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lunes, 20 de junio de 2011

El periodismo y su relación con el poder


                                                      







Mucho se viene hablando a lo largo de estos últimos tiempos respecto del rol del periodismo en nuestro país. Resulta frecuente escuchar en los diferentes ámbitos comunicacionales, radiales y televisivos (e incluso observar en algunos medios gráficos), plantearse el interrogante respecto de: ¿cual es la función del periodismo en las sociedades modernas? Y la respuesta casi inmediata, que uno escucha en la mayoría de los medios de comunicación privados (es decir, en casi la totalidad de los existentes) es que, la función del periodismo debe consistir: en ser crítico del Poder.
Obviamente, cuando uno escucha semejante premisa, no puede negar que suena auténticamente placentera a los oídos de cualquier oyente que se preocupe por los destinos del país. Ya que si el periodismo cuestiona y critica al “Poder” es porque, sencillamente, no esta subordinado a los dictados de dicho poder. Condición ésta que garantizaría no solo la independencia de análisis en el ejercicio de la profesión; sino que, y esto es lo más significativo, posibilitaría en los hechos, brindar una información fidedigna al conjunto de la ciudadanía para que conozca con certeza lo que viene aconteciendo en su país.
Ahora bien, esta idea de la función del periodismo que, en una primera instancia, nadie puede dejar de compartir oculta en su interior el germen de lo falaz.
En primer lugar, porque al ser “el objeto” el factor determinante de la labor periodística es preciso conocer con precisión las características del mismo.
Es decir, si el objeto de crítica es nada menos que El Poder, pues, debemos saber que entendemos por poder. De lo contrario, las críticas pueden dirigirse a cualquier lado e incluso a aquellos ámbitos donde el poder se encuentra, lisa y llanamente, ausente. Hecho éste que sería verdaderamente gravoso no solo porque la crítica (en el caso, la labor periodística) estaría dirigida hacia un objeto ausente; sino porque se estaría “identificando” al Poder con algo que no lo es, lo que en última instancia, sería facilitar las cosas para que el verdadero poder permanezca oculto, y a salvo, de las eventuales críticas.
Ahora bien, una maniobra de éstas características hecha ex profeso tiene por propósito evitar que la ciudadanía individualice eso que denominamos poder. Pero entonces: ¿Qué es el Poder?
A algunas personas les pasa con el “Poder”, aquello  que le sucedía a San Agustín cuando le preguntaban: ¿Qué es el tiempo? Su respuesta inmediata era: Lo se perfectamente mientras no me lo pregunten. Lo ignoro absolutamente cuando lo hacen. No obstante, y a diferencia del tiempo, el poder es ostensible y, la mayoría de las veces, aparece corporizado en la figura de una o varias personas, sean éstas físicas o jurídicas.
Lo cierto es que la definición habitual de poder es la potestad, facultad o potencia para hacer algo o mandar a hacer algo.
Sabemos que en las sociedades modernas más allá de los poderes establecidos institucionalmente, existen los denominados factores de poder (conjunto de personas o entidades privadas) que utilizan su potencial para incidir sobre las decisiones del Estado orientando las mismas en su beneficio u obstaculizando aquellas que atenten o afecten, en mayor o menor grado, sus intereses.
Precisamente, la existencia de estos factores de poder, pone de manifiesto que eso que denominamos “Poder” se halla distribuido en una pluralidad de grupos que con su accionar terminan condicionando al gobierno de turno. 
 No obstante, y hasta el momento, la única definición que vienen dando aquellos que reivindican esa función del periodismo es la que, deliberadamente, asocia la representación del Poder con la del Poder Político. Cuando el auténtico concepto de Poder es, a todas luces, mucho más amplio y más abarcativo.
Por ejemplo, se podría hablar también del Poder Económico, del Poder Eclesiástico, del Poder de los Gremios, del Poder Judicial y hasta del denominado Cuarto Poder o Poder de los Medios. 
Y si quisiéramos ser más precisos al momento de describir la configuración del Poder, podríamos hablar  del “Poder real” en contraposición al “Poder formal”. 
Y ante tanta variedad de poderes es lógico preguntarse:
¿Por qué se reduce, deliberadamente, la figura del poder a los estrechos límites del poder político? 
¿Por qué la función del periodismo consiste, a juzgar por estos señores, en ser crítico nada más que de ese poder?
¿Será acaso que existe cierta complicidad entre “los periodistas independientes” y los detentadores del poder real? ¿Porqué no se critican los demás poderes?
¿Será tal vez porque debilitando al poder político, se fortalece aún más, el más poderoso de todos ellos? Si, sí, ese que vino rigiendo los destinos de nuestra nación casi desde sus orígenes. Nos referimos concretamente al: Poder Económico.
No hace falta ser muy avezado en historia argentina para saber –por ejemplo- que el, por entonces, Poder Militar conjuntamente con el aún indemne Poder Económico fueron quienes derrocaron a los distintos gobiernos constitucionales (Yrigoyen, Perón, Frondizi, Illia, Isabel Martinez) en el siglo pasado.
Obviamente, previo a la ruptura del orden constitucional, se requería necesariamente generar un clima de descontento o de rechazo que “legitimara”, en buena medida, el proceder de estos grupos. Esa función la cumplía, nada menos que el ya mencionado cuarto poder, es decir: la prensa independiente. Lo que nos conduce a afirmar que no era tan independiente; sino, por el contrario, tomaba partido en función de determinados intereses.
Nadie ignora, entre otras cosas, que durante la presidencia del Dr. Raúl Alfonsín los denominados, en aquellos tiempos, “Capitanes de la Industria” (poder económico) se empeñaron en condicionar sistemáticamente las políticas implementadas por el Estado. A punto tal, que el gobierno terminó resignándose y adoptando por propio el modelo económico que estos señores pretendían. Pero en esa tarea, los mentados “Capitanes” no estuvieron solos; sino que contaron con un aliado fundamental: la prensa gráfica y televisiva. Cualquiera que se tome la molestia de observar las posiciones de los dos diarios “más importantes” de la época, podrá advertir lo que estamos señalando.
Del mismo modo se podrá apreciar como esos dos periódicos que al decir de Elisa Carrió “son la Nación misma” y que cuentan, a su vez, con grandes cadenas de medios audiovisuales apoyaron y “concientizaron” a buena parte de la sociedad argentina para que acompañe el proceso de privatización menemista.
Por eso, suponer que el periodismo persigue la verdad por sobre todas las cosas, es casi igual que suponer que los laboratorios medicinales persiguen erradicar, definitivamente, las enfermedades para bien de toda la humanidad.
¿Si el periodismo persigue la verdad, y su función es ser crítico del poder, porqué no explicita la verdadera configuración del poder? ¿O acaso solo se trata de criticar a una fracción del Poder? Si de eso se trata, es porque ya han tomado posición.
Hay un detalle no menor que no resulta fácil soslayar, pues, los periodistas (A.Leuco, Nelson Castro, Eliaschev, Bonelli, Tenenbaum, Longobardi, Majul, M. Ruiz Guiñazú, Grondona, Lanata, etc.) que adscriben a esta definición del periodismo, vienen monopolizando la presencia mediática desde el advenimiento -y algunos mucho antes- de la democracia hasta la fecha. Lo que manifiesta no solo una ausencia de democratización en los medios; sino, y lo que es más grave aún, un vínculo histórico y material con los propietarios de esos medios. Hecho éste que desacredita su opinión como “objetiva”.
Ya lo decía un reconocido historiador: “la objetividad es para los objetos”.
Y estén por demás seguros que estos autodenominados “periodistas independientes” eso lo tienen muy en claro. Por ello, la definición que brindan de la función del periodismo no es absolutamente "neutra" como quieren hacernos creer. Muy por el contrario, lo único que tiene esta postura es el deliberado propósito de "neutralizar" la reflexión de la ciudadanía respecto de lo que acontece en el país y quien detenta el poder. 

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