Desde hace días, y a raíz de la anunciada (y ya por suerte superada) intervención quirúrgica de la presidenta, los medios de comunicación no cesan de hablar de un supuesto error de diagnóstico por parte de los médicos que aconsejaron dicha práctica. El motivo de la “discusión mediática” obedece a que en una primera instancia los endocrinólogos actuantes pronosticaron la hipótesis (si leyó bien, hipótesis) de que un carcinoma podía afectar la glándula tiroides de nuestra presidenta y, posteriormente, una vez efectuada la práctica médica resulto ser, algo menos inconveniente, un adenoma.
Ambos son tumores –conforme a lo que señalan destacados especialistas- con la diferencia de que éste último al ser benigno, no se expande, no genera ramificaciones; es decir, “no invade tejidos adyacentes, ni vasos sanguíneos, ni linfáticos y no produce metástasis”(1).
Es indudable que el proceder de los especialistas, al momento de formular el "cuestionado" diagnóstico, obedeció a una actitud correcta. Pues, los médicos formulan hipótesis, y dentro de esas hipótesis se contempla todo el abanico de posibilidades susceptibles de ser encontradas ante determinado cuadro de situación. Desde las más remotas hasta las más manifiestas, y esto es absolutamente lógico, ya que las certezas absolutas no existen en ningún campo de la actividad humana y, mucho menos, en el terreno de la medicina. Por otra parte, no exponer la totalidad de los supuestos posibles, sería mucho más grave y pernicioso que hacerlo.
Sin embargo, para la mayoría de “los periodistas” de los grandes medios –donde muchos de ellos “tocan de oído” los saberes de su profesión; no me quiero ni imaginar cuanto “tocan” en medicina- se sienten con extremada autoridad para cuestionar el diagnóstico formulado por esos notables especialistas.
¿Esto nos lleva a reflexionar sobre el porqué de esta actitud del periodismo? ¿Porqué ciertos “periodistas” piensan que los médicos intervinientes deberían justificar sus dichos como consecuencia de no haber sido un carcinoma?
Y la única respuesta que se nos ocurre es que, lamentablemente, muchos de ellos son tan fatuos que terminan subordinándose a aquella regla de oro que rige habitualmente la cabeza de los mediocres, donde: “el deseo es el padre del pensamiento”.
Pues, no hay otra forma de ver las cosas, al parecer insisten tanto con el tema que no queda otra que imaginarnos que podrían estar molestos porque no se trato de un carcinoma.
Lo notable, es que aquellos que, en realidad, sí temíamos por la salud de nuestra presidenta recibimos la noticia con alegría, y en ningún momento se nos hubiese cruzado por nuestras mentes cuestionar a los médicos por su hipótesis.
En todo caso a los mentados médicos se los debería evaluar por sus praxis y, a juzgar por el resultado -que después de todo, en casos como éste, es lo único que importa-, el proceder de los mismos ha sido excelente.
Como vemos los “heraldos de la democracia”, “los respetuosos de las instituciones”; no son tan tolerantes con ciertas profesiones, ni tampoco respetan mucho a los hombres (y mujeres) especializados, en este caso en el terreno de la medicina.
Tal vez por que sus inconfesables –pero palmarios- deseos son cada vez más fuertes y esto no es cosa sencilla. Ya que con el tiempo (no olvidemos que restan por lo menos cuatro años de mandato), esto puede ocasionarles trastornos agudos, si es que ya no los tienen. Después de todo un deseo reprimido insistentemente, altera la subjetividad del sujeto.
Y ajustándonos a los reiterados hechos: ¿Quien puede descartar que nuestros psicólogos descubran, en un futuro no muy lejano, el “síndrome o trastorno del periodista independiente”? Sin duda, nadie podría desecharlo; pero no se alarmen, al fin y al cabo, .....es solo una hipótesis!!!
(1) Dr. Hugo Boquete Presidente de la Sociedad Argentina de Endocrinología. Pagina 12 10/01/2012
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