es que, el mentado DNU, ha sido “el traje a medida”
confeccionado tanto para el grupo Clarín, como para su socio “ideológico” el
grupo Nación. Ante la inminente posibilidad de que la Corte Suprema de Justicia de la
Nación se expida respecto de la constitucionalidad de la ley de medios
audiovisuales y previendo que, la mencionada norma, no presenta contraposición
alguna con nuestra Carta Magna; el jefe de gobierno metropolitano extrae como
por “arte de magia” un decreto al solo efecto de plantear un conflicto de
jurisdicciones. Creando de esa forma un “fuero especial” para estos poderosos grupos e
ignorando y contrariando las competencias federales y las disposiciones que la propia Constitución
Nacional establece. Sinceramente un “disparate jurídico” que solo puede proceder del
desconocimiento más elemental del derecho y de la incompetencia para el
ejercicio no ya de la función, sino de la razón. Ahora bien, el único fundamento que existe para adoptar
una medida de estas características es, y para apelar a términos futbolísticos,
“embarrar la cancha”.
El propósito es, ni más ni menos, retrasar aun más la
resolución del conflicto para que la ley de medios no entre plenamente en
vigor. De esta manera los grupos mediáticos dominantes (Clarín y Nación) “patean”
para adelante la implementación de la democrática ley, a la espera futura de la
llegada de un gobierno afín que deseche o anule la norma en cuestión.
No faltarán ingenuos
que podrían preguntarse: ¿Pero cuál es
el negocio de Macri en todo ésto?
Sin hacernos eco de las denuncias efectuadas en el
parlamento capitalino, y también en el ámbito judicial, respecto de los
acuerdos “comerciales” entre el grupo Clarín y el Jefe de Gobierno de la Ciudad.
Existe en los hechos un acuerdo tácito donde los referentes de la “prensa independiente” –como gusta
llamarlos Macri- no cuestionan un solo acto de gobierno del jefe metropolitano.
Es decir se lo recubre de un “escudo protector” para que el ciudadano común no se entere de lo
que es o, fundamentalmente, ignore aquello que hace.
Así se ocultan, mediante la no difusión, por parte de
los medios: los procesos judiciales que pesan sobre la cabeza de este referente
político (escuchas ilegales, malversación de fondos, etc.), las descabelladas
medidas que adoptó a lo largo de su gestión de gobierno (por citar solo unas
pocas: en el área educativa: en referencia al absurdo control del pensamiento
de los alumnos, recortes presupuestarios; en el ámbito social: la persecución de
los “sin techos”, la obstaculización para impedir que las mujeres violadas, en
el seno de su jurisdicción, puedan abortar conforme a las disposiciones de la
Corte Suprema de Justicia; en el terreno hospitalario: intentando cerrar
establecimientos sanitarios a los efectos de emprender “proyectos inmobiliarios”;
en materia de legislación: el ejercicio de “la vetocracia”, etc., etc.), la
predisposición represiva con relación a las manifestaciones públicas (el violento
desalojo en el Indoamericano, la brutalidad desplegada recientemente en el
hospital Borda); sin olvidar también las reiteradas ausencias del país en los
momentos trágicos (por ej.: inundaciones, derrumbes) que afectaron a la
población capitalina.
Es obvio, el propósito es resguardar a Mauricio Macri no solo ante
las próximas elecciones legislativas; sino ante la necesidad de llevar un
candidato afín (léase opositor al kirchnerismo) para que en el 2015 -y de ganar
los mentados comicios- retornar a “la
normalidad virtual”sin sobresaltos patrimoniales para los "adalídes de la libertad de prensa".
¿En que consiste esto de la normalidad virtual? En verdad, no es otra cosa que “la
normalidad” que garantizan los medios
independientes cada vez que acceden gobiernos que se someten a sus
intereses. En consecuencia, y como por arte de magia, la llegada de un gobierno
de estas características borraría de las pantallas televisivas la supuesta
inseguridad, las sensaciones de miedo, las fluctuaciones del dólar, las necesidades
de la gente, las sospechas de corrupción, etc., etc., etc. Al mismo tiempo, proliferarían
en los medios audiovisuales “los tradicionales analistas económicos”, quienes
nos hablarían no ya del futuro apocalíptico de nuestra macroeconomía (que por otra
parte, como los siete jinetes nunca llega) en manos de los Kirchner; sino de la
eventual "seguridad jurídica reinante",
los beneficios del endeudamiento externo aun a tasas exorbitantes y de las
bondades de volver a privatizar aquellas empresas del Estado que hoy han sido
recuperadas.
Obviamente, eso durará un tiempo -el necesario para realizar
todas aquellas modificaciones- hasta que la “realidad material” comience a
manifestarse y “la normalidad mediática” comience a verse perturbada por la
realidad de los hechos. Es en ese preciso instante, cuando “al no poder tapar el cielo con las manos”, los medios
hegemónicos iniciarán un proceso de distanciamiento de su otrora candidato, para
refugiarse en otro que, al igual que aquél, les garantice la perpetuación de sus
privilegios. Así una vez logrado el solapado acuerdo, solo restará maquillarlo
y presentarlo ante las cámaras de TV como el candidato más virtuoso.
No por error, la conductora del programa periodístico de TN,
María L. Santillan, se atrevió a decir en vivo: “Para que aparezca un candidato solo
se necesitan 15 minutos”.
El problema de hoy, y que esencialmente aqueja a los medios
dominantes, es que la propia torpeza de Macri lo despoja del encantamiento para
posicionarse como posible alternativa en el 2015. Lo mismo ocurre con el resto
de los opositores, quienes también carecen de “encanto”; al igual que de ideas.
Es dable corroborar que la oposición no discute políticas de
estado, propuestas o medidas; solo discute “intencionalidades”.
Es muy común escuchar a los opositores verter frases tales como: “La intención del gobierno
es apoderarse de la Justicia”, “La intención del gobierno es coartar la
libertad de prensa”, “la intención del gobierno es quedarse con todo”. Son algo
así como “expertos en intencionalidades” no materializadas; una suerte de
metafísicos de la política. Ni siquiera se atreven a discutir hechos
consumados; tal vez porque carecen de argumentación sólida para cuestionar
medidas como: la estatización de los aportes previsionales, la recuperación
parcial de YPF, la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, la reforma
del mercado de capitales, la asignación universal por hijo, la considerable (si
bien, aun insuficiente) reducción del número de ciudadanos en situación de
pobreza, la política en materia de derechos humanos, etc.
No hablemos de las contradicciones que suelen invocar, si
hasta desconocen el principio del tercero excluido; por un lado nos dicen que
el gobierno “se quiere apoderar de la Justicia”, y por el otro, nos dicen que “el
gobierno maneja la Justicia a su voluntad”. Si fuere así, ¿Para qué querría
apoderarse de una cosa que ya posee? Lo cierto es que como ya lo hemos manifestado
oportunamente, ningún artículo de los contenidos en el proyecto de reforma judicial subordina dicho poder al poder político; ya que además, de ser así, sería manifiestamente
inconstitucional. No obstante, se empeñan en hacer creer a la población que la cosa es así. Tal vez, los “selectos
opositores” no se hayan tomado concienzudamente la tarea de leer los textos
enviados. Pero bueno, no tenemos nada que reprocharles, después de todo, su
dominio es en el plano de las intencionalidades. El inconveniente es que, en la mayoría de los casos, quienes juzgan sobre intencionalidades, es porque
intencionadamente persiguen otra cosa.
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