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sábado, 5 de febrero de 2011

Los 90 remixados y la ideología apolítica



                                    


                                                        





Así se podría llamar la oferta electoral del PRO con “el ilustre” Mauricio Macrí a la cabeza. El convertir a su lista de candidatos en un conglomerado de personas cuyo único antecedente es haber desarrollado alguna actividad en el ámbito de la farándula; revela un absoluto desprecio no solo por el saber (cosa habitual en el líder del Pro), sino por lo político-social que es, fundamentalmente, el terreno donde se deben ejecutar las políticas públicas y cuyos encargados de ejecución han de ser, nada menos, quienes encabezan las correspondientes listas electorales.
De ahí que, estar realizando ofrecimientos para encabezar las listas partidarias a escasos ocho meses de la contienda electoral debería, cuando menos, alarmar al ciudadano independiente; ya que, entre otras cosas, se esta articulando una propuesta no en base a un proyecto político claro y concienzudo –más allá de lo ideológico-; sino incorporando nombres de “famosos” que, sin abrazar un ideario común, suponen que da lo mismo subirse a un escenario teatral y realizar una actuación, que ejercer los más relevantes cargos públicos.
Por eso escuchar que los potenciales candidatos del Pro pueden ser: Miguel del Sel, María Lujan Telpuk o el golfista Eduardo “Gato” Romero, entre otros, y todos ellos proyectados a ocupar puestos trascendentes en distintas jurisdicciones del país, es indudablemente un dato estremecedor.
Y comprendamos bien esto, no se trata de que un comediante, un deportista o una vedette no puedan proyectarse a ocupar un cargo electivo; por el contrario, están en pleno derecho de poder hacerlo. Pero una cosa es que ese comediante, deportista o vedette hayan desarrollado una labor político-social a lo largo de su existencia, destinando parte de su tiempo y de su aprendizaje cotidiano a aportar lo suyo (con equivocaciones o no) para el mejoramiento de la sociedad; y otra muy distinta, es que sin haber incursionado en ese terreno, y haciendo alarde de un absoluto desconocimiento del saber político, tanto práctico como teórico, se arroguen la potestad de proyectarse al ejercicio de una gobernación.
Si, sí, leyó bien: estamos hablando de candidatos a gobernadores (como es el caso de Del Sel y Romero), y no de aspirantes privilegiados a una banca en la legislatura que, una vez obtenida, puede pasar o bien  inadvertida en el recinto -cosa que de hecho sucede con algunos legisladores, provenientes de las más diversas actividades-, o en su defecto intrascendente en la función legislativa por no efectuar aporte alguno en lo que a leyes nacionales se refiere.
No obstante, lo temeroso de todo esto es que pone al desnudo ciertas características propias de esa agrupación política denominada Pro y cuyo líder se ufana, paradojalmente, de ser apolítico.
Una de esas características es el ocultamiento de un cuerpo ideológico determinado. Y entendemos por ideología, el conjunto de creencias y valores que representan los fundamentos sobre los cuales se erige toda propuesta política.
En el caso específico del macrismo la improvisación es una de sus notas distintivas, hecho éste que revela a las claras que carece de un proyecto político serio.
Su intención se reduce a captar votos para acceder al poder; en consecuencia, su designio se endereza exclusivamente a apropiarse del mismo. Pero no para, desde ese ámbito, procurar ejecutar una propuesta política previamente diseñada, pues, las ideas no prevalecen en ese espacio; por el contrario, hacen culto de lo insustancial, de “lo aparente”; de ahí que apelen a confeccionar listas con personas que provengan del mundo de la apariencia mediática. De allí también, que los fabricantes de famosos -esto es, los grandes medios- apuntalen y apoyen abiertamente la llegada de Mauricio Macri al gobierno.
¿Pero que proponen? ¿Qué clase de políticas han de ejecutar?
Al parecer, eso es un secreto, se oculta, después de todo la propuesta política no es lo esencial para ellos; hablemos de “Cacho”, doña Rosa, lo bueno que es Del Sel o la calidad de golfista de Romero pero jamás de políticas de estado.
Si bien es cierto que, off the record, no escatiman elogios al otrora denominado modelo menemista, tratan de evitar hacer pública esa adhesión. Por otro lado, no es casual que entre sus colaboradores inmediatos se encuentren hombres que acompañaron y apoyaron la destrucción del país orquestada en los años 90 y utilicen, nuevamente, los mismos métodos que antaño como por ejemplo farandulizar la política para, de ese modo, proyectarse al ejercicio de la función pública.
Su deliberada intención es simplemente administrar lo dado, acudiendo a una serie de recetas conocidas que bajo el membrete del neoliberalismo sugieren la implementación de un Estado prescindente que solo este al  servicio del disciplinamiento social y garantice el enriquecimiento de unos pocos.
De ahí que el único valor sobre el que sostienen su anodino discurso es: “el Orden”. Pero ojo, el “orden preestablecido” con anterioridad a la gestión de Néstor y Cristina Kirchner; es decir, aquél que posibilitaba, sobre la base del libre mercado, que un sector concentrado de la economía se adueñara del país, a punto tal de transformarlo en un coto privado al servicio de la realización de sus grandes negocios. Convirtiendo, a su vez, al Estado en un instrumento de represión social para acallar, de esa manera, las voces de protesta que se pudieran alzar en aras de reivindicar los derechos de la mayoría de la población.
Esta es la versión mediocre y decadente de la política argentina que pretende interrumpir el proceso de cambio que se ha iniciado en nuestro país a partir de mayo del 2003.
Esta es la continuidad de un gobierno que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires suprime hospitales y centros asistenciales, que recorta significativamente el presupuesto educativo, que persigue a los alumnos en función de su ideología, que realiza escuchas telefónicas de ciudadanos comunes, que para designar a un jefe de policía consulta a la CIA o al Mossad –según afirmó el mismo Mauricio-, que construye bici-sendas, sin reparar que terminan despobladas (por no corresponderse con la idiosincrasia de los argentinos) obstaculizando al máximo el tránsito vehicular; que impide la realización de Tecnópolis (la feria de ciencia y tecnología más importante en la historia del país) con el pretexto de no entorpecer la circulación automovilística y luego, si la concede para la realización del Rally Paris-Dakar; que demanda judicialmente a los trabajadores del Teatro Colón por ejercer su legítimo derecho de huelga.
Uno ya no sabe si es la improvisación o el desconocimiento absoluto (por no denominar supina ignorancia) lo que guía a los referentes del macrismo en su “reflexionar” político.
Cuando uno escucha al líder del Pro, por ejemplo, elogiar la perfomance de Brasil  y la gestión desarrollada por “Lula” Da Silva en el país hermano; uno no sabe si esta protagonizando un sketch cómico o esta describiendo el alto grado de ignorancia que poseé en materia de política internacional. Ya que la política desplegada por el ex presidente Lula tiene fuertes grados de parentesco con la implementada por el matrimonio kirchner en la Argentina. A saber: relevante participación del Estado en la economía, cancelación de la deuda externa contraída con el FMI y el Club de París, firme intención de evitar la concentración monopólica de los medios de comunicación, mantenimiento de una política exterior independiente, fuerte apuesta a la construcción de un bloque regional con el Mercosur y el Unasur como puntales, etc., etc.
Más luego de vanagloriar la figura política de “Lula”, el propio Macri embate, con argumentos sin asidero, contra la gestión del ex presidente argentino y de la actual presidenta Cristina Fernández. Como vemos, la lógica es otra de las disciplinas perdidas en el laberinto cerebral del jefe de gobierno porteño.
Aristóteles decía que los hombres buscaron el saber para “huir de la ignorancia”, de haber conocido a estos personajes su afirmación, indudablemente, no hubiere sido la misma.
Da vergüenza ajena escucharlos!!     
Pero eso sí, acudir a cuanto medio televisivo sea posible para hablar puerilidades o desarrollar una actuación imitando a "Freddy" Mercuri en un programa farandulero; eso, al parecer es, conforme a su ideología, un proceder relevante para un hombre que aspire a la más alta magistratura.
Tal vez la carencia de ideas sea, en última instancia, aquello que lo empuja a copiar modelos o a buscar en los mismos medios televisivos personajes para reforzar su presencia “política”.
Quizá si Ricardo Fort vuelve a levantar su rating televisivo, el jefe de gobierno porteño se anime a invitarlo para que lo acompañe en la fórmula presidencial.
Al fin de cuentas, con candidatos de esa talla: “Va a estar buena la Argentina”. ¿No le parece?

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