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domingo, 21 de noviembre de 2010

Es la política estúpido

                                      El momento de la discusión y luego la agresión de la diputada Graciela Camaño a su par Carlos Kunkel




Aquella conocida frase de James Carville, asesor demócrata de Bill Clinton: “Es la economía estúpido” que éste último utilizó en su campaña electoral de 1992 para centrar el eje de la discusión pública sobre éstas cuestiones y, de ese modo, proyectarse victoriosamente hacia la Casa Blanca; es factible de ser aplicada en nuestro país pero con una modificación sustancial.
Digamos que adaptada a nuestra vigente realidad sería: “Es la política, estúpido”.
Cualquiera podría llegar a suponer que la frase expresa, en cierto modo, el mismo significado que en el país del Norte, pero evidentemente no es así.

Si esa misma expresión fuere empleada hace una década atrás, lógicamente no hubiere habido necesidad de modificarla pero, en los años que corren y, atendiendo a que hemos tenido desde el año 2003 un gobierno que ha puesto a la economía en el lugar que le corresponde, esto es, subordinada a la política, la adaptación es inexorable.
Lo interesante de la frase en cuestión, no consiste en convertirse en un lema publicitario con vistas a ser utilizado en las elecciones del próximo año, sino en tornarse en una frase referencial para que determinados “periodistas de la decadencia” comprendan el porqué de la nula repercusión que tienen sus falaces diatribas antigubernamentales fuera del círculo al que pertenecen.
De ese modo evitaríamos que sus nervios les jueguen una mala pasada y, automáticamente, esto permitiría una merma en  “sus niveles de crispación” comprendiendo un poco más lo que viene aconteciendo en la República.
Uno de estos turbados periodistas –debo confesar que, en este caso, no sé si es por sus nervios o por su penuria intelectual- es Luis “Pocas luces” Majul que viene acompañando con sus insustanciales declaraciones la insistente crítica maliciosa hacia la gestión de gobierno.
Majul un periodista que hizo su arribo a la TV a principios de la década del 90 que, como no podía ser de otra manera , realizó su debut televisivo en TN (Todo Noticias Grupo Clarín), expresa fielmente el paradigma periodístico dominante en aquellos años.
Por cierto, no se trata de descalificar la persona de alguien por haber iniciado su carrera en una Corporación que, abusando de su posición dominante en el terreno de la información, desnaturaliza la veracidad de las noticias, inventa otras o, en el mejor de los casos, la oculta con la deliberada intención de promover sus negocios.
Sin embargo, una cosa es trabajar como periodista en cualquier medio, aun una poderosa corporación, y desarrollar una labor profesional sustentada sobre la base de los pilares de la verdad y la honestidad intelectual, y otra muy distinta es reemplazar los mentados pilares por otros que tienen por objeto asociar la rentabilidad individual a la de la empresa, aun a expensas de desennoblecer la labor periodística. 
De todas maneras, buena parte del autodenominado “periodismo independiente” ha suprimido de su escala de valores -si bien es cierto que muchos de ellos, jamás lo han incorporado- el concepto de dignidad lo que, en última instancia, conduce a un creciente desprestigio de la profesión.
Pero volviendo al mencionado periodista,  podemos señalar que es un fiel representante de “el periodismo noventista”, el de “la pizza y champagne”, el que en ciertos aspectos promovió la farandulización de la política, la entronización de la tecnocracia económica (bueno es tener presente que muchos de los gurúes económicos que desfilaban en los medios podían desarrollar falaces elucubraciones por la escasa formación, no tanto técnica sino política, de esos periodistas) , el de la superficialidad de las noticias, el de la negación de la búsqueda de la verdad, etc. etc..
Obviamente, esa mediocridad de la información –y en eso eran conscientes los propietarios de los grandes medios- tenía por objeto tres cuestiones: -“Desinformar” a la población, acentuar el descrédito de la política –de tal manera que la sociedad no se interiorice, ni se formule interrogantes respecto de lo que sucedía en el país, por ej., con el vaciamiento del Estado- y fomentar aquellos programas televisivos que de algún modo centraran la atención de la gente en cuestiones estrictamente triviales. 
Por un lado, era la época donde todo se banalizaba, donde lo insustancial se adueñaba de la comunicación mediática, donde alcanzaban picos de rating significativos programas tales como: Almorzando con Mirta Legrand, Hola Susana, El Show de Videomatch, La Noche del Domingo, por citar solo algunos de ellos.
¿Y la política? 
Bueno, aquél que tozudamente quería “informarse” del quehacer público no tenía más opciones que sintonizar el programa del dúo mediático que más daño le ha hecho al país, el conformado por Neustadt-Grondona que, con la participación diaria de la familia Alzogaray, nos comentaban las maravillas de haber ingresado al Primer Mundo de la mano del presidente Menem.
Lo cierto, es que muchos “periodistas” se fueron forjando al calor del clima dominante en aquella época; claro que, el grado de absorción de esa atmósfera de mediocridad
y su repercusión sobre el intelecto dependía de la formación y la capacidad de comprensión de cada individuo en particular.
Sin dudas, no faltaban aquellos que poseyendo una sólida formación y, por ende, elevados niveles de comprensión contrajeron el “virus de la mediocridad” a cambio de jugosas sumas de dinero. Indudablemente, no todo el periodismo ha sido cómplice de la “contaminación informativa”; un buen número de periodistas que honran la profesión tuvieron que sufrir el ostracismo y, otros atrincherarse en los escasos medios informativos que resistían el avance contaminante.
No es éste el caso de “Luisito pocas luces” Majul que, como anteriormente decíamos, es la expresión periodística más acabada del ejercicio de la profesión en aquella época.
Sin embargo, visto a la distancia, podemos concluir que sobre el “famoso” periodista no solo hizo mella la mediocridad de los noventa, también tuvo la fortuna de ver cubiertas sus necesidades bolsillezcas por la “filantropía” de la  corporación mediática.
Y así montado sobre el carro de la superficialidad emprendió su, inesforzado, camino a la fama.
Es lógico suponer que aquellos que, en determinado momento, creyeron en la prédica de Fukuyama bajo el auspicioso anuncio de “el fin de la historia” se sentasen cómodamente en el sillón de los famosos para observar como ese final les reservaba un lugar de privilegio en la Galería de Periodistas.
Así, perseveraron plácidamente en la faena de lo insustancial; eran tiempos en que no era preciso ahondar en el trabajo periodístico concienzudo, no era preciso revalorizar el ejercicio reflexivo –si bien en el caso particular, nos quedan sobradas dudas de que pudiese ejercerlo-, y mucho menos hablar de periodismo de investigación.
Esas cuestiones dejémosla para periodistas de la talla de Rodolfo Walsh, Rogelio García Lupo, Emilio Corbiere, Osvaldo Bayer, Horacio Vertbisky, por citar solo unos pocos.
De ahí que como dijera Víctor Hugo: “Llamar de investigación al (último) libro de Luis es faltarle el respeto al periodismo de investigación”.
Yo añadiría llamarle “periodismo” a lo que hace Majul es faltarle el respeto a la profesión.
Así sus escritos  y sus libros -tan superficiales y fatuos como sus análisis- pueden jactarse de decir por ejemplo, en La Iluminada:

“Elisa María Avelina Lilita Carrió es un fenómeno único. No hace las cosas como una política tradicional. No concibe su carrera como un juego consciente de postas que empezó con la ocupación de una banca para reformar la Constitución en 1994 y podría terminar con el cargo de Presidente de la República Argentina. No tiene acuerdos con los grandes medios de comunicación. No tiene el poder político del presidente Duhalde ni el dinero para la campaña del ex presidente Menem. Ella cree, de veras, que Dios desea utilizarla como un instrumento para cambiar el Destino. Ella no tiene dudas: lo suyo es un Acto de Servicio (así, con mayúsculas). Una Misión Divina
                       
Por cierto, el libro fue escrito en el 2003 y, dable es reconocer que, han pasado siete años desde entonces. Motivo por el cual, es lógico presumir que, la crisis energética que en algún momento tanto predecía la diputada Carrió -y que no tuvo lugar en los hechos- en vez de afectar al consumo público, pues, terminó colapsando sobre “su propia usina neuronal” que, a raíz de ello, funciona intermitentemente y con alto riesgo de convertirse en un apagón generalizado.
Sin embargo, la “radiante” fascinación que la figura de Lilíta ejerció -y ejerce aun- sobre Luis, lo llevó a escribir ese texto; pero sus coincidencias no han sido solo místico-ideológicas; sino también financieras; ya lo hemos manifestado, ambos son funcionales a las corporaciones y no en forma gratuita. Pues, a uno le pagan sosteniendo un programa intrascendente y, a la señora la mantienen recurrentemente en la pantalla de TV para que vierta su andanada de críticas infundadas sobre un Gobierno que cometió la osadía de recortarles sus negocios.
Ahora bien, el problema que se le presenta a Majul y también a su entrañable y admirada amiga “dipumediática”, es que a mayor nivel de politización social mayor es el nivel de exigencia del telespectador. Por ende, se requiere más contenido, más profundidad en lo que a programación se refiere y eso Majul no esta en condiciones de desarrollarlo lo que, finalmente, puede determinar su desaparición de la pantalla cuando los ejecutivos de la empresa para la cual trabaja, comiencen a pensar más en el rating -para subir sus ventas publicitarias- que en dañar la imagen del gobierno.
En cuanto a la diputada debería comprender que es preciso evitar “el show mediático denunciativo” sin sustento real –al que nos tiene acostumbrado- porque a mayor nivel de politización, mayor es el nivel de análisis de la población.
Por lo tanto, la perdurabilidad política basada en el “efectismo mediático” ya alcanzó su techo de credibilidad. De ahí que sea insuficiente montar todo “un espectáculo” para engatusar a la gente.
Sin embargo, el deseo sigue procreando el pensamiento de estos personajes que no se atreven a contemplar la “dura” y, a mi juicio, gratificante realidad 
Solo basta observar las últimas entrevistas realizadas por “Luisito” a la pitonisa Carrió para comprobar que -luego de la mamarrachesca farsa en diputados en torno a la sesión que impidió la aprobación presupuestaria- estos referentes de la argentina de la decadencia, continúan con la fábula sin percatarse que la audiencia televisiva solo los mira, no ya para informarse porque no son creíbles; sino para observar con cierta indulgencia las banalidades que expresan para defender los intereses corporativos.
No obstante, la última afirmación de Majul exteriorizada en el último de sus programas:  “Con la muerte de Kirchner se fue el miedo”, solo cabe en boca de un mal parido o de un estúpido contumaz y, sinceramente sin ánimo de defenderlo, me inclino por esto último. 
Solo un idiota –o un H de P-  puede suponer que el ex presidente Kirchner necesitaba infundir miedo para que se reconociese su gestión política; el pueblo –al que ellos denominan “la gente” y del que se tienen que ocultar para no recibir pruebas de absoluto rechazo- ha dado muestras más que suficientes de apoyar a este gobierno que ha desenmascarado a los poderes reales y garantizado la existencia de un clima de libertad para muchos y no para unos pocos como pretenden estos afortunados mediocres.

Yá Majul, en su afán descalificativo había vertido la siguiente opinión una vez que la Presidenta anunció el avance en las negociaciones con el Club de Paris:

 “Si todavía alguien guardaba una mínima esperanza sobre la idea de que la muerte de Néstor Kirchner iba a cambiar el clima de la Argentina y el estilo de gobierno, esa módica expectativa se vino abajo con los anuncios de la última cadena nacional. En no más de doce minutos, la Presidenta, por momentos con la voz entrecortada por el recuerdo de su compañero, volvió a demostrar que no tiene la mínima intención de negociar o consensuar nada con la oposición. Y que a los argentinos nos espera más de lo mismo: nuevos anuncios sobre anuncios que ya se hicieron y no se cumplieron; golpes de efecto para sacar de la agenda los asuntos inconvenientes, como las ofertas de dinero a los diputados para aprobar el presupuesto oficial, y uso discrecional de los fondos públicos, como si la plata del Estado fuera de la primera mandataria o de los ministros. La única diferencia entre el ex presidente y Cristina Fernández es que el primero manejaba con mano de hierro las negociaciones sensibles, y las ofertas políticas y económicas se hacían con más cuidado y anticipación. Ahora, las ‘propuestas indecentes’ las formulan varios interlocutores y la superposición de gestiones las hace menos ‘efectivas’ y más escandalosas”.

Al parecer la desaparición física de Nestor Kirchner despertó en “el bueno” de Majul una mínima esperanza. Que el mismo destaca: “se le vino abajo” cuando la Presidenta ratificó el rumbo del modelo de país.
Solo un “descerebrado” podía ilusionarse con un cambio de rumbo, máxime cuando el pueblo en su gran mayoría respalda éste. Lo más sorprendente es que habla “de los argentinos” como si todos nos identificáramos con su "hilo de (sin)razonamiento". Majul no ofendas  más nuestra inteligencia!!
Luego de querer enlodar al gobierno con una operación montada, nos habla de la necesidad de consensuar.
¿Que es lo que se puede “consensuar” con una oposición de estas características? Además, quienes respaldamos a este gobierno -que por otra parte, tiene una elevadísima legitimación de ejercicio- sabemos perfectamente como los medios “non sanctos” desnaturalizan el verdadero significado de los términos.
De tal manera que lo que ellos llaman “consensuar”, no es otra cosa que aceptar los condicionamientos que las corporaciones quieren imponerle al gobierno “democráticamente”.
Las embusteras denuncias que se han realizado y las contradicciones manifiestas en las declaraciones efectuadas por el mamarracho opositor, ponen de relieve hasta que punto la oposición tiene una verdadera voluntad de consensuar y como, periodistas como Majul, trabajan para la concreción de ese consenso.
Un claro ejemplo de que estos personajes trabajan, con esmerado esfuerzo, por evitar “la crispación en la sociedad argentina” es no solo el show montado por la diputada Carrió y sus adláteres, o las apaciguadoras frases de Majul en relación a la muerte del ex presidente; sino también, las caricias manuales que la diputada Camaño desplegó sobre el rostro del sorprendido diputado Kunkel. 
De ahí que, no podemos dejar de reconocer que, algo esta cambiando en nuestro querido país y es hora de que te enteres Luis: Es la política estúpido!!

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