Finalizadas las primarias abiertas y obligatorias (PASO) es
notorio observar el grado de nerviosismo que se ha adueñado de los “conspicuos
portavoces mediáticos”. La alteración nerviosa bajo la que se encuentran estos
“lamentables personajes” –entre otros: Lanata, Longobardi, Nelson Castro,
Bonelli, Majul, Morales Solá, y los Leuco; por solo citar a unos pocos
integrantes del “periodismo independiente”-defensores a ultranza de los intereses de las
grandes corporaciones- obedece directamente al frustrante resultado obtenido
por su principal candidato: Mauricio Macri. Es que al parecer, estos verborrágicos comunicadores solo han tenido
oídos para aquellos electores que comulgan con los supremos mandamientos del
neoliberalismo ignorando las voces de apoyo a las políticas gubernamentales
que, a lo largo de estos últimos doce años, se han ejecutado en la Argentina. De allí su enorme frustración.
Asi observamos que “la gente”, a la que tanto alude la
anfitriona de los suculentos almuerzos, brindó un significativo respaldo, a
través de los votos, (¡¡Vaya paradoja!!) a los representantes de lo que ella
califica como “dictadura”. Seguramente la señora, Mirta Legrand, estará sollozando
de angustia merced al resultado de las elecciones primarias, quizá porque todo
hace suponer que de ser fiel a su promesa deberá, luego de los comicios de
octubre, cruzar el Río de La Plata y establecer su domicilio real en la
República Oriental del Uruguay.
Resulta cuando menos curioso el contraste. Cuando en la Argentina
la supresión de derechos, la conculcación de las libertades individuales y la
desaparición de personas eran moneda corriente en nuestro país, la promotora de
los mencionados almuerzos se hallaba fervorosamente a gusto con lo que a su
juicio -aunque dudo que lo tenga- era sencillamente un gobierno “de facto”.
Claro que, con el
advenimiento de la democracia, la mentada anfitriona se encargó de descalificar
al entonces presidente, Raúl Alfonsín, de haberla proscripto debido a que el
canal oficial (en aquel momento ATC) se atrevió a no contratarla para continuar
con sus exuberantes reuniones gastronómicas. La historia de la Sra. Legrand revela su falta
de afecto a determinados gobiernos democráticos y su enorme ignorancia en materia
de conocimiento político –si bien no es lo único que desconoce- lo que la lleva
a verter una serie de disparates en cada una de sus apariciones televisivas;
pero eso sí, se expresa con la seguridad propia de los que vociferan desde la perspectiva
del no saber. No obstante, lo concreto
es que, a una persona que está a punto de cumplir un centenar de años, no
podemos exigirle que se exprese con criterio; máxime considerando que ese no ha
sido jamás uno de sus atributos.
Pero no fue la “célebre”
señora la gran perdedora de estas elecciones. A decir verdad, el gran derrotado
fue ni más ni menos que “el Gran Fabulador”. Nos referimos a Jorge Lanata que a
escasos días de los comicios realizó un espectácular montaje para mancillar la
figura de Aníbal Fernández e inducir al electorado bonaerense a votar contra el
candidato en cuestión. Los guarismos finales del escrutinio, ponen de
manifiesto la escasa credibilidad de la que goza el mentado “periodista” en la
ciudadanía bonaerense. Logro por demás significativo si tenemos en cuenta que
previamente a la llegada de los Kirchner al gobierno, eran precisamente los
medios quienes “programaban y diseñaban” la manera de ver la realidad en vastas
franjas de la ciudadanía.
Queda claro que el poder manipulador, ejercido por los
autodenominados “periodistas independientes”, ha mermado sustancialmente y los
hechos así lo demuestran. Si bien no todo lo deseable, ya que todavía poseen un
alto poder de incidencia sobre aquellos incautos que creen a rajatabla todo lo
que dicen. Sin embargo, no deja de ser edificante observar el grado de
nerviosismo que manifiestan por estos días; pues, basta escuchar a Lanata en su
programa radial para contemplar como los nervios lo condujeron a agredir a sus
propios oyentes. Pues una vez conocido
el resultado de las elecciones, no reparó en decirle a sus radioescuchas que “no
sirven para una mierda” y que “todos los que escuchan su programa jamás
hicieron algo políticamente hablando por el país”. Obviamente, el sayo también
le corresponde a los políticos de la oposición que no solo escuchan su programa
y se prestan a ser entrevistados; sino que además repiten las falacias que
semejante comunicador se encarga de propalar.
Otro “independiente” afectado de nerviosismo ha sido Marcelo
Longobardi, quien intentando limar diferencias entre el PRO y los partidarios
de Masa entrevistó a Felipe Sola, y viendo que el candidato a gobernador de la
provincia de Buenos Aires por el Frente Renovador no suscribía esa tentativa,
pues, optó por dar por finalizada la entrevista. El
propio Longobardi, entonces, les recriminó a los políticos opositores su
ineptitud para oponerse al actual gobierno, aduciendo además que” Jorge Lanata
hizo mucho más que toda la oposición junta”.
La pregunta que un observador neutral debería hacerse ante estos reproches
es: ¿Si la oposición es “tan inepta”
como ellos manifiestan, porqué entonces pretenden que alguno de ellos llegue a
la presidencia?
La respuesta es muy simple, porque una vez instalado
cualquier opositor en el sillón de Rivadavia los que toman las riendas del
poder estatal son los dueños de las corporaciones. Es decir, los mismos que les
pagan a “los periodistas independientes” suculentas sumas de dinero por defender,
a través de los medios, sus espúreos intereses.
Como vemos la hipocresía mediática no es un detalle menor,
de ahí que el principal candidato que apoya este conglomerado de farsantes es
nada menos que Mauricio Macri. El mismo que hoy aparece en los grandes medios
expresando su preocupación ón por “los más vulnerables” , mientras que durante
su gestión, como jefe de gobierno de la ciudad, se encargaba de enviarles a los
muchachos de la UCEP (Unidad de Control de Espacios Públicos) para que “palos
mediante” desocuparan los espacios públicos.
El mismo Mauricio que reivindica en su plenitud la “libertad
de mercado”, la misma que rigió dominantemente en los años 90 y que posibilitó
la construcción de un elevadísimo número de barrios privados que se instalaron
sobre los humedales evitando, de ese modo, el normal escurrimiento de las aguas
desbordadas por los ríos con las nefastas consecuencias que esto trajo
aparejado para los habitantes de la periferia.
La misma libertad de mercado que no solo prioriza esos desarrollos inmobiliarios
sin reparar, como es visible, en las consecuencias futuras; sino que da rienda
suelta a quienes en aras de proteger sus cultivos construyen canales
clandestinos (sin el correspondiente permiso y control estatal) que terminan
facilitando la concentración de agua en determinadas regiones.
Por eso indigna observar como el portavoz oficial de la supresión del Estado, ahora viene a
dar consejos de cómo evitar los desbordes hídricos, ocultando no solo cuáles
fueron las causas internas que determinaron y multiplicaron la tragedia de las inundaciones; sino cual ha
sido la concepción política (obviamente neoliberal, que él mismo pregona) que dio
lugar a que eso suceda.
Como vemos, en
tiempos electorales la hipocresía es un arma a la que suelen apelar los
inescrupulosos; pero el problema no son ellos, sino los incautos que caen bajo
sus cantos de sirena.
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